(715) Pero con quien el cronista Santa
Clara se deshace en elogios es con el capitán Alonso de Mendoza, a quien vemos
al servicio de Gonzalo Pizarro, aunque más tarde lo abandonará. Recordemos que,
terminada esta guerra civil, fundó, por encargo de Pedro de la Gasca, la ciudad
de La Paz, la actual capital de Bolivia: "Para que no hubiese más
alborotos, Francisco de Carvajal salió de Las Charcas, habiendo dicho al
capitán Alonso de Mendoza que se quedase con veinte arcabuceros, y como
teniente de gobernador en nombre de Gonzalo Pizarro. Fue este capitán Alonso de
Mendoza uno de los más señalados hombres que hubo en Perú, al que se le daban
muy bien las cosas de la guerra, y con quien ninguna comparación tenían Pedro
de Puelles y Alonso de Toro, y como tal ha pasado a la historia. Yendo de
camino, muchos soldados de Carvajal entraban en las poblaciones de los indios y
les tomaban por la fuerza cuanto tenían, lo cual daba lástima verlo, y de esta
manera llegaron al pueblo de Viacha, para descansar allí algunos días".
Estando Carvajal en Viacha, tuvieron una
visita: "Llegó Jerónimo Ruiz de Baeza con cartas de Gonzalo Pizarro, que
entonces se encontraba ya en Lima, en las que comunicaba que enviaba a la
provincia de Chile al capitán Antonio de Ulloa con gente que le había pedido
Pedro de Valdivia, y que Ulloa quería también llevar a otros voluntarios, por
lo que le indicaba a Carvajal que lo permitiera". Ruiz de Baeza llegaba
con poderes de Ulloa para hacerse cargo de los que quisieran partir hacia
Chile. Carvajal lo recibió muy bien y colaboró gustosamente, publicando bandos
para que la gente se alistase. Casi de inmediato se presentaron más de treinta sodados
decididos a ir a Chile, y muy contentos por servir a Pedro de Valdivia y a Su
Majestad (lo cierto es que, con este cambio en sus vidas, abandonaban su
condición de rebeldes). Después de que partiera esta tropilla, "Francisco
de Carvajal mandó que fuese detrás Juan de Betanzos (extraordinaria persona
a la que dediqué una imagen) con algunos arcabuceros, para que los que iban
hacia Chile no agraviaran por los pueblos a los indios ni los cargasen ni les
tomasen algunas indias".
Luego Francisco de Carvajal hizo algo que,
según lo da a entender Santa Clara, fue una maniobra atroz: "Hizo una
lista, no sin malicia, de los que habían de seguir a los reclutados, y se la
dio a Juan de Betanzos para que los fuera llamando. Cuando Betanzos los fue
llamando, al nombrar a Francisco Rodríguez Matamoros, dijo que no podía ir,
porque tenía que llevar cinco cargas de plata a un mercader compañero suyo que
estaba en el Cuzco. Al decírselo Betanzos, Carvajal se enojó bravamente".
Sin embargo, se contuvo, y, por medio de Betanzos, le exigió que fuera, o
tendría problemas. Matamoros vio que no tenía escapatoria, pero dio una
respuesta exigente: dijo que iría si Carvajal se hacía responsable de que la
plata quedara protegida, de manera que, en caso de algún perjuicio, respondiera
él de los daños.
Fue el detonante de una catástrofe, que, quizá
planeada planeada por Carvajal, le resultó muy rentable: "Carvajal mandó
traer ante sí a Matamoros, y, cuando llegó, no le riñó, como solía hacer con
aquellos a los que apreciaba. Si reñía a alguno, no lo ahorcaba, y, cuando lo
alababa, era señal de que iba a morir (qué retorcido). Y así aconteció con este triste hombre".
Lo que anuncia una trágica escena del más
refinado sadismo.
(Imagen) En 1546 DIONISIO DE BOBADILLA iba
con Francisco de Carvajal para enfrentarse con Diego Centeno. Le llegaron al
Demonio de los Andes unas cartas en las que le decían que se cuidase de
Aguirre, Zambrano, Pineda y Bobadilla porque tenían intención de matarlo.
Carvajal ahorcó a los tres primeros, llamó a Bobadilla y le dijo que leyera las
cartas. Al ver que aparecía su nombre, se quedó conmocionado. Carvajal, que lo
consideraba un soldado muy útil, le dijo que se tranquilizara, porque no pensaba
castigarle. Más tarde se supo que la información era falsa, ya que se había
obtenido de Francisco de Guzmán a base de tormentos. Tras aclararse lo que ya
no tenía remedio, Bobadilla continuó siendo fiel a Gonzalo Pizarro. Cuando Carvajal
mató a los extraordinarios capitanes enemigos Lope de Mendoza y Nicolás de
Heredia, le encargó a Bobadilla que llevara sus cabezas a la plaza de Arequipa.
Mencionamos en la imagen anterior a Francisco de Bosso Visconti. Era italiano
(de Milán), y participó en la fundación de Arequipa. Le hemos visto como
partidario de Gonzalo Pizarro, pero cambiará de bando, y, pasado un tiempo, se
casó con la incomparable Juana Leyton, humana y valiente (de la que ya
hablamos), querida como una hija por el sanguinario Francisco de Carvajal, a la
que todo le consentía. También los psicópatas tienen su corazoncito. Así era el
protagonista de la gran película 'Al rojo vivo', para quien solo había una cosa
sagrada en esta vida: su madre. Ya hablamos de que Juana Leyton, absolutamente
fiel al Rey, le pidió a Dionisio de Bobadilla que le entregara la cabeza de
Mendoza para enterrarla dignamente. No quiso hacerlo, y ella le profetizó que
algún día su propia cabeza estaría expuesta en el mismo lugar. Bobadilla quitó
la envoltura de los despojos. Un soldado le dijo que apestaban, y él respondió
(con humor carvajalesco) que las cabezas de los enemigos olían a ambrosía. Pasó
menos de dos años, y, en 1548, tras ser derrotados los rebeldes en Jaquijaguana,
la cabeza de DIONISIO DE BOBADILLA fue colocada en la picota de la plaza de
Arequipa.
Pon la foto bien,Felix. Aquí escribes serio... deja eso para Tw.
ResponderEliminarJajajaja
No he podido resistir la tentación. Eran almas gemelas. Deberías ver la magnífica película. Saludos.
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