(729) Resulta curioso que refugiarse en
sagrado tuviera tanta eficacia, aunque no siempre funcionara el truco. Hubo
jueces abusivos en las Indias que no lo respetaron, y así, por ejemplo, el gran
obispo fray Juan de Zumárraga tuvo un duro encontronazo en México con el poco
presentable oidor Juan Ortiz de Matienzo, quien sacó de una iglesia a alguien
que huía de sus abusos, y lo ahorcó. Ahora veremos que Francisco de Olmos,
después de matar a Manuel Estacio, salió bien parado. Dice Santa Clara: "Los
alcaldes de la ciudad y los soldados de Estacio fueron enseguida a sacar a
Francisco de Olmos de la iglesia para matarlo, pero fue muy defendido por el
cura, los ocho soldados que había llevado consigo y ciertos vecinos que eran
buenos amigos suyos, y, al ver que no lo podían sacar, lo dejaron allá para que
muriese de hambre, y pusieron gente para que no escapase. Al verse cercado,
llamó a los alcaldes y a los amigos de Estacio, y les insistió en que estaban
obligados a servir a Su Majestad, recordándoles también los perdones y
revocaciones que el Rey prometía a quienes lo hicieran, como ya sabían por las
copias de los documentos que les había enviado Diego de Mora. Oído todo esto,
se apaciguaron los del pueblo, y se pusieron al servicio de Su Majestad, porque
había muchos que lo deseaban, pero no lo habían hecho porque apreciaban al
capitán Estacio. Después se fueron, todos de acuerdo, a Guayaquil, y, de allí,
a Cajamarca".
Ya dije en su día que me ha sido imposible
conseguir (con harta pena) el siguiente tomo del cronista Pedro Gutiérrez de
Santa Clara. Como quedan pocas páginas de este, las aprovecharé al máximo.
Aunque lo que dice a continuación se refiere a algo que ya conocemos, la muerte
de Pedro de Puelles, gran capitán de Gonzalo Pizarro, oiremos su versión
recogiendo aspectos complementarios. Puelles era el representante de Pizarro en
la ciudad de Quito. Se llevó un gran disgusto cuando supo que Pedro de Hinojosa
le había entregado la armada a Pedro de la Gasca: "Con gran furia bramaba
y decía que él iba a matar con sus propias manos a los capitanes traidores.
Como era gran amigo de Gonzalo Pizarro, comenzó a juntar gente y a preparar
armas. Nombró capitanes a Rodrigo de Salazar, natural de Toledo, comúnmente
llamado el 'Corcovado', y a Francisco de Ovando el 'Isleño', hijo del doctor
Ovando, siendo el maestre de campo Diego de Urbina, quien había tenido el mismo
cargo con el virrey Blasco Núñez Vela (y al que en algún momento traicionó),
porque valía mucho para tal oficio. Puelles se encargaba de la
caballería".
Como hemos visto en otras ocasiones,
algunos jugaban sucio para ganarse el favor de los líderes. Es lo que hizo el
Corcovado: "Rodrigo de Salazar, por ganar reputación ante Su Majestad y
con el presidente La Gasca, determinó matar a Pedro de Puelles, y se lo dijo en
secreto a ciertos soldados que eran valientes, llamados Morillo, Tirado y
Hermosillo, más algunos otros que estaban a mal con Puelles, y decidieron
hacerlo, animados también por las noticias recibidas de que estaba a punto de
llegar el presidente Pedro de la Gasca".
(Imagen) Nadie le puede negar su gran
valía al vasco DIEGO DE URBINA (del que ya hablamos), pero fue una víctima más
de los comprensibles cambios de chaqueta cuando te amenazan con una
decapitación. Hubo varios capitanes con el mismo nombre, pero, poco a poco, he
ido definiendo su perfil. Mantuvo, en general, su fidelidad a los Pizarro.
Cuando llegó el virrey, se puso a su servicio, y, sin embargo, en la batalla
que acabó con la vida del alto dignatario, Diego estaba ya de nuevo en el bando
de Gonzalo Pizarro, y, de hecho, fue uno de los demandados por su valerosa
viuda, Brianda de Acuña. Acabamos de ver que el pizarrista Pedro de Puelles (a
quien enseguida van a matar) le ha nombrado en Quito a Diego maestre de campo
de sus tropas, porque, como dice el cronista Santa Clara, "valió mucho
para tal oficio sirviendo al virrey". Unos meses antes de ese nombramiento,
en noviembre de 1546, Diego de Urbina escribió una carta que muestra claramente
su total implicación con Gonzalo Pizarro. Se la dirige desde Quito a un sobrino
suyo, residente en el Cuzco. La resumo: "Señor sobrino. Mucho me ha
alegrado que hayáis servido al señor gobernador (el ilegítimo Gonzalo
Pizarro) y a su maestre de campo (el temible Carvajal) tan bien como
me han dicho. Ya sabéis cuán buen señor es el gobernador, mi señor, y cuán bien
paga a los que le sirven. Si estáis ya en Lima, poned mucha diligencia en que
se sentencie un pleito mío, y hablad sobre ello con el gobernador, pues pronto
lo sentenciará su Majestad (extraña ingenuidad la de aquellos rebeldes).
Os pido que vengáis en el primer navío que salga para acá. Yo le he escrito al
maestre de campo Carvajal suplicándole que os coloque en casa del señor
gobernador, como secretario, o cualquier otra cosa. Traedle a la memoria que
espero que lo haga por mí, y porque le habéis servido bien al gobernador".
DIEGO DE URBINA, convencido por Pedro de la Gasca, traicionó más tarde a
Gonzalo Pizarro. Parece ser que vivía en el Cuzco el año 1551, pero murió poco
después, de un arcabuzazo, luchando contra los últimos rebeldes.
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