(713) A Pedro de la Gasca le va a resultar
beneficioso el método 'Alejandro Magno', aunque se enterará de opiniones que le
ridiculizaban. Hubo muchos que escribieron alabándolo, y aconsejando a los
destinatarios de las cartas que se pusieran bajo sus órdenes, porque era un
hombre muy valioso y humano, que mitigaría el rigor de las leyes y sería
generoso en los perdones: "Pero otros decían en las suyas que los
capitanes hicieron muy mal al entregar la flota a un clérigo sin suerte, del
que no sabían quién era, y que más parecía un sacristanejo de alguna pobre
aldea que presidente de un rey tan poderoso como era el de Castilla. Decían
muchos males de él y de todo lo que había hecho en Panamá, pero que no se
preocupasen, porque lo iban a matar al llegar a Tumbes, y a los capitanes con
él".
Se le entregaron a Pedro de la Gasca todas
para que las enviase con las que supuestamente iba a mandar él también:
"Después él se metió en su recámara con el secretario, las leyeron de una
en una, y, vistas todas, La Gasca, separó las que hablaban bien de él de las
que hablaban mal. A los autores de estas últimas los llamó de uno en uno, y los
recibió con los brazos abiertos y el bonete en la mano, como si fueras sus
propios hermanos, sin hacer alusión a sus cartas. Cada vez que los veía, les
hablaba con mucha amabilidad. Si eran hombres de estofa (linaje: entonces no
era palabra peyorativa), les prometía hacerles grandes mercedes. A los
demás, les hacía favores y les daba de comer en su cámara. Ciertamente, de
haber sido un tirano, habría mandado matar a muchos de estos. Pero era padre de
la patria y hermano de todos, y, con mansedumbre y discreción, los atraía al
servicio de su Majestad. Las cartas buenas de los leales, las envió al Perú, y
aprovecharon mucho, y las malas se hicieron pedazos y se quemaron, aunque otros
dicen que le fueron enviadas al Príncipe Felipe". Añade Santa Clara que
Pedro de la Gasca guardó un secreto total sobre lo sucedido, porque, si
trascendiera, "habrían huido todos los autores de esas cartas, y le
matarían, y, de esta manera, comenzaron a quererle y servirle como verdadero
padre y señor".
Termina Santa Clara la anécdota haciendo
un gran elogio de Santa Clara: "Si estas malas cartas hubiesen llegado al
Perú, y fueran vistas por los capitanes y soldados del tirano, las habrían
creído más que a las buenas, y permanecerían contumaces al servicio de Gonzalo
Pizarro, pero, como solo llegaron las buenas, todos se alzaron contra él, como
veremos más adelante. Además, el presidente La Gasca era tan benigno con todos,
y tan sabio y prudente, que ganó las voluntades de los que andaban
descontentos. Era tan callado y astuto, que, a ejemplo de los ríos profundos y
caudalosos, que avanzan sin ruido, pero con gran fuerza, pasó por alto todas
estas cosas, sin hacer caso de ellas, para no actuar como un arroyo pequeño que
hace gran ruido en los pedregales. Por todas estas virtudes, los que le seguían
le tomaron grandísimo aprecio, y le sirvieron de buena voluntad, y nunca le
abandonaron, hasta que llegó al valle de Jaquijaguna, en donde dio la batalla
definitiva al tirano".
(Imagen) Ya hablamos de FRANCISCO
MALDONADO, del que, por su fidelidad al rebelde Gonzalo Pizarro, apenas ha
quedado huella en los archivos históricos. Pero el cronista Santa Clara va a
echarnos una mano para hacernos saber que infundadas sospechas del propio
Gonzalo estuvieron a punto de costarle la vida. Recordemos que, por encargo
suyo, Maldonado, que era su maestresala, llegó hasta Alemania para tratar de
conseguir algo imposible: que Carlos V fuera indulgente y reconociera a Gonzalo
como Gobernador de Perú. Así fue la cosa (poco antes de que le permitieran a
Pedro Hernández de Paniagua volver adonde Pedro de la Gasca): "Gonzalo
Pizarro determinó cortarle la cabeza a Francisco Maldonado, porque había hecho
el viaje de vuelta con Pedro de la Gasca, porque se había casado en España con
doña Ana de Acevedo, dama de la princesa María Manuela de Portugal, mujer que
fue del príncipe Don Felipe, y porque se dijo también que había negociado más
para sí que para el tirano, su amo, por lo que había conseguido que le
concedieran que sus encomiendas de indios fueran perpetuas, a manera de
mayorazgo, y que a su hijo mayor el príncipe Felipe lo hiciera paje suyo.
También se hablaba de que, para premiarle todos los servicios que había hecho
en el Perú, porque era uno de los primeros conquistadores, Su Majestad lo
nombró Caballero de Santiago. Para certificar si esto era verdad, Gonzalo
Pizarro envió a un alcalde y un escribano, los cuales abrieron las cajas que
tenía, y no encontraron ninguna prueba de este nombramiento, porque fue una
falsedad. De manera que, por estas habladurías, estuvo en gran peligro su
vida". FRANCISCO MALDONADO no le guardó rencor a Gonzalo, y le fue fiel
hasta la muerte, pues, tras la derrota de Jaquijaguana, resultaron los dos
decapitados. Inca Garcilaso vio la cabeza de Maldonado (año 1548) colocada en
una jaula en la plaza del Cuzco. Un dato más: María Manuela de Portugal murió
en el parto de su primer hijo, el psicopático Don Carlos, protagonista de la
famosa ópera de Verdi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario