jueves, 2 de julio de 2020

(Día 1150) Lucas Martínez Vegaso se resistía con chulería a traicionar a Gonzalo Pizarro, pero lo asustaron lo suficiente como para que lo hiciera. Diego Centeno decidió unirse con las tropas leales al Rey que había en Las Charcas.


     (740) Como solía ocurrir en esas circunstancias, la vida del destituido Vegaso corría peligro: "Viendo que se negaba, lo tornaron desarmado a la ciudad a las ancas de una mula, y le metieron en la cárcel pública hasta determinar lo que harían de él. A los pocos días, supieron que Diego Centeno había entrado en el Cuzco, y de lo que había hecho en la ciudad, por lo que pensaron que sería bueno soltar a Lucas Martínez Vegaso para que fuese allá con algunos vecinos a darle la enhorabuena por su victoria. Además, se decidió que veinte soldados fuesen al puerto de Quilca para tomar la fragata e impedir que partiese para Lima. Llegaron allá, tomaron la fragata y prendieron a Pedro Martínez Vegaso y los marineros, tomando el tesoro que había en ella, tofo lo cual se trajo a Arequipa y se metió en la Caja del Rey. Llegado al Cuzco Lucas Martínez Vegaso, se presentó ante Diego Centeno, el cual le recibió muy bien, creyendo que iba por su propia voluntad, como los que le acompañaban, y él le dio toda la mensajería en nombre de los vecinos de Arequipa. Cuando luego Centeno supo que Lucas había ido obligado y en condición de preso, sintió mucho no haber ordenado que le costasen la cabeza, porque, además, Lucas les dijo a personas del Cuzco, con las que tenía estrecha amistad, que le pesaría mucho que Gonzalo Pizarro supiese que había hecho cosas indebidas, y, asimismo, había hablado con mucha soberbia y altivez. Le aconsejaron que callase, para que no le aconteciese lo que le había sucedido a Antonio de Robles. Por todo ello, Diego Centeno, le envió recado de que cuidara sus palabras, y él procuró, de ahí en adelante, callar y servir a Su Majestad muy de veras". En resumen: otro capitán más con el que podía contar Pedro de la Gasca.
     Y, una vez más, Santa Clara tiene razón, obligándome a rectificar un error mío. En la imagen que le dediqué a Lucas, dije que lo castigó Pedro de la Gasca por haber luchado al lado de Gonzalo Pizarro en la batalla de Jaquijaguana, la de su derrota y muerte. En realidad, el castigo le vino por hacerlo en la de Iñaquito, donde resultó derrotado y muerto el virrey Blasco Núñez Vela. De forma que, como dice Santa Clara, desde su encuentro con Diego Centeno, la fidelidad de Lucas hacia el Rey duró para siempre "muy de veras".
     Después ocurrió algo curioso por parte de los vecinos de Arequipa, tan opuestos como estaban a dejar abandonadas a sus mujeres para incorporarse a la guerra: "Tras haber enviado a Lucas Martínez Vegaso, el capitán Jerónimo de Villegas salió de la ciudad con los vecinos y soldados, y se fueron a Chocuito, pueblo de partidarios de su Majestad, porque allí había muchas provisiones, en donde se quedaron a la espera de que llegara Diego Centeno".
     Entretanto, Diego Centeno, quien, cual toro bravo, que ya había empitonado mortalmente a Robles, ansiaba hacerlo también con Gonzalo Pizarro: "Tenía grandísimo deseo de ir a la ciudad de Lima, para lo cual convocó a mucha gente. Mandó aviso con su petición a los vecinos de Arequipa, que ya estaban reunidos en Chocuito. Hizo lo mismo con los de Huánuco y Huamanga, pero los de estas ciudades, también leales a la Corona, ya habían ido a juntarse con Diego de Mora en Cajamarca. Entonces Centeno determinó ponerse en camino hacia Lima, pero sus capitanes le aconsejaron que no lo hiciese porque Gonzalo Pizarro estaba allí muy bien armado, y le dijeron que era mucho mejor ir a la zona de las Charcas, donde podría conseguir que los capitanes Alonso de Mendoza y Juan  de Silveira, al mando de mucha gente de guerra, se concertaran con él. A Diego Centeno le pareció buen consejo, y determinó seguirlo".

     (Imagen) Es de suponer que no fueran muchos los clérigos partidarios de un bando o del otro, y menos todavía los que se unieran activamente a la rebeldía contra la Corona, pero un caso típico de esto último fue el de FRAY LUIS DE LA MAGDALENA (era su verdadero apellido), lo que resulta aún más chocante porque estaba sometido a una disciplina conventual. Era capellán de Gonzalo Pizarro, a quien, aparentemente, adoraba. Con humor siniestro, como el de Carvajal, le decía en una carta que en Arequipa prendieron a un estafador, y añade. "Me pidieron que rogara a Lucas Martínez Vegaso por él, y yo le rogué que lo ahorcase, pero no lo hizo". Por su parte, el sensato Pedro de la Gasca, en un informe, lo critica muy duramente: "Habían también apresado en Arequipa a fray Luis de la Magdalena, que ha seguido en todo a Gonzalo Pizarro, y predicado en el púlpito su secta desvergonzada, de lo que todos los de su orden que están acá han tenido gran pena viendo que no le podían castigar. Le había enviado allí Gonzalo Pizarro para que, desde el púlpito, persuadiera a los vecinos de la ciudad para que fuesen a ayudarle contra Su Majestad. Hasta ponía como ejemplo cuando lo predicaba el juego del ajedrez, guardando al rey cabeza abajo con las piezas después de haberle dado mate". El escrito era de agosto de 1547. Por una orden real del año 1556, se sabe que continuaba vivo. El encabezamiento aclara su peripecia: "Estuvo animando a la gente de Pizarro en la batalla de Jaquijaguana, y, al ser derrotados por La Gasca, lo apresó el provincial de la orden (fray Tomás de San Martín, de quien ya hemos hablado), y lo condenó a a ser desterrado a España, pero huyó en el viaje, y se fue a la isla de Santo Domingo, donde seguía diciendo palabras dignas de castigo". El Rey le pedía al provincial de los dominicos de Santo Domingo que lo apresara y lo remitiera al dominico provincial de Andalucía, para que le aplicara el castigo correspondiente. FRAY LUIS DE LA MAGDALENA: un tipo fanatizado por la política, quien, por ser fraile, tuvo el privilegio de que no le cortaran la cabeza.



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