martes, 30 de junio de 2020

(Día 1148) Un caso encomiable: Antonio de Robles prefirió morir a renegar de Gonzalo Pizarro. Aunque Diego Centeno, eufórico por su triunfo, pensó en ir a repetirlo en Lima, le aconsejaron que permaneciera en el Cuzco.


     (738) Quedaba otro asunto con el que Centeno no se precipitó: "Desde que entró Diego Centeno en el Cuzco, supo dónde estaba Antonio de Robles, y, por reverencia de la fiesta, no mandó sacarlo del monasterio, pero le puso vigilancia para que no se marchase a Lima. Al otro día, envió al padre Domingo Ruiz para decirle que se presentara, dándole garantías de que no se le haría ningún daño. Como no quiso hacerlo, mandó a Luis de Ribera y a Francisco Negral para que se lo trajesen a la fuerza, porque a los traidores no les valía el amparo de la Iglesia. Lo trajeron muy cercado de arcabuceros, y Centeno lo recibió con buen semblante, y, sin decirle nada, lo envió prisionero a casa del teniente Hinojosa. Se dio por hecho que pronto mandaría cortarle la cabeza. El reverendísimo obispo Juan Solano fue a casa de Diego Centeno y le rogó que le concediera la vida al capitán Antonio de Robles, pues todo lo que había hecho era por mandato de Gonzalo Pizarro. El general Diego Centeno, por complacer al obispo, dijo que le perdonaba, pero con la condición de que abandonase a Gonzalo Pizarro y se pusiese al servicio de Su Majestad. Cuando fueron a comunicárselo, respondió diciendo que prefería que Centeno le quitase la vida a negar a Pizarro, a quien tenía como un padre que le había hecho muchas mercedes. Por esto y por otras cosas que dijo con gran soberbia y contra el honor de Diego Centeno, mandó cortarle la cabeza, y también porque creyó que, si le dejaba con vida, había de revolver la ciudad y amotinar a los soldados, ya que era hombre inquieto y mal asentado". En un informe (11 de agosto de 1547), le contaba Pedro de la Gasca a Francisco de los Cobos, el poderoso secretario de Carlos V, lo ocurrido: "Llegó Diego Centeno al Cuzco, y Antonio de Robles quiso resistírsele, pero él entró en la ciudad, le prendió, arrastró e hizo cuartos de él, pues había sido muy secuaz de Gonzalo Pizarro".
     A Diego Centeno no le faltarán días amargos hasta llegar al triunfo final, pero este primer éxito después de su larga huida de las garras de Carvajal, le había dado una gran satisfacción, porque  lo consiguió con astucia, siendo la tropa de Robles seis veces mayor que la suya: "Viéndose, pues, Diego Centeno hecho señor de esta gran ciudad y de tan buen ejército, y todos puestos al servicio de Su Majestad (no fallaba: tropa derrotada, tropa asimilada), se alegró en gran manera, dando gracias a Dios por ello. Luego comenzó a pensar en cosas más altas. Platicó un día con sus capitanes y con el teniente Alonso Álvarez de Hinojosa sobre si sería bueno ir a la ciudad de Lima contra Gonzalo Pizarro, pero opinaron que era mejor esperar, porque entonces había mucho que hacer en el Cuzco. Lo que sí se hizo fue nombrar capitanes, los cuales fueron: Pedro de los Ríos, vecino del Cuzco, Juan de Vargas, hermano de Garcilaso de la Vega, estando este entonces en la ciudad de Lima con Gonzalo Pizarro, y Luis de Ribera; a Luis García San Mamés lo nombró sargento mayor, y, a Diego Álvarez del Almendral, sargento mayor". Al decir Santa Clara que Sebastián Garcilaso estaba en Lima con Gonzalo Pizarro, hace menos creíble la versión que daba su hijo, el cronista Inca Garcilaso, con respecto a su actitud cuando le perdonó la vida. Insistía en que su padre vivía con Gonzalo Pizarro, pero sin participar en las batallas. No resulta verosímil, porque, de ser cierto, se trataría de un caso único en medio de las turbulentas guerras civiles: para que no los mataran, los vencidos habían de militar en la tropa del vencedor. Santa Clara nos saca después del Cuzco, para trasladarnos a Arequipa, y contar lo que le ocurrió allí a Lucas Martínez Vegaso. Ya le dediqué una imagen a Vegaso, pero lo que narra el cronista aporta mucho para conocer mejor al personaje.

     (Imagen) ¿Era posible la lealtad inquebrantable en aquel infierno de traiciones? Hubo casos tan excepcionales como los mirlos blancos. ANTONIO DE ROBLES, el hermano del Martín de Robles, fue absolutamente fiel, pero a una causa nefasta. Estuvo al servicio de Vaca de Castro derrotando a Diego de Almagro el Mozo en la batalla de Chupas. Al llegar el virrey Blasco Núñez Vela, optó, equivocadamente, por secundar a los oidores cuando lo apresaron (aunque luego huyó), y le otorgaron, por su valía, el cargo de maestre de campo de las tropas. Después entró Gonzalo Pizarro a Lima, suplantó en el mando a los oidores, haciéndose reconocer por la ciudad como gobernador, y entonces surgió el 'flechazo' de ANTONIO DE ROBLES. Se entusiasmó con Pizarro, participaron juntos en la derrota definitiva del virrey, y, más tarde, llegó al extremo de morir por no renegar de él, como los mártires de Cristo. Francisco de Carvajal, quien, a pesar de su crueldad, era muy amigo de sus amigos, lo estimaba en gran medida. Le escribe desde Lima en octubre de 1545 a Gonzalo Pizarro, siempre con vena de literato: "Antonio de Robles hace muy rectamente su oficio de servir a vuestra señoría con su persona y hacienda, como buen criado. Ciertamente, vuestra señoría debe hacerle mercedes, porque siempre se ha expuesto mucho en vanguardia a vuestro servicio, con muy buenos resultados. Ahora se ha ofrecido al sacrificio de tan duro camino, para ir con estos despachos adonde vuestra señoría. Solo le mueve a ello la afición que tiene a servirle y verle la cara, y bien creo que está de suerte, porque debe de haber pensado lo que suelen decir: 'Hombre que tu gesto vea, jamás puede ser perdido' (quizá en el sentido de que siempre le sería fiel si le trataba bien). Por eso, vuestra señoría debe mirar estas cosas: la primera, que es vuestro servidor; la segunda, que es hermano del capitán Martín de Robles; la tercera, que es hidalgo; la cuarta, que está casado; la quinta, que, si vuestra señoría podría vivir sin él, él no puede vivir sin vuestra señoría ni vuestras mercedes; la sexta y más principal, que, aunque hubiese alguna falta en nosotros, las ha de suplir vuestra señoría como buen señor".



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