(761) Como vimos, Gonzalo Pizarro, en su
marcha hacia Arequipa, le envió recado a Juan de Acosta diciéndole que fuera a
su encuentro para unir las dos tropas. Y
continúa diciendo Santa Clara: "Había llegado Acosta al pueblo de Guadacheri,
a dieciocho leguas de Lima, y se presentó allí, yendo de paso, el muy ilustre
Don García Ramírez Arias, obispo electo de la provincia de Quito (recordemos
que fue el primero de aquella diócesis). El cual, con amor entrañable, le
pidió a Juan de Acosta que se entregase con toda su gente al servicio de su
Majestad, haciéndole ver las muy grandes mercedes que hacía el Rey a todos por
medio del presidente La Gasca. Además, le dio noticia de los cuatro navíos que
habían llegado al puerto de Lima y de la mucha gente que se le había huido a
Gonzalo Pizarro, advirtiéndole que estaba en gran riesgo su vida, pues algún
día le matarían cruelmente los suyos en el camino. Aunque Juan de Acosta ya
conocía algo de lo que contó, como era contumaz y de poca sensatez, le
respondió al obispo diciendo que ni por la vida ni por todo el mundo había de
hacer cosa tan fea, y que no dejaría el bando de Gonzalo Pizarro, porque le
había prometido servirle hasta la muerte, y, de no hacerlo, le tendrían por
traidor y fementido".
Si bien era ese el parecer de Santa Clara,
no deja de resultar admirable la lealtad que mostró Juan de Acosta (quien,
además, era un gran capitán) con su firmeza en aquellas guerras civiles
plagadas de traidores y chaqueteros. Como vimos, fue valiente e implacable,
consigo mismo y con los demás, y siempre estuvo al lado de Gonzalo, al que
acompañó en la terrorífica aventura del Amazonas, y durante su placentero
retiro temporal en su finca de Charcas, lo que demuestra su mutuo afecto. Y, más
tarde, en la suma intimidad, porque morirán los dos ejecutados en Jaquijaguana.
Así que era inútil intentar que lo
traicionara: "Viendo el obispo la obstinación de Juan de Acosta, dejó de
importunarlo más. Por otra parte, habló al capitán Martín de Olmos, al maestre
de campo Luis Páez de Sotomayor y a otros, diciéndoles que fueran a servir a su
Majestad, porque le debían fidelidad y vasallaje, y ellos dijeron que así lo
harían, como después lo hicieron. Y después el obispo se fue a Lima". Una
vez más, se comprueba que, en general, el respeto a los clérigos era muy
grande, pues, de ser otro cualquiera quien conspirara de esa forma tas
descarada contra Gonzalo Pizarro, y conociendo el talante de Juan de Acosta,
habría terminado en la horca. Aunque tampoco es de creer que el obispo,
confiado en ese privilegio, se hubiera atrevido a actuar así delante de
Francisco de Carvajal, ya que, probablemente, peligraría su cabeza. Pero los éxitos de Pedro de de la Gasca, el
prestigio que iba adquiriendo y el paulatino convencimiento de los soldados de Gonzalo
Pizarro sobre la insensatez de rebelarse contra el Rey, fueron aumentando las
deserciones: "En este pueblo de Guadacheri huyeron muchos soldados para
volver a Lima y servir a su Majestad, porque hicieron gran efecto las
amonestaciones del obispo y las cartas que Lorenzo de Aldana envió a algunos
hombres del ejército, de lo cual Juan de Acosta se lamentaba mucho, pero
continuó su marcha. Al pasar la serranía de Pariacaca, creyeron todos que iban
a perecer de frío y del mal de las alturas (el llamado 'soroche'), que
produce tanto mareo que hace caer al suelo a los que son flacos de complexión,
quedando allí muertos y helados si no son socorridos por los demás".
(Imagen) Con respecto a Rodrigo de Paz hay
bastantes datos confusos, incluso hay opiniones de que murió con más de cien
años, algo muy poco creíble, pero, sin duda, vivió largo tiempo. Nos contó el
cronista Santa Clara que le animaron a Rodrigo para que abandonara a Gonzalo
Pizarro, pero no se atrevió entonces a dar el paso, aunque más tarde lo hará. Todo
indica que se trataba del salmantino RODRIGO DE PAZ MALDONADO, nacido el año
1510. En la relación de méritos que presentó el año 1571 (la imagen muestra el
primer folio), maquilla algunos hechos. Su aventura indiana no pudo ser más
completa. Empezó sus andaduras por México, y luego estuvo bajo el mando del
legendario Pedro Fernández de Lugo (un veterano gobernador de las Islas
Canarias) en la conquista de la zona colombiana de Santa Marta. Después llegó a
Perú para participar en las guerras civiles, pero no sin antes haber estado al
servicio del gran Pedro de Alvarado en Guatemala. Dice que le fue fiel al
virrey Blasco Núñez, pero oculta que luchó contra él en Iñaquito, donde le
mataron. Lo más probable es que se viera obligado a seguir a Gonzalo Pizarro
para conservar su propia cabeza tras haber sido apresado, pues, según cuenta, a
"otros los mató y los hizo cuartos". De hecho, Pedro Hernández
Paniagua le escribió a Pedro de la Gasca: "En Trujillo, Rodrigo Paz se
excusó por haber estado en la batalla de Iñaquito, lo que yo interpreté como
que ya no quería seguir a Gonzalo Pizarro". Veremos en la siguiente imagen
que Rodrigo se pasó al bando del Rey precisamente en Trujillo. Y ahora nos
explica que, ya unido a la armada de Lorenzo en Aldana, él bajó a tierra en el
puerto de Lima, y, con mucho riesgo porque el campamento enemigo estaba cerca,
puso en unas cañas clavadas en la arena copias de los documentos que ofrecían
perdones a los arrepentidos, lo que motivó que abandonaran a Gonzalo Pizarro,
subiendo a los barcos "hombres tan importantes como Francisco Delgado,
Diego de Rozas, el licenciado Carvajal, Martín de Robles, Diego Maldonado, Don
Pedro Portocarrero, el capitán Cáceres y otros más". Consta también que
RODRIGO DE PAZ MALDONADO luchó en Jaquijaguana, donde fue derrotado y perdió la
vida Gonzalo Pizarro.
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