(721) Las palabras del cronista Santa Clara no
dejan margen a la duda. La jugada de Pedro de la Gasca para arrebatar a Gonzalo
Pizarro su armada naval del Pacífico, con sus capitanes y toda la tropa, fue un
golpe letal para él, que era muy consciente de lo que eso suponía, y, cuando se
enteró, se sintió abatido y rabioso al mismo tiempo. Además, tuvo que aguantar
la enorme decepción de los que estaban con él en Lima: "Todos los
capitanes, soldados y vecinos que eran fieles partidarios suyos, comenzaron a quejarse
del mismo Gonzalo Pizarro por haber hecho general de la armada a su pariente
Pedro Alonso de Hinojosa, pues habían puesto una gran confianza en esta flota.
Otros decían con enojo que habría sido mejor hacer caso a los seguidores de
Francisco de Carvajal, para que tuviera el mando de la flota Hernando Bachicao,
quien era capaz, no solo de mantener la flota, sino incluso de matar a Pedro de
la Gasca, por muy astuto que fuera. Sin embargo, los que seguían a Gonzalo
Pizarro con ánimo de no dejarle nunca en la vida, se aferraron más a él, por el
gran miedo que tenían de que el presidente La Gasca les quitara sus haciendas y
la vida".
Había otros que estaban confusos, pensando
que, si le seguían a Gonzalo, corrían el riesgo de que La Gasca les matara, pero
al mismo tiempo, no se atrevían a cambiar de bando, porque creían que
resultaría vencedor Gozalo porque su ejército era mejor. En medio de esa
confusión, y, a pesar de que Gonzalo Pizarro estaba hundido moralmente, hizo un
alarde de falso optimismo: "Se animaba cuanto podía, aunque en el corazón
tenía otra cosa. Comenzó a poner buen rostro y mostrar gran ánimo, diciendo que
no le importaba que sus capitanes hubiesen entregado la flota a La Gasca,
porque él pensaba recuperarla pronto. Oyendo estas palabras, muchos cobraron
ánimo".
No obstante, Gonzalo Pizarro quiso
reforzarse de otra manera que tenía más al alcance de su mano. Se dedicó a
efectuar una leva frenética de soldados por todas partes, utilizando dinero de
la Hacienda Real y préstamos de los mercaderes. Asimismo, mandó que se vigilara
en la zona de Panamá el tráfico marítimo, por si llegaban barcos enemigos. Fue
entonces cuando se enteró de que habían pasado, sin detenerse, por la costa de
Tumbes cuatro navíos (los capitaneados por Lorenzo de Aldana). Desconocía si
eran enviados por Pedro de la Gasca a Lima, pero lo sospechó: "A los pocos
días, supo con certeza que venían contra él, por lo cual se reforzó de gente. Y
así, por consejo de Francisco de Carvajal, que quería siempre mandar, juntó a
muchos bajo su bandera, nombrando capitanes a hombres valiosos, como los
licenciados Cepeda y Carvajal, y los capitanes Juan de Acosta, Juan Vélez de
Guevara, Juan de la Torre Villegas, Hernando Bachicao, Martín de Robles, Martín
de Almendras, sobrino del difunto Francisco de Almendras, y Antonio Altamirano.
Siendo maestre de campo Francisco de Carvajal".
Después hizo una leva general de hombres
para la batalla, lo cual quiere decir que, en aquellas guerras civiles, no se
respetaba la voluntad de la gente: "Mandó poner un bando para que todos
los vecinos se pusiesen bajo la bandera de Su Majestad (puro cinismo: en
realidad, bajo su rebelde bandera), so pena de muerte y perdición de sus
bienes". Para cubrir los salarios de la tropa y los gastos en armamento, fue
necesaria una gran cantidad de dinero, y eso les dio la oportunidad a los
mercaderes de quedar libres de alistarse en el ejército de Gonzalo Pizarro a
cambio asumir el costo de nuevos soldados, con lo que pudo aumentar su tropa en
cien hombres más. Hay
distintas versiones sobre el importe del gasto total, pero Santa Clara,
basándose en un informe de Pedro del Águila, secretario de Gonzalo Pizarro,
dice que ascendió a 133.000 pesos de oro.
(Imagen) La hermana de Gonzalo de los
Nidos, MENCÍA DE LOS NIDOS, nació en Cáceres el año 1516, y llegó a Perú en
1544. Cuando, de los cinco hermanos que tenía en las Indias, murieron Hernando,
Francisco y Gonzalo (ejecutado por Pedro de la Gasca), Mencía partió hacia
Chile. Es muy probable que huyera de posibles represalias, pero no sería
extraño que formara parte del numeroso grupo de simpatizantes de Gonzalo Pizarro
que fueron desterrados a Chile. El año 1550 residía en la chilena ciudad de
Concepción (actualmente con 200.000 habitantes), fundada entonces por Pedro de
Valdivia, de quien se dice que fue amante. En 1548, Valdivia luchó junto a
Pedro de la Gasca en la batalla que acabó con la muerte de Gonzalo Pizarro. La
Gasca le estuvo muy agradecido, pero examinó algunas acusaciones que gente
cizañera le hacía a Valdivia. Consideró infundadas todas menos una: era cierto
que Valdivia vivía amancebado con la gran Inés de Suárez, al tiempo en que su
esposa, Marina Ortiz de Caete, residía en España. La Gasca confirmó a Valdivia
en su cargo de Gobernador de Chile, pero le obligó a que casara a Inés. Y así
se hizo. Le buscó como esposo a su capitán Rodrigo de Quiroga. Eso haría
posible un romance posterior con Mencía. Tras morir Valdivia en 1553 a manos de
los araucanos, asumió el cargo Francisco de Villagra, quien, en 1554, fue
derrotado por el gran cacique Lautaro, y huyó a la ciudad de Concepción para
que fuera abandonada también. Fue el momento estelar de Mencía. Estaba enferma,
pero salió de su casa con espada y escudo, y abroncó a las tropas por su
cobardía, diciendo que se asustaban de habladurías, y que no se podía permitir
que fuera destruida la ciudad. Era una actitud suicida, y todos tuvieron que
marchar. Pero el gesto heroico de MENCÍA DE LOS NIDOS quedó recogido para la
posteridad en La Araucana, la epopeya chilena que escribió en verso Alonso de
Ercilla, protagonista de los hechos. Tras dos matrimonios sucesivos, Mencía
falleció en la ciudad de Santiago de Chile el año 1603, siendo allí enterrada
en el convento de Nuestra Señora de la Merced.
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