lunes, 27 de julio de 2020

(Día 1171) García Ramírez Arias, primer obispo de Quito, no pudo conseguir que Juan de Acosta traicionara a Gonzalo Pizarro, pero logró que lo abandonaran otros, como lo había hecho anteriormente Rodrigo de Paz Maldonado.


     (761) Como vimos, Gonzalo Pizarro, en su marcha hacia Arequipa, le envió recado a Juan de Acosta diciéndole que fuera a su encuentro para unir las dos tropas.  Y continúa diciendo Santa Clara: "Había llegado Acosta al pueblo de Guadacheri, a dieciocho leguas de Lima, y se presentó allí, yendo de paso, el muy ilustre Don García Ramírez Arias, obispo electo de la provincia de Quito (recordemos que fue el primero de aquella diócesis). El cual, con amor entrañable, le pidió a Juan de Acosta que se entregase con toda su gente al servicio de su Majestad, haciéndole ver las muy grandes mercedes que hacía el Rey a todos por medio del presidente La Gasca. Además, le dio noticia de los cuatro navíos que habían llegado al puerto de Lima y de la mucha gente que se le había huido a Gonzalo Pizarro, advirtiéndole que estaba en gran riesgo su vida, pues algún día le matarían cruelmente los suyos en el camino. Aunque Juan de Acosta ya conocía algo de lo que contó, como era contumaz y de poca sensatez, le respondió al obispo diciendo que ni por la vida ni por todo el mundo había de hacer cosa tan fea, y que no dejaría el bando de Gonzalo Pizarro, porque le había prometido servirle hasta la muerte, y, de no hacerlo, le tendrían por traidor y fementido".
     Si bien era ese el parecer de Santa Clara, no deja de resultar admirable la lealtad que mostró Juan de Acosta (quien, además, era un gran capitán) con su firmeza en aquellas guerras civiles plagadas de traidores y chaqueteros. Como vimos, fue valiente e implacable, consigo mismo y con los demás, y siempre estuvo al lado de Gonzalo, al que acompañó en la terrorífica aventura del Amazonas, y durante su placentero retiro temporal en su finca de Charcas, lo que demuestra su mutuo afecto. Y, más tarde, en la suma intimidad, porque morirán los dos ejecutados en Jaquijaguana.
     Así que era inútil intentar que lo traicionara: "Viendo el obispo la obstinación de Juan de Acosta, dejó de importunarlo más. Por otra parte, habló al capitán Martín de Olmos, al maestre de campo Luis Páez de Sotomayor y a otros, diciéndoles que fueran a servir a su Majestad, porque le debían fidelidad y vasallaje, y ellos dijeron que así lo harían, como después lo hicieron. Y después el obispo se fue a Lima". Una vez más, se comprueba que, en general, el respeto a los clérigos era muy grande, pues, de ser otro cualquiera quien conspirara de esa forma tas descarada contra Gonzalo Pizarro, y conociendo el talante de Juan de Acosta, habría terminado en la horca. Aunque tampoco es de creer que el obispo, confiado en ese privilegio, se hubiera atrevido a actuar así delante de Francisco de Carvajal, ya que, probablemente, peligraría su cabeza.  Pero los éxitos de Pedro de de la Gasca, el prestigio que iba adquiriendo y el paulatino convencimiento de los soldados de Gonzalo Pizarro sobre la insensatez de rebelarse contra el Rey, fueron aumentando las deserciones: "En este pueblo de Guadacheri huyeron muchos soldados para volver a Lima y servir a su Majestad, porque hicieron gran efecto las amonestaciones del obispo y las cartas que Lorenzo de Aldana envió a algunos hombres del ejército, de lo cual Juan de Acosta se lamentaba mucho, pero continuó su marcha. Al pasar la serranía de Pariacaca, creyeron todos que iban a perecer de frío y del mal de las alturas (el llamado 'soroche'), que produce tanto mareo que hace caer al suelo a los que son flacos de complexión, quedando allí muertos y helados si no son socorridos por los demás".

     (Imagen) Con respecto a Rodrigo de Paz hay bastantes datos confusos, incluso hay opiniones de que murió con más de cien años, algo muy poco creíble, pero, sin duda, vivió largo tiempo. Nos contó el cronista Santa Clara que le animaron a Rodrigo para que abandonara a Gonzalo Pizarro, pero no se atrevió entonces a dar el paso, aunque más tarde lo hará. Todo indica que se trataba del salmantino RODRIGO DE PAZ MALDONADO, nacido el año 1510. En la relación de méritos que presentó el año 1571 (la imagen muestra el primer folio), maquilla algunos hechos. Su aventura indiana no pudo ser más completa. Empezó sus andaduras por México, y luego estuvo bajo el mando del legendario Pedro Fernández de Lugo (un veterano gobernador de las Islas Canarias) en la conquista de la zona colombiana de Santa Marta. Después llegó a Perú para participar en las guerras civiles, pero no sin antes haber estado al servicio del gran Pedro de Alvarado en Guatemala. Dice que le fue fiel al virrey Blasco Núñez, pero oculta que luchó contra él en Iñaquito, donde le mataron. Lo más probable es que se viera obligado a seguir a Gonzalo Pizarro para conservar su propia cabeza tras haber sido apresado, pues, según cuenta, a "otros los mató y los hizo cuartos". De hecho, Pedro Hernández Paniagua le escribió a Pedro de la Gasca: "En Trujillo, Rodrigo Paz se excusó por haber estado en la batalla de Iñaquito, lo que yo interpreté como que ya no quería seguir a Gonzalo Pizarro". Veremos en la siguiente imagen que Rodrigo se pasó al bando del Rey precisamente en Trujillo. Y ahora nos explica que, ya unido a la armada de Lorenzo en Aldana, él bajó a tierra en el puerto de Lima, y, con mucho riesgo porque el campamento enemigo estaba cerca, puso en unas cañas clavadas en la arena copias de los documentos que ofrecían perdones a los arrepentidos, lo que motivó que abandonaran a Gonzalo Pizarro, subiendo a los barcos "hombres tan importantes como Francisco Delgado, Diego de Rozas, el licenciado Carvajal, Martín de Robles, Diego Maldonado, Don Pedro Portocarrero, el capitán Cáceres y otros más". Consta también que RODRIGO DE PAZ MALDONADO luchó en Jaquijaguana, donde fue derrotado y perdió la vida Gonzalo Pizarro.



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