lunes, 13 de julio de 2020

(Día 1159) Gonzalo Pizarro desechó la idea de negociar con los capitanes de Pedro de la Gasca, y les envió un mensaje con la absurda petición de que, mediante soborno, le entregaran la flota. La respuesta de Aldana fue enviarle copias de los perdones que daba el Rey a los arrepentidos.


     (749)     Así que zanjó la discusión: "Mandó Gonzalo Pizarro que no se hablase más del asunto, de manera que nada resolvieron, ni les importaban los documentos que trajo Alonso de la Peña, sino solamente ir contra Diego Centeno, que era lo que más le acongojaba al tirano, porque sabía que la ciudad del Cuzco estaba alzada contra él, y que era un hueso muy malo de roer. Acabada la plática, salieron todos, con gran pesar de algunos de sus asesores porque no se decidía a ponerse al servicio de su Majestad, aunque, en verdad, no hubo ninguno que se atreviese, por miedo a que Francisco de Carvajal los mandara luego matar". Después Gonzalo Pizarro tomó una serie de medidas disparatadas y condenadas al fracaso. Intentó sobornar al capitán Antonio de Peña, el enviado de Aldana para que le recuperase uno de los cuatro navíos que habían sido suyos: "El capitán, como hombre leal, rehusó hacer tan malos tratos, diciéndole que no era justo que le pidiese semejante cosa. Gonzalo Pizarro le dijo que se fuese a los navíos, y que él enviaría un mensajero propio para tratar con Lorenzo de Aldana y los demás capitanes. Luego el gran tirano llamó a Juan Fernández de Íjar, hombre muy viejo y vecino de Lima, el cual había sido almirante de la Mar del Sur (el Pacífico) cuando gobernaba el marqués Don Francisco Pizarro, y le envió con largos escritos para los cuatro capitanes".
     Todo lo que Gonzalo Pizarro les pedía era una pérdida de tiempo. Les recordaba la gran amistad que había tenido con ellos, y que se lo debían casi todo a él y a sus hermanos. De forma privada, también quiso sobornar a Lorenzo de Aldana con promesas exorbitantes a cambio de que le entregara los cuatro navíos. Cuando llegó Juan Fernández de ÍJar a los navíos, lo recibieron bien, estando juntos los cuatro capitanes: "Cuando vieron lo que Gonzalo pretendía, hicieron burla y escarnio, y no quisieron concederle nada de lo que les pedía. Lorenzo de Aldana, con palabras corteses, dio como respuesta que el ser hijodalgo y caballero no le permitía hacer cosas indebidas". Le añadía que su referencia a los cuatro navíos era un insulto a su dignidad. Como era de esperar, también le replicaba que lo que le convenía hacer era abandonar su rebeldía y ponerse al servicio del Rey, el cual sería benevolente con él.
     Después de entregarle Aldana a Juan Fernández de Íjar un documento con sus respuestas, le dio también copias de las circulares que Pedro de la Gasca había escrito como publicidad de la revocación de las ordenanzas y los perdones que ofrecía el Rey a todos los que acataran su voluntad. Las escondió muy bien para que no se las viesen, pues con ellas arriesgaba su vida. Ya de vuelta, Gonzalo Pizarro se irritó sumamente con la la contestación recibida, "jurando a Dios que había de hacer cuartos a los cuatro capitanes de la flota, e hizo pedazos el escrito". Lo que no sospechaba era que también Juan Fernández se la iba a jugar: "Venida la noche, les dio a varios vecinos amigos las otras copias que traía, y los animó a que dejasen a Pizarro, pasándose al bando de Pedro de la Gasca para servir a Su Majestad".

     (Imagen) Terminaré la última parte del informe enviado por PEDRO HERNÁNDEZ DE PANIAGUA a Pedro de la Gasca haciendo un breve resumen. Le explica por qué Gonzalo Pizarro y sus capitanes le daban datos falsos. Sabiendo que era un novato en Perú (había llegado de España con la Gasca) "pensaron que me podían engañar, y que, si Gonzalo me hablaba de que tenía cuatro mil hombres, yo lo daría por cierto". Por otra parte, estaban tan desesperados, que se aferraban a él como una última esperanza, por ser el enviado de Pedro de la Gasca: "Como hombres que estaban a punto de ahogarse, se agarraban a mí porque no hallaban otro asidero". Sin embargo, nadie confesaba lo que sentía: "Era tanto el miedo que los hombres tenían en Lima, que a nadie le oí palabra por la que yo pudiese asegurarme de que deseaba servir al Rey". Así, por ejemplo, Martín de Robles (de cuyos sarcasmos ya hemos hablado), más tarde se pasó al bando del Rey, pero en Lima no se atrevió a decirle nada. El viaje de vuelta marítimo de Paniagua fue otra odisea, en la que le llegaban noticias confusas de la navegación de los navíos de Aldana, y del de La Gasca. Y viceversa: a él le habían dado por muerto. En su informe califica a diversas personas que fue viendo en los puertos: "El clérigo Baltasar de Loaysa es el más apasionado servidor del Rey que me he encontrado. En Trujillo encontré a dos frailes mercedarios que merecían ser quemados". Cita a otros que eran partidarios del Rey, como Juan Rubio, Martín Prieto, Palomino, Mercadillo y Procel. Al divisar los navíos de Aldana, se unió a ellos, rumbo a Lima de nuevo, y da un dato curioso. En total, Pizarro creyó que eran seis los barcos, y, viéndose sin artillería, echó a pique los siete suyos para que no se apropiaran de ellos. Recordemos que, cuando se enteró el bravo Francisco de Carvajal, se enfadó mucho, y, según Paniagua, con razón, porque los podían haber preparado y tener una victoria segura. Termina diciendo: "Escribo esto en la ciudad de San Miguel (la primera española de Perú, fundada en 1532), adonde llegué desde Tumbes, por mandato de vuestra señoría, para cosas cumplideras al servicio de su Majestad. Primero de agosto de 1547. Firmado: PASCUAL HERNÁNDEZ PANIAGUA DE LOAYSA".



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