(730) Rodrigo de Salazar y sus cómplices
quedaron en que fuera Morillo quien le diera la primera estocada a Pedro de
Puelles. Se presentaron en su casa por la mañana, fingiendo que iban para
rogarle que le devolviera a Morillo una india que había ordenado quitarle.
Después de entrar en su casa, Rodrigo de Salazar le explicó lo que querían, y
Puelles le contestó: "Con tan buen mediador como vuestra merced, no puedo
dejar de hacer lo que desea. Mandaré, pues, que se la entreguen, pues tan buen
soldado es el que la reclama". Y se produjo el drama: "Entonces
Morillo le dio una estocada mortal por los ijares, que le pasó de parte a parte
las entrañas, y después Salazar, Tirado y Hermosillo le dieron de puñaladas
mientras Puelles, a grandes voces, pedía confesión. Viendo esto, el capellán y
quienes en la casa estaban comenzaron a dar grandes voces pidiendo ayuda a los
de la guardia, pero, como estaban todos conjurados, ninguno acudió. Salazar y
Morillo mataron a estocados al escribano y al mayordomo porque gritaban (uno
de los dos, según La Gasca, era Pedro de Oña). El capellán y el camarero,
que se llamaba Pedro de Morales, saltaron por una ventana; el capellán se
quebró un brazo, y Morales, una pierna".
Después los autores publicaron lo
ocurrido: "Salieron a la calle y comenzaron a dar vivas a Su Majestad,
gritando libertad y anunciando la muerte del tirano, por lo que los vecinos y
los soldados, con armas y caballos, se fueron todos a poner en medio de la
plaza. Francisco de Ovando creyó que toda aquella gente era partidaria de los
sublevados, por lo cual se refugió en el monasterio de San Francisco. Sin
embargo, el maestre de campo Diego de Urbina se puso en medio del escuadrón.
Rodrigo de Salazar y Morillo, con los demás libertadores, se fueron también al
escuadrón con las espadas desenvainadas y sangrientas, y con los arcabuces
puestos a punto de guerra, dando vivas al Rey. Los soldados que estaban en la
plaza, como no tenían capitanes que los acaudillasen, comenzaron también a
decir voluntariamente: '¡Viva el Rey y el presidente Pedro de la Gasca, y
mueran los traidores!'. Oyendo esto Rodrigo de Salazar, Morillo y los demás
libertadores, se acercaron a ellos, los cuales les mostraron buena cara,
principalmente el maestre de campo Diego de Urbina, porque este hombre deseaba
ver el día de poder servir a Su Majestad".
Hay que puntualizar un par de cosas. Pedro
de Puelles se había ganado antes de que lo mataran muchas antipatías por haber
ahorcado a una mujer que daba vivas al Rey, y más aún porque era comprensible
la desenfrenada rabia de la ejecutada. Había ocurrido que, cuando mataron al
virrey, su marido, Francisco Sarmiento, por miedo a los pizarristas tras saber
que Gonzalo Pizarro lo había condenado a muerte, se escondió debajo del altar
del convento de San Francisco, de donde lo sacó Puelles y lo ejecutó. Por otra
parte, en la imagen anterior, afirmé que Diego de Urbina abandonó a Pizarro convencido
por los argumentos de Pedro de la Gasca. Y así fue, pero, como hemos visto
ahora, dio el paso definitivo al saber que habían matado a Pedro de Puelles,
quien tenía el mando en Quito en nombre de Gonzalo Pizarro. Pero como nada era
totalmente seguro en aquel clima de enfrentamientos continuos, luego nos va a
hacer Santa Clara una reflexión sobre los comentarios que hubo acerca de estos
cambios de bando.
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