(726) Seguiremos de momento el camino que
marca el cronista Santa Clara. Nos describe a Gonzalo Pizarro en una situación
de desconcierto, porque veía el panorama cada vez más amenazante. Se acabó la
desatada euforia producida por su brillante victoria contra el virrey Blasco
Núñez Vela, y sabía, por mucho que fingiera verlo de otra manera, que el hecho
de haberlo matado (algo que él no deseaba) suponía una ruptura definitiva con
el Rey. Así que tocaba vencer o morir. Estaba muy preocupado por la llegada de
Aldana al mando de los navíos que el traidor Hinojosa le había entregado. Se
sintió desprotegido, y buscó refuerzos: "Pidió a todos sus capitanes
emplazados en otros lugares que trajesen pronto a la ciudad de Lima todos los
hombres y armas que tuviesen consigo. Y, con este mandato, escribió a Quito, a
San Miguel, al Cuzco y a Arequipa, donde estaban al mando, respectivamente,
Pedro de Puelles, Bartolomé de Villalobos, Antonio de Robles y Lucas Martín
Vegaso. También mandó el aviso a Las Charcas (donde estaban Alonso de Mendoza y
Juan de Silveira), Huamanga, Huánuco, Levanto, Puerto Viejo, Chachapoyas y
Guayaquil, así como a las zonas por donde andaban los capitanes Proceli y
Mercadillo. Pero de ninguna de estas partes le vino socorro, como luego
diremos".
Con la orden les mandaba un escrito plañidero,
quejándose de la injusticia de los enemigos, y especialmente de quienes le
habían traicionado, muy dolido, sobre todo, por lo que le había hecho Lorenzo
de Aldana: "Bien sabéis que envié a Panamá a Lorenzo de Aldana para que
desde allí fuese a España e informase a Su Majestad de cosas muy necesarias
para el provecho de todos. Como mal hombre, ingrato y olvidado de todos los
beneficios que yo siempre le hice, ha entregado la flota mía a Pedro de la
Gasca, y él viene ahora, hecho capitán, contra nosotros, para destruir nuestras
vidas". Siente tanto odio contra Aldana, que le echa la culpa de que Pedro
de le Gasca haya cambiado de actitud, logrando que esté dispuesto a iniciar una
guerra de la que antes nunca habló, pues sus mensajes siempre fueron de concordia
y cortesía. Pasando por alto la traición de Pedro Alonso de Hinojosa, dice que
fue Lorenzo de Aldana quien entregó la flota, "y, con cuatro navíos que yo
tenía en Panamá, que me habían costado más de cien mil ducados de buen oro,
viene ahora para hacer mayor escarnio y burla de nosotros". Les advierte
que no deben hacerse ilusiones con respecto a los perdones que ofrece Pedro de
la Gasca, porque se refieren a los capitanes que echaron de Lima a Blasco
Núñez, en lo cual no intervino él, ni tampoco sus hombres: "Pero estos
perdones nada tiene que ver con la batalla que hubo contra Blasco Núñez Vela,
ni con s muerte. Que nadie se engañe con estos perdones tan falsos, pues son el
cebo para pescarnos a todos".
Ha basado sus argumentos en la maldad de
las maniobras de Aldana, con las que consiguió que Pedro de la Gasca se
preparara para la guerra, y eso, según él, justificará ante el Rey que ellos
reaccionen: "Todas estas cosas son contrarias a la voluntad de Dios
Nuestro Señor y de Su Majestad, y hacen que se pueda hacerle a La Gasca
justamente la guerra a fuego y a sangre, porque se ha salido de los límites de
lo que el Rey le ha permitido".
(Imagen) Entre los hombres que huyeron de
Trujillo con Diego de Mora para unirse a Pedro de la Gasca, estaba ANTÓN
CUADRADO. Como la de otros muchos que suenan poco, su vida fue un novelón. Fue
uno de los fundadores de la ciudad de Panamá. Después estuvo junto a Francisco
Pizarro desde el principio de la terrorífica campaña del Perú, aunque no fue
uno de los heroicos Trece de la Fama. Se marchó de la isla del Gallo harto de
sufrir. Poco antes (año 1527) había enviado una carta desesperada a un
funcionario de Panamá, en la que criticaba duramente a Pizarro, aunque el gran
conquistador debe ser disculpado porque las circunstancias exigían un mando con
pocas contemplaciones: Pizarro y los doce héroes que se quedaron con él sabían
que, si se retiraban a Panamá, se les habría anulado el permiso para continuar
aquella loca conquista. Esto es parte de lo que escribió Antón Cuadrado:
"Habéis de saber, señor, que Pizarro hace que nos caguemos de miedo.
Estamos muy flacos y amarillos, muriéndose de pura hambre cada semana tres o
cuatro. De haber sabido lo de acá, no habría venido. En tres años que llevo
metido en esta campaña, han muerto ciento treinta cristianos". En 1534,
volvió a Perú con Pedro de Alvarado. En la memoria de méritos (la de la imagen)
que presentó ANTÓN CUADRADO el año 1561, seguía como vecino de la peruana
Trujillo. Le pide al Rey alguna merced por su extrema necesidad y la de sus
siete hijos. Dice que "de resultas de los padecimientos y enfermedades de
las campañas, vine a quedar ciego de los dos ojos". Por eso, al hablar de
sus servicios posteriores, señala que 'contribuyó' para las guerras del virrey
y de Pedro de la Gasca, y 'ayudó' a los oidores de la Audiencia contra el
rebelde Hernández Girón. Es decir: colaboró económicamente, porque su ceguera
le impedía luchar. Oculta el dato de que, antes de huir con Diego de Mora,
apoyó (sin duda forzosamente) a Gonzalo Pizarro, al que le pidió ayuda en una
carta, "porque se le habían marchado en Huambacho los indios de su
encomienda, al haber matado a latigazos Diego Contias a su cacique". En
1574, ya fallecido ANTÓN CUADRADO, reclamaba su herencia una hija suya.
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