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Así que zanjó la discusión: "Mandó Gonzalo Pizarro que no se
hablase más del asunto, de manera que nada resolvieron, ni les importaban los
documentos que trajo Alonso de la Peña, sino solamente ir contra Diego Centeno,
que era lo que más le acongojaba al tirano, porque sabía que la ciudad del
Cuzco estaba alzada contra él, y que era un hueso muy malo de roer. Acabada la
plática, salieron todos, con gran pesar de algunos de sus asesores porque no se
decidía a ponerse al servicio de su Majestad, aunque, en verdad, no hubo
ninguno que se atreviese, por miedo a que Francisco de Carvajal los mandara
luego matar". Después Gonzalo Pizarro tomó una serie de medidas disparatadas
y condenadas al fracaso. Intentó sobornar al capitán Antonio de Peña, el
enviado de Aldana para que le recuperase uno de los cuatro navíos que habían
sido suyos: "El capitán, como hombre leal, rehusó hacer tan malos tratos,
diciéndole que no era justo que le pidiese semejante cosa. Gonzalo Pizarro le
dijo que se fuese a los navíos, y que él enviaría un mensajero propio para
tratar con Lorenzo de Aldana y los demás capitanes. Luego el gran tirano llamó
a Juan Fernández de Íjar, hombre muy viejo y vecino de Lima, el cual había sido
almirante de la Mar del Sur (el Pacífico) cuando gobernaba el marqués
Don Francisco Pizarro, y le envió con largos escritos para los cuatro
capitanes".
Todo lo que Gonzalo Pizarro les pedía era una
pérdida de tiempo. Les recordaba la gran amistad que había tenido con ellos, y
que se lo debían casi todo a él y a sus hermanos. De forma privada, también
quiso sobornar a Lorenzo de Aldana con promesas exorbitantes a cambio de que le
entregara los cuatro navíos. Cuando llegó Juan Fernández de ÍJar a los navíos,
lo recibieron bien, estando juntos los cuatro capitanes: "Cuando vieron lo
que Gonzalo pretendía, hicieron burla y escarnio, y no quisieron concederle
nada de lo que les pedía. Lorenzo de Aldana, con palabras corteses, dio como
respuesta que el ser hijodalgo y caballero no le permitía hacer cosas
indebidas". Le añadía que su referencia a los cuatro navíos era un insulto
a su dignidad. Como era de esperar, también le replicaba que lo que le convenía
hacer era abandonar su rebeldía y ponerse al servicio del Rey, el cual sería
benevolente con él.
Después de entregarle Aldana a Juan
Fernández de Íjar un documento con sus respuestas, le dio también copias de las
circulares que Pedro de la Gasca había escrito como publicidad de la revocación
de las ordenanzas y los perdones que ofrecía el Rey a todos los que acataran su
voluntad. Las escondió muy bien para que no se las viesen, pues con ellas arriesgaba
su vida. Ya de vuelta, Gonzalo Pizarro se irritó sumamente con la la
contestación recibida, "jurando a Dios que había de hacer cuartos a los
cuatro capitanes de la flota, e hizo pedazos el escrito". Lo que no
sospechaba era que también Juan Fernández se la iba a jugar: "Venida la
noche, les dio a varios vecinos amigos las otras copias que traía, y los animó
a que dejasen a Pizarro, pasándose al bando de Pedro de la Gasca para servir a
Su Majestad".
(Imagen) Terminaré la última parte del
informe enviado por PEDRO HERNÁNDEZ DE PANIAGUA a Pedro de la Gasca haciendo un
breve resumen. Le explica por qué Gonzalo Pizarro y sus capitanes le daban
datos falsos. Sabiendo que era un novato en Perú (había llegado de España con
la Gasca) "pensaron que me podían engañar, y que, si Gonzalo me hablaba de
que tenía cuatro mil hombres, yo lo daría por cierto". Por otra parte,
estaban tan desesperados, que se aferraban a él como una última esperanza, por
ser el enviado de Pedro de la Gasca: "Como hombres que estaban a punto de
ahogarse, se agarraban a mí porque no hallaban otro asidero". Sin embargo,
nadie confesaba lo que sentía: "Era tanto el miedo que los hombres tenían
en Lima, que a nadie le oí palabra por la que yo pudiese asegurarme de que
deseaba servir al Rey". Así, por ejemplo, Martín de Robles (de cuyos
sarcasmos ya hemos hablado), más tarde se pasó al bando del Rey, pero en Lima
no se atrevió a decirle nada. El viaje de vuelta marítimo de Paniagua fue otra
odisea, en la que le llegaban noticias confusas de la navegación de los navíos
de Aldana, y del de La Gasca. Y viceversa: a él le habían dado por muerto. En
su informe califica a diversas personas que fue viendo en los puertos: "El
clérigo Baltasar de Loaysa es el más apasionado servidor del Rey que me he
encontrado. En Trujillo encontré a dos frailes mercedarios que merecían ser
quemados". Cita a otros que eran partidarios del Rey, como Juan Rubio,
Martín Prieto, Palomino, Mercadillo y Procel. Al divisar los navíos de Aldana,
se unió a ellos, rumbo a Lima de nuevo, y da un dato curioso. En total, Pizarro
creyó que eran seis los barcos, y, viéndose sin artillería, echó a pique los
siete suyos para que no se apropiaran de ellos. Recordemos que, cuando se
enteró el bravo Francisco de Carvajal, se enfadó mucho, y, según Paniagua, con
razón, porque los podían haber preparado y tener una victoria segura. Termina
diciendo: "Escribo esto en la ciudad de San Miguel (la primera española
de Perú, fundada en 1532), adonde llegué desde Tumbes, por mandato de
vuestra señoría, para cosas cumplideras al servicio de su Majestad. Primero de
agosto de 1547. Firmado: PASCUAL HERNÁNDEZ PANIAGUA DE LOAYSA".
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