(756) Como entonces llegó Gonzalo Pizarro
a Mala, el cronista Santa Clara le explica al lector que en ese lugar se
acentuó mucho el conflicto que llevaban tiempo arrastrando Francisco Pizarro y
Diego de Almagro. Lo dejaremos de lado porque ya es cosa vista en esta
historia, y en su día ampliamente comentada. Sigamos a Gonzalo Pizarro con su
cruz a cuestas: "En este pueblo huyeron otros soldados suyos, y él se fue
a Guarco, lugar donde tenía su encomienda de indios Pedro Martín de Cecilia, y
donde estaban los orígenes de la gran ciudad del Cuzco. En este paraje, quiso
el licenciado Benito Juárez de Carvajal, con ayuda de sus amigos, matar a
Gonzalo Pizarro, y, como aquella noche tuvo puesta buena guardia, no se
atrevieron a hacerlo. A media noche, huyeron él y Gabriel de Rojas, a quien
había dado el estandarte, y con este se fueron Gómez de Rojas, su sobrino,
Gabriel Bermúdez, Lope Martín, portugués, Pedro Gutiérrez y otros soldados,
hasta treinta, y se fueron a la ciudad de Lima a servir a Su Majestad. Cuando
lo supo el gran tirano, le pesó mucho, porque causó gran turbación en el
ejército, que estuvo a punto de deshacerse del todo; pero después se calmaron
por la habilidad del maestre de campo (el muy competente Francisco de
Carvajal)".
Una cosa le sorprendió mucho a Gonzalo
Pizarro: "Se preguntaba por qué motivos se habría marchado el licenciado
Carvajal, tras haber hecho cosas tan comprometidas como haber cortado la cabeza
al virrey, y otras contra el servicio a Su Majestad. Esto mismo decían la
mayoría de los soldados, principalmente Carvajal, y creían que había recibido
cartas de su hermano, el obispo de Lugo. Se pensó también que le movió que,
habiendo sido escogido para ir como capitán a Trujillo o Cajamarca para
desbaratar a Diego de Mora o matarlo, después le dieron el cargo a Juan de
Acosta, por consejo de Francisco de Carvajal, quien, además, había querido
ahorcarle afrentosamente. Pizarro se arrepintió también de no haberle casado
con Doña Francisca Pizarro, su sobrina, hija del marqués Francisco Pizarro,
pues hacía días que lo traía pensado, y se lo estorbó por entonces el
licenciado Cepeda, diciéndole que se hiciera primeramente Rey del Perú. Muy
enojado por su huida. Gonzalo Pizarro envió tras él a Pedro Martín de Cecilia
con cincuenta arcabuceros, quienes tuvieron que volverse por no poder
alcanzarlo. Cuando regresaban, huyeron cinco de los soldados, y se fueron a
Lima. Al saber Carvajal y Bachicao que Pedro Martín no pudo apresar al
licenciado Carvajal y a los que escaparon con él, rabiaron como perros, pues
tenían intención de cortarles la cabeza a todos ellos".
Siguió Gonzalo Pizarro su triste marcha,
sin poder impedir que constantemente sufriera abandonos. En el pueblo e
Lunaguana huyeron doce soldados. En el pueblo de Chincha, lo hicieron veinte;
envió gente tras ellos, y no solo les fue imposible alcanzarlos, sino que,
además, cinco de los perseguidores se fugaron a Lima. Gonzalo y los suyos vieron
pasar por la costa uno de los cuatro navíos de la flota que les arrebató Pedro
de la Gasca. Se dirigía a Arequipa con la misión de repartir propaganda al
servicio del Rey. Por si fuera poca tanta desdicha, llegó otro gran mazazo:
"Estando en este pueblo, se enteró Gonzalo Pizarro de que Lorenzo de
Aldana había entrado en la ciudad de Lima y se había apoderado de ella, con la
conformidad del cabildo y de sus habitantes".
(Imagen) No encuentro ninguna réplica de
Pedro de la Gasca a las acusaciones que le hizo ALONSO DE ALVARADO, pero veamos
una carta en la que se ve el gran aprecio que Alonso le tuvo anteriormente, así
como la gran amistad que había mantenido con Gonzalo Pizarro, a quien se la
dirige el 16 de agosto de 1546 desde Panamá. El texto rezuma falsedad de estilo
diplomático, ya que se la envió para convencerle de que acatara la autoridad de
Pedro de la Gasca, como representante del Rey. Empieza diciéndole: "Sé que
a vuestra señoría no le han faltado trabajos de espíritu y de obra, pero espero
que todo sea para acrecentamiento del aprecio que tiene en España. Tendrá ayuda
para mejorar su estado descansadamente con la intención que para ello trae el
licenciado La Gasca, pues Su Majestad le ha mandado que dé paz en todas las
cosas. Certifico a vuestra señoría, con la buena voluntad que siempre conoció
de mí estando a su servicio, que el licenciado La Gasca es persona de tanta
bondad como jamás he conocido a otra, y el que más sana intención trae para
hacer el bien a todos los que están en estas partes". Luego oculta el dato
de que Hinojosa le ha traicionado, y le dice a Gonzalo, haciendo encaje de
bolillos: "Dado que el general Hinojosa le escribirá a vuestra señoría más
largamente, sólo le diré que Dios le ha hecho a vuestra señoría la gran merced
de haber iniciado cosa de tanta honra y valor. Le ha guiado muy bien en ella, pero
lo que ha de procurar en adelante es seguir el parecer de los que bien le
quieren y desean servirle, que son muchos, aunque creo que nadie nos hará
ventaja en eso al general Hinojosa y a mí. Le suplico a vuestra señoría que no
tome parte en novelas que alterarán su generoso ánimo, pues le certifico que
están las cosas en el punto más alto, de lo que puede resultar mucho bien o
mucho mal". Su texto es claro para nosotros, que sabemos lo que Gonzalo
desconocía, a quien lo envuelve, además, en una redacción confusa, dejando
interrogantes. También le animaba a que se casase, como había hecho él en
España, "porque la vida, sin esto, es una burla". Una pequeña aclaración:
Alvarado nació en Secaduras (Cantabria), pero fue criado por una tía suya en
Hontoria de la Cantera (Burgos), lo que confunde a veces a los historiadores.
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