(728) A medida que pasaba el tiempo y que
Pedro de la Gasca se acercaba a Lima, el andamiaje militar de Gonzalo Pizarro
se iba tambaleando. Santa Clara narra hechos que ya hemos conocido de pasada,
pero, como siempre, los condimenta generosamente. Así que escucharemos lo que
dice: "Gonzalo Pizarro envió a
Hernando Alonso a Huánuco para decirle a su teniente Juan de Saavedra que
viniese con la gente que había juntado, pero no quería salir de la ciudad
porque, tras recibir unas cartas de Lorenzo de Aldana que lo animaban a pasarse
al servicio de Su Majestad, determinó hacerlo así. Después preparó a sus
hombres, haciéndole creer a Hernando Alonso que lo hacía para ir a Lima, donde
estaba Gonzalo Pizarro. Salió cuatro días después con los suyos, y, en el
camino les expuso su intención de irse adonde Pedro de la Gasca, explicándoles
por qué lo hacía. Parece ser que los soldados lo deseaban, pues, sin que
ninguno se opusiese, se le ofrecieron todos, de lo que el capitán se alegró
mucho. De allí llevó a todos al pueblo de Cajamarca, menos a Hernando Alonso,
Francisco de Espinosa el Zamorano, y tres soldados que no quisieron hacerlo,
sino que fueron a dar noticia de ello a Gonzalo Pizarro, el cual recibió
grandísimo pesar y enojo. Luego Pizarro envió a Francisco de Espinosa a Huánuco
para que les quemasen las casas y les destruyesen las heredades a los que le
habían traicionado". Se encontraron en un paso estrecho con resistencia de
los indios, que estaban protegiendo las propiedades que tenían los españoles en
Huánuco. No obstante, Francisco de Espinosa pudo volver con una pequeña partida
de ganado. Gonzalo Pizarro comprendió que no tuvo más posibilidades, y luego le
premió su fidelidad nombrándolo su maestresala, sustituyendo a Gómez de Solís,
a quien había enviado a Panamá (quizá no supiera aún que también Solís le había
traicionado).
Asimismo, el capitán Juan Porcel (al que
Santa Clara llama 'descubridor de tierras nuevas') se pasó al bando de Pedro de
la Gasca, y se fue a Cajamarca con sus soldados para servirle al Rey.
Recordemos que allí estaba Diego de Mora encargado de organizar nuevas tropas
para ir contra Gonzalo Pizarro, a quien le quedaban pocos meses de vida. En
cuanto a Porcel, ya dijimos que Pedro de la Gasca, aunque no se quejara de sus
servicios, siempre le tuvo cierta desconfianza, porque había sido uno de los
capitanes más adictos a Gonzalo Pizarro.
La versión de Santa Clara sobre la muerte
de Manuel Estacio (recordemos que tenía un carácter muy violento) es bastante
más dramática que la que vimos anteriormente, y, además, nos muestra a su autor
con más razones para hacerlo, no el simple deseo de agradar a Pedro de la
Gasca: "Se rebeló contra Gonzalo Pizarro en Guayaquil su teniente, el
capitán Francisco de Olmos, y envió mensajeros al capitán Manuel Estacio (que
estaba reuniendo gente para ir Lima,
adonde Gonzalo Pizarro), para pedirle que se fueran juntos a servir a Su
Majestad en Cajamarca. Con gran ira y enojo, Estacio les contestó diciéndoles
que le iba a matar. Al saberlo, Francisco de Olmos tomó unos ocho hombres de su
confianza, y fueron a ver a Estacio. Se recibieron bien, porque fueron viejos
amigos sirviendo a Pizarro. Olmos fingió que solo iba a convencerle para que
sirviera al Rey, y Estacio insistió en que fueran a Lima para servir a Gonzalo
Pizarro. Así estaban las cosas, cuando Olmos le dio a entender que quería
decirle algo en privado. Francisco de Olmos, con disimulo y tomándole la mano,
le sacó fuera de su casa, y, ya solos en la plaza, lo mató a puñaladas, y se
refugió en un convento".
(Imagen)
Vamos a dar un salto hasta México, porque el cronista Santa Clara, nacido en
aquellas tierras, nos revela que el protagonista de la imagen anterior,
Hernando de Cárdenas, anduvo por tierras aztecas con su hermano DON GARCÍA
LÓPEZ DE CÁRDENAS, quien ha pasado a la historia por, entre cosas, haber
descubierto el Cañón del Colorado. Tras la terrible aventura de Núñez Cabeza de
Vaca recorriendo a pie miles de kilómetros por la frontera de Estados Unidos
con México, contó que los indios hablaban de las riquísimas siete ciudades de
Cíbola. En 1540, el Virrey Antonio de Mendoza escogió a su sobrino Francisco
Vázquez de Coronado para ir a descubrirlas. Sufrieron peleas con los indios, y,
a su maestre campo, Lope de Samaniego, lo mataron de un flechazo entre los
ojos. Le sustituyó en el cargo DON GARCÍA LÓPEZ DE CÁRDENAS (nacido, de familia
noble, en Llerena-Badajoz), y, en una situación desesperada, Coronado le envió en
busca de un río del que hablaban los nativos. Iba con él Pedro de Sotomayor,
quien hizo un relato de las incidencias del viaje. Fue entonces cuando (como se
ve en la preciosa imagen de Ferrer-Dalmau, con Cárdenas a caballo) descubrieron
el inmenso Cañón del río Colorado (446 km de longitud y 1.600 metros de
altura). Dice el cronista: "Estaba la barranca tan acantilada de peñas,
que apenas podían ver el río, y, desde donde se encontraban, parecía un arroyo.
Estuvieron muchos días con harta necesidad de agua buscando la bajada, sin
hallarla, hasta que García López se vio forzado a volverse". Ya todos
juntos, Coronado y sus hombres siguieron avanzando, pero sufriendo ataques de los
indios, a los que DON GARCÍA apaciguaba muchas veces con sus dotes
diplomáticas, coda nada fácil, porque ya antes habían matado a tres frailes que
decidieron entrar solitarios en aquellas tierras para evangelizarlas. La atormentada
expedición regresó dos años después con su mito destrozado, pero habiendo
obtenido importantes descubrimientos geográficos y étnicos. Poco más se sabe
del resto de la vida de DON GARCÍA LÓPEZ DE CÁRDENAS.
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