(736) Las deserciones de los partidarios
de Gonzalo Pizarro se producían en cadena: "Centeno y los suyos se
detuvieron para estudiar el ataque cerca de unos molinos que estaban próximo a
la ciudad del Cuzco. Entonces llegó adonde ellos Francisco de Aguirre, hermano
de Perucho de Aguirre (a quien había matado en Huamanga Francisco de Carvajal),
con varios acompañantes, enviado por el capitán Antonio de Robles para que
vigilara a Centeno y a sus hombres, pero, al verlos, se quedó con ellos. Como
no volvió, pensó Robles que los habían apresado a todos. Diego Centeno se
alegró mucho viendo a Aguirre y a sus soldados, y más aún cuando le dijeron que
Alonso Álvarez de Hinojosa y muchos vecinos estaban deseando que entrasen en la
ciudad. Luego, yendo Francisco de Aguirre como guía, entraron todos en la gran
ciudad del Cuzco por la calle que llaman del Arroyo. Antes de llegar a la
esquina que daba acceso a la plaza, fueron oídos por los de Robles y por los
vecinos, los cuales formaron gran alboroto por dudar entre impedirles el acceso
o dejarles entrar porque ellos eran suficientes para desbaratarlos. Antonio de
Robles, viendo que todos mostraban grandes deseos de pelear, tomó el escuadrón
de infantería y se fue a la entrada de la plaza. Estando los dos grupos a tiro
de arcabuz, comenzaron a disparar, y esto se hacía a bulto, porque la noche era
muy oscura. Como erraban los tiros, se fueron acercando los dos frentes hasta
darse de lanzadas con las picas. Antonio de Robles, encabezando a los suyos con
una pica en la mano, detuvo por un rato al pequeño escuadrón de los contrarios,
y daba voces a sus hombres para que se animasen. Casi logró vencer a los de
Diego Centeno, pero, por ser la calle estrecha, solo pudieron matar a un buen
soldado, que se llamaba Alonso Pérez de Esquivel, de un arcabuzazo que le
dieron en el pecho. Diego Centeno, como hombre animoso, tomó una pica en las
manos, y arremetió contra los contrarios. Topó con Diego de Maldonado el Pobre
(no era pobre, sino más pobre que el Rico), con el cual comenzó a combatir.
Maldonado, que era soldado viejo, derribó a Centeno herido de dos picazos. Un
soldado, para defenderlo, le alcanzó a Maldonado con un arcabuzazo en el pecho,
y fue cosa extraña que la bala dio en un libro de Horas que llevaba, pasando
solo hasta la misa de Nuestra Señora, que era la que siempre leía. Se levantó
Diego Centeno prestamente, y siguió animando a los suyos, quienes mataron
entonces a Martín Ruiz de Argote".
El enfrentamiento estaba muy igualado,
pero parece ser que la especialidad de Centeno era sorprender al enemigo:
"Como seguía la lucha, Centeno recurrió a un ardid. Mandó a sus jinetes
que se apearan y desenfrenasen los caballos. Lo hicieron de inmediato, y
echaron los caballos por delante tras azuzarlos con las picas y las espadas en
las ancas, para que desbaratasen al escuadrón de Antonio de Robles. Como los
caballos eran buenos y briosos, arremetieron con gran furia, y derribaron por
el suelo a muchos de los contrarios, atropellándolos, por lo cual fueron
desbaratados. Aunque Antonio de Robles
pidió ayuda a los de su caballería, creyeron que intentaba huir, y así ellos,
faltándoles el ánimo, se pusieron en fuga, con lo que Diego Centeno resultó
vencedor".
(Imagen) MARTÍN DE ROBLES era hermano, más
joven, del Antonio de Robles que estamos viendo enfrentado a Diego Centeno. Nació
en Melgar de Fernamental (Burgos), era hijo de Antonio de Robles y llegó a las
Indias en 1535, como consta en el registro de embarque de la imagen. Fue un
personaje brillante, pero alocado y chulesco, del que habrá que sintetizar su
trepidante y cambiante biografía. Luchó contra Diego de Almagro el Mozo, bajo
el mando de Vaca de Castro. Continuó en la legalidad al servicio del virrey
Núñez Vela, pero solo hasta que fue depuesto por los oidores de Lima, a los que
también abandonó para seguir a Gonzalo Pizarro cuando se apoderó de la ciudad. Y,
de esta manera, fue con él partícipe en la batalla que acabó con la derrota y
muerte del virrey. Ya entonces Gonzalo Pizarro, aunque le premió por sus
servicios, se sentía molesto cuando le oía hablar despectivamente del Rey. Con
el mismo 'estilo literario' de Francisco de Carvajal, le encantaba soltar
frases sarcásticas, groseras, ingeniosas y crueles (y le costará la vida). Más
tarde, se pasó al bando legítimo de Pedro de la Gasca. Vencido y muerto Gonzalo
Pizarro, el gran La Gasca, después de dos años se fue a España, lo cual originó
un progresivo deterioro social que desembocó en nuevas rebeliones. Los primeros
sediciosos trataron de enemistar a Martín de Robles con Pablo Meneses, que
ostentaba en Potosí la autoridad legítima. Utilizaron el sucio bulo de
asegurarle a Robles que Meneses estaba liado con su mujer, Juana de los Ríos. Casi
llegaron a enfrentarse en duelo, pero se calmaron, y hasta acordaron el extraño
compromiso de que Meneses, ya de 70 años, se casara con una hija de Robles cuando
cumpliera los doce. Por ley de vida, Meneses falleció pronto, y la jovencita,
tras heredar a Meneses, se unió en matrimonio a un joven mayor de edad, sobrino
del fallecido. Lo último que le ocurrió a Martín de Robles, fue que el virrey
Marqués de Cañete, harto de sus comentarios burlescos, aunque amparándose en
viejas traiciones, dio orden de que lo ahorcaran. Al Rey le sentó fatal esa
injusticia, pero es lo que tiene jugar con fuego: MARTÍN DE ROBLES se jactaba
de que "prefería perder un amigo a privarse de un dicho gracioso y
agudo".
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