lunes, 1 de junio de 2020

(Día 1123) La Gasca violó el secreto de la correspondencia de sus soldados, con lo que supo quiénes le eran fieles y quiénes no; pero a estos (sin saber lo ocurrido) los trató amablemente y se los fue ganando.


     (713) A Pedro de la Gasca le va a resultar beneficioso el método 'Alejandro Magno', aunque se enterará de opiniones que le ridiculizaban. Hubo muchos que escribieron alabándolo, y aconsejando a los destinatarios de las cartas que se pusieran bajo sus órdenes, porque era un hombre muy valioso y humano, que mitigaría el rigor de las leyes y sería generoso en los perdones: "Pero otros decían en las suyas que los capitanes hicieron muy mal al entregar la flota a un clérigo sin suerte, del que no sabían quién era, y que más parecía un sacristanejo de alguna pobre aldea que presidente de un rey tan poderoso como era el de Castilla. Decían muchos males de él y de todo lo que había hecho en Panamá, pero que no se preocupasen, porque lo iban a matar al llegar a Tumbes, y a los capitanes con él".
     Se le entregaron a Pedro de la Gasca todas para que las enviase con las que supuestamente iba a mandar él también: "Después él se metió en su recámara con el secretario, las leyeron de una en una, y, vistas todas, La Gasca, separó las que hablaban bien de él de las que hablaban mal. A los autores de estas últimas los llamó de uno en uno, y los recibió con los brazos abiertos y el bonete en la mano, como si fueras sus propios hermanos, sin hacer alusión a sus cartas. Cada vez que los veía, les hablaba con mucha amabilidad. Si eran hombres de estofa (linaje: entonces no era palabra peyorativa), les prometía hacerles grandes mercedes. A los demás, les hacía favores y les daba de comer en su cámara. Ciertamente, de haber sido un tirano, habría mandado matar a muchos de estos. Pero era padre de la patria y hermano de todos, y, con mansedumbre y discreción, los atraía al servicio de su Majestad. Las cartas buenas de los leales, las envió al Perú, y aprovecharon mucho, y las malas se hicieron pedazos y se quemaron, aunque otros dicen que le fueron enviadas al Príncipe Felipe". Añade Santa Clara que Pedro de la Gasca guardó un secreto total sobre lo sucedido, porque, si trascendiera, "habrían huido todos los autores de esas cartas, y le matarían, y, de esta manera, comenzaron a quererle y servirle como verdadero padre y señor".
     Termina Santa Clara la anécdota haciendo un gran elogio de Santa Clara: "Si estas malas cartas hubiesen llegado al Perú, y fueran vistas por los capitanes y soldados del tirano, las habrían creído más que a las buenas, y permanecerían contumaces al servicio de Gonzalo Pizarro, pero, como solo llegaron las buenas, todos se alzaron contra él, como veremos más adelante. Además, el presidente La Gasca era tan benigno con todos, y tan sabio y prudente, que ganó las voluntades de los que andaban descontentos. Era tan callado y astuto, que, a ejemplo de los ríos profundos y caudalosos, que avanzan sin ruido, pero con gran fuerza, pasó por alto todas estas cosas, sin hacer caso de ellas, para no actuar como un arroyo pequeño que hace gran ruido en los pedregales. Por todas estas virtudes, los que le seguían le tomaron grandísimo aprecio, y le sirvieron de buena voluntad, y nunca le abandonaron, hasta que llegó al valle de Jaquijaguna, en donde dio la batalla definitiva al tirano".

     (Imagen) Ya hablamos de FRANCISCO MALDONADO, del que, por su fidelidad al rebelde Gonzalo Pizarro, apenas ha quedado huella en los archivos históricos. Pero el cronista Santa Clara va a echarnos una mano para hacernos saber que infundadas sospechas del propio Gonzalo estuvieron a punto de costarle la vida. Recordemos que, por encargo suyo, Maldonado, que era su maestresala, llegó hasta Alemania para tratar de conseguir algo imposible: que Carlos V fuera indulgente y reconociera a Gonzalo como Gobernador de Perú. Así fue la cosa (poco antes de que le permitieran a Pedro Hernández de Paniagua volver adonde Pedro de la Gasca): "Gonzalo Pizarro determinó cortarle la cabeza a Francisco Maldonado, porque había hecho el viaje de vuelta con Pedro de la Gasca, porque se había casado en España con doña Ana de Acevedo, dama de la princesa María Manuela de Portugal, mujer que fue del príncipe Don Felipe, y porque se dijo también que había negociado más para sí que para el tirano, su amo, por lo que había conseguido que le concedieran que sus encomiendas de indios fueran perpetuas, a manera de mayorazgo, y que a su hijo mayor el príncipe Felipe lo hiciera paje suyo. También se hablaba de que, para premiarle todos los servicios que había hecho en el Perú, porque era uno de los primeros conquistadores, Su Majestad lo nombró Caballero de Santiago. Para certificar si esto era verdad, Gonzalo Pizarro envió a un alcalde y un escribano, los cuales abrieron las cajas que tenía, y no encontraron ninguna prueba de este nombramiento, porque fue una falsedad. De manera que, por estas habladurías, estuvo en gran peligro su vida". FRANCISCO MALDONADO no le guardó rencor a Gonzalo, y le fue fiel hasta la muerte, pues, tras la derrota de Jaquijaguana, resultaron los dos decapitados. Inca Garcilaso vio la cabeza de Maldonado (año 1548) colocada en una jaula en la plaza del Cuzco. Un dato más: María Manuela de Portugal murió en el parto de su primer hijo, el psicopático Don Carlos, protagonista de la famosa ópera de Verdi.



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