martes, 2 de junio de 2020

(Día 1124) Eran muchos los partidarios de Gonzalo Pizarro que odiaban a Francisco de Carvajal. Cuando este se enteró decidió ir a Lima para aclarar las cosas. Pero antes de salir del Cuzco tuvo que evitar un conflicto entre dos capitanes.


     (714) Voy a aprovechar al máximo lo que queda del tercer tomo del libro de Pedro Gutiérrez de Santa Clara, ya que no consigo encontrar el cuarto. Es una lástima, porque estoy llegando a la conclusión de que, sopesando defectos y virtudes, es el mejor de los cronistas, a pesar de haber tenido poco reconocimiento. Nos cuenta ahora por qué Francisco de Carvajal se volvió a Lima: "Había en esta ciudad muchos que deseaban la muerte al maestre de campo Francisco de Carvajal, entre los cuales estaban los licenciados Diego Vázquez de Cepeda y Benito Suárez de Carvajal, así como Juan de Acosta y otros, pero le querían mal por la envidia que le tenían. La causa era que, en Lima, el tirano Gonzalo Pizarro, si pensaba hacer mercedes a algunos, primeramente le escribía a Francisco de Carvajal para saber su opinión. También le odiaban porque era muy bravo, soberbio, cruel, carnicero y matador de hombres, pues, a diestro y siniestro y sin ningún miramiento, los mandaba matar y hacer cuartos sin confesión, y, además, se había enriquecido mucho. Decían en secreto y en público mil injurias y males de él, y que se quería alzar en las Charcas y hacerse señor de aquella tierra".
     El malestar llegó al extremo de que se publicaban pasquines anónimos contra su reputación, que después se consideraron promovidos por los dos licenciados y por el capitán Juan de Acosta. En ellos se denunciaba una rebelión de Francisco Carvajal contra Gonzalo Pizarro, financiada con la mucha plata que había robado: "Como estos hombres estaban llenos de envidia y de rencor contra él, fueron algunos adonde Gonzalo Pizarro, le dijeron todo lo que se hablaba de Francisco de Carvajal, y le pidieron que pusiese remedio enviando mucha gente contra él, para  apresarlo o matarlo antes de que hiciese gran daño, pues ya bastaba tener el conflicto con el licenciado La Gasca". Aunque Gonzalo Pizarro les respondió que no podía creer nada de lo que se le acusaba a Carvajal, "le escribió diciéndole lo que se hablaba de él, y ordenándole que viniese lo antes posible para que pusiese freno a los mentirosos y envidiosos; le añadió que convenía especialmente su presencia para dar su consejo, porque, estando él ausente, no sabía qué hacer acerca de la flota que, estando en Panamá, se había entregado al presidente La Gasca".
     Francisco de Carvajal se irritó sobremanera cuando supo los comentarios que se hacían en Lima sobre él, y decidió de inmediato partir, como le pedía Gonzalo Pizarro, con ganas, además, de llegar pronto para tomar venganza contra los difamadores. Cuando ya estaban todos prestos para la salida, se produjo un incidente: "Hubo malas razones, y peores palabras, entre Juan Vázquez de Ávila, que era alcalde del lugar, y Diego de Almendras, hermano del capitán Martín de Almendras, que allí estaba, y dicen que fue por culpa del alcalde, quien pidió ayuda para prenderlo, pero nadie se atrevió a hacerlo, por miedo a Francisco de Carvajal, quien, con gran presteza, se puso en medio de los litigiosos. Le mostró gran enojo a Diego de Almendras, y habría dado orden de cortarle la cabeza por desacato a la autoridad, de no estar presente su hermano, el capitán Martín de Almendras, y por tener en cuenta los grandes servicios que los dos le habían hecho en las batallas".

     (Imagen) En agosto del año 1547 (se iba acercando el decisivo momento de la batalla de Jaquijaguana), Francisco de Carvajal, en su estilo siempre ingenioso y mordaz, le escribió desde Arequipa una carta a Gonzalo Pizarro. Es muy reveladora, aunque hay que adivinar su sentido. Comenta lo siguiente (resumido): "Francisco de Bosso le dijo a Doña María de Cárdenas ('señora de calidad conocida', decía un cronista -de ahí el doña-), mujer de Hernando de Silva, que fuera adonde estaba su marido, para convencerlo de que volviese a su casa para obtener de vuestra señoría (G. Pizarro) que le perdonara la vida, y que, para esto, sería oportuno matar a Centenillo (Diego Centeno), y doña María partió esa misma noche. Doña María Calderón, mujer de Jerónimo de Villegas, viendo que doña María de Cárdenas marchaba, pensando que huía, ella también huyó". Luego habla de lo que hacían otras dos mujeres, y de que los vecinos estaban muy arrepentidos de lo que ellos habían hecho (en contra de Gonzalo). Y dice amenazante: "Aseguran que desean volver a servir a vuestra señoría, pero créame que esta ciudad es totalmente traidora, y lo son su río, el sol que la alumbra y el aire que la sostiene". Hiela la sangre pensar que a esa María Calderón la va a ahorcar de una ventana (como ya vimos), por ser ella dirigente de un grupo de mujeres públicamente opuestas a Gonzalo Pizarro (entre las que quizá estuvieran las otras dos a las que alude). Pero HERNANDO DE SILVA era demasiado astuto para poder atraparle. Fue tercer Señor de Ciudad Rodrigo (Salamanca), donde nació. Había luchado con Carlos V en las guerras europeas. Llegó a Perú con Hernando Pizarro. Siendo vecino de Arequipa, se opuso a que Lucas Martínez Vegaso (a quien ya conocemos), por orden de Gonzalo Pizarro, se llevara la plata de la ciudad (de ahí su huida). Pero no pudieron con él. Es muy significativo de su lealtad a la Corona que volviera a España en 1548 después de la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro. Acompañó a Felipe II a Flandes. Batalló el año 1558, como maestre de campo, en Alejandría de Palla (Italia), y hay constancia de que, en 1568, aún vivía.



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