(758) Abandonado el tema, Gonzalo Pizarro
volvió a su deseo de llamar a Juan de Acosta, pero escogió para la misión a
alguien muy peculiar: "No sabía cómo hacerlo, porque entonces no se fiaba
de nadie, y escogió a fray Pedro Muñoz, pues siempre le había sido bien amigo
en todas las cosas. Le dijo que fuera a pedirle a Acosta que volviera y que le
informase secretamente de todo lo que pasaba en Lima y en otras partes. El
fraile se puso en camino con algunas cartas, yendo con él Alonso Hernández
Melgarejo y ocho arcabuceros". Cuando lo encontró en Huamanga, volvió a
utilizar un montón de mentiras para animar a la tropa de Acosta. Pintó un
panorama primoroso: según él, Gonzalo Pizarro estaba muy contento y rebosante
de soldados, mientras que Lorenzo de Aldana y sus capitanes estarían
probablemente muertos porque su gente los odiaba.; además, Lima y Trujillo se
habrían puesto ya a favor de Gonzalo Pizarro, ya que en aquellos lugares no le
faltaban verdaderos amigos. Y añade Santa Clara: "Esto lo dijo
públicamente para animar a los soldados, de manera que no huyesen, como lo
habían hecho muchos. Pero, a Juan de Acosta, le explicó en secreto muchas cosas
que pasaron en el ejército de Gonzalo Pizarro, y en Lima, Trujillo y otras
partes".
No es de extrañar que Gonzalo Pizarro
estuviera acongojado y sumergido en un pozo de sospechas, aunque lo disimulaba,
y seguía adelante y sin titubeos hacia su objetivo, que para él no era otro
sino el de vencer o morir. En su caminar hacia Arequipa encontraron muchas
dificultades, debido especialmente a la falta de suministros, porque Lorenzo de
Aldana y los suyos habían dejado a su paso los poblados de los indios sin
posibilidad de proporcionárselos, sabiendo que iba a ser un grave problema para
la tropa de Pizarro. Tuvo que abandonar la ruta que llevaba y seguir por otra
más costosa, pero con posibilidad de obtener provisiones. Mandó por delante a
Francisco de Maldonado, a quien le había concedido en aquellos parajes una
encomienda de indios, precisamente para reforzar su fidelidad, pues tampoco se
fiaba mucho de él, a pesar de su vieja amistad y de que fue uno de los
mensajeros que envió a España para que le defendieran ante el Rey. Sin embargo,
en esta ocasión se consolidó su amistad.
Hubo varias posibles razones para ello, y
Santa Clara nos lo explica: "Francisco de Maldonado partió con doce
arcabuceros y un escribano del Rey, con el que tomó posesión oficialmente de
los pueblos de indios que le había dado Gonzalo Pizarro. Se dio mucha prisa en
cumplir su misión para volverse al ejército, pero tardó algunos días más de los
señalados, y se creyó que él y sus soldados habían vuelto a Lima para servir a
Su Majestad, cosa que podían haber hecho fácilmente. Otros dijeron que no se
habría ido porque estaba a mal con Pedro de la Gasca y con los capitanes que le
entregaron la flota, debido a enojos particulares que había entre ellos y
porque los menospreciaba mucho; además, ya lo tenía Gonzalo Pizarro sujeto con
los pueblos que le había dado. Finalmente, Francisco de Maldonado, volvió con
los alimentos, siendo bien recibido por Gonzalo Pizarro, quien entonces vio en
él el amor y la fidelidad que le tenía. Le contó que había sabido por los
indios de sus encomiendas que Diego Centeno, tras salir del Cuzco, se juntó en
el pueblo de Paria con los capitanes Alonso de Mendoza y Juan Silveira, en
buena paz y concordia".
(Imagen) Hemos visto en la imagen anterior
la orden que le mandó Gonzalo Pizarro, dos días antes de morir, a FRANCISCO DE
ESPINOSA para que le llevara pólvora a Jaquijaguana. Con respecto a Francisco,
se comete el error de decir que era hijo del licenciado Gaspar de Espinosa, del
que ya conocemos que tuvo un protagonismo excepcional en la relación entre
Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Me saca de dudas su registro de embarque
(el de la imagen) para el Perú en 1537, porque en él se indica que era de
Valladolid e hijo del 'doctor' Espinosa y de doña Juana de Herrera, siendo así
que la mujer del 'licenciado' Gaspar se llamaba Isabel de Espinosa. En un
informe, Pedro de la Gasca dice: "Francisco de Espinosa, hijo del doctor
Espinosa, maestresala y muy secuaz de Gonzalo Pizarro, ahorcó en Arequipa a
Lope de Alarcón porque había luchado al lado de Diego Centeno". Lo cual
nos retrata al personaje, ya que fue uno de los hombres más brutales de
aquellas guerras civiles. En la próxima batalla, la de Huarina, veremos al ya
desesperado Gonzalo Pizarro triunfar, tras lo cual envió a Francisco con la
misión de recoger los bienes que encontrara, pero, según dice el cronista Garcilaso,
"robó todo lo que halló, mató a dos españoles contrarios a Gonzalo
Pizarro, y, al legar a La Plata, ahorcó a un regidor y a un alguacil, y, ya de
vuelta, quemó vivos a siete indios porque habían avisado a varios españoles
para que huyeran". Y el cronista Herrera comenta sabiamente: "Pero
Gonzalo, como todo revolucionario, daba abrigo a hombres malvados, porque son
instrumentos para los trastornos, y no tienen cabida en los gobiernos que
respetan la moral". Francisco de Espinosa logró huir tras la derrota y
muerte de Gonzalo Pizarro en Jaquijaguana, pero fue apresado por su paisano Juan
Polo de Ondegardo (cuya apasionante biografía ya reseñé), y luego llevado al
Cuzco. Condenada a muerte 'la bestia' por Pedro de la Gasca, FRANCISCO DE
ESPINOSA le pidió a Diego Centeno que intercediera por él, pero venció el karma
y de nada sirvieron sus lacrimógenas súplicas, pues fue ahorcado, y después
decapitado, en la plaza mayor del Cuzco el año 1548.
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