(723) La valía de Diego de Mora era
apreciada por todos, y enseguida Aldana y los capitanes que le acompañaban le
asignaron un puesto de gran relieve: "Los capitanes Lorenzo de Aldana,
Palomino, Mejía y Juan de Illanes escribieron a todos los tenientes dándoles
noticia de su llegada y de la próxima venida del presidente Pedro de la Gasca,
que iba a llegar con gran pujanza de gente, armas y muchos navíos, pidiéndoles
que, con la mayor brevedad posible fuesen a Cajamarca, y que, estando allí,
hiciesen todo lo que Diego de Mora les mandase, porque había sido nombrado
capitán general de Su Majestad, e iba de camino con toda la gente de la ciudad
de Trujillo. Cuando Diego de Mora se fue de Trujillo, los que se quedaron en la
ciudad (opuestos a su decisión) le dieron aviso de ello a Gonzalo
Pizarro, el cual, al recibir sus cartas, sufrió un gran disgusto, y pensó que
se iban todos a Panamá para servir a Su Majestad. Nombró de inmediato teniente
de la ciudad de Trujillo al licenciado García de Salcedo, natural de Sanlúcar
de Barrameda, que siempre le había seguido, al cual le envió en un navío con
cuarenta hombres bien armados. Mandó también al licenciado García León para que
diera en Trujillo a otros vecinos los repartimientos de indios de los que se
habían ido con Diego de Mora. Asimismo encargó al comendador fray Miguel de
Lorena, de la orden de la Merced, que, en el mismo navío en que iban tomase a
todas las mujeres de los trujillanos huidos, y las llevase a Panamá para
entregarlas a sus maridos, pues tenía creído que allí estarían. También hizo
que fueran personas señaladas para que se casasen con las viudas que estaban en
Trujillo, de manera que, si no quisiesen ellas hacerlo, las llevaran a Panamá
por fuerza con las demás".
Parece ser que Gonzalo estaba bien surtido
de frailes, porque les encargó a fray Pedro Muñoz y a fray Gonzalo de Benavides
que le informaran rápidamente de todo lo que había sucedido con Diego de Mora y
con los que le acompañaron en la huida, debiendo también impedir que las
mujeres destinadas a Panamá llevasen oro, plata o indias. Otra misión encargada
por Gonzalo Pizarro a fray Miguel de Lorena fue la de entregarle a Pedro de la
Gasca un (absurdo) requerimiento protocolario en el que se le imponía ciertas
exigencias: Dejar que fueran libremente a España a los mensajeros que se habían
enviado para hablar con el Rey (de hecho, pasaron sin ninguna dificultad); que
La Gasca no iniciara ningún ataque hasta saber qué disponía su Majestad; y que
dejase libres todos los navíos que había retenido en Panamá. Pero, una vez más,
Gonzalo Pizarro salió chasqueado: "Tras cinco días de viaje por el mar,
toparon con los cuatro navíos. El licenciado León se juntó con ellos, y contó
todo lo que pasaba. Luego se pusieron al servicio de su Majestad, porque,
ciertamente, estaban deseosos de tener la ocasión de hacerlo".
Lorenzo de Aldana y sus compañeros se
asombraron de la crueldad que mostraron los de Gonzalo Pizarro en Trujillo, en
lo cual vieron la mala influencia del implacable Francisco de Carvajal.
Decidieron después ocultarle a Gonzalo Pizarro la traición de sus hombres:
"Le enviaron por tierra a Lima al comendador fray Miguel de Lorena (también
pasado al bando del Rey) para que le dijese que los capitanes de los cuatro
navíos no le habían dejado seguir adelante, apresando a los demás y quedándose
con el navío. Asimismo, le pidieron que, ya en Lima, hablase con quienes
supiera que deseaban servir a Su Majestad, para que saliesen de noche al puerto
cuando vieran los cuatro navíos, porque les enviarían barcas y recogerían a
todos".
(Imagen) El año 1547 el capitán Diego de la
Llave escribió en una carta despectiva: "Fuimos a Trujillo, y no
encontramos a nadie porque Diego de Mora se fue huyendo a la tierra de los
chachapoyas con cien hombres sarnosos, y anda muy asustado". Pero 'el
asustado' siguió guerreando. Y, de tal padre, tal hijo: DIEGO DE MORA EL MOZO.
Vimos en la imagen anterior que el año 1581 le explicaba al Rey los méritos de
su padre. En la imagen de hoy, explica parte de los suyos (lo resumo): "Llegó
noticia de que corsarios ingleses andaban saqueando por la costa del Pacífico,
sin saberse cuántos eran, por lo que se pedía ayuda. Acudí pronto al virrey don
Francisco de Toledo, suplicándole que me confiase ese trabajo y ofreciéndole
hacerlo a mi costa, Por haberme respondido el virrey algo dudoso, envié a
algunas personas que se lo rogaran, y de esa manera el virrey me nombró
almirante de la misión, y me confió, juntamente con el general y maestre de
campo, el sometimiento de los dichos ingleses y de los negros cimarrones.
Llegado a Panamá, se determinó con los de la Audiencia y el general que
entráramos por las montañas en busca de los ingleses y de los negros
cimarrones, y, para este efecto, compré un barco y lo equipé con gente que
había llevado. Por el frío, la lluvia y la dureza de los caminos se padecieron
muy grandes trabajos. Atravesamos tres veces la tierra de Panamá, de mar a mar,
en busca de los enemigos. Me hallé en todas las salidas que se hicieron, hasta
haber apresado al capitán y a todos los ingleses de los que se tuvo noticia, y a
muchos negros cimarrones, destruyéndoles sus pueblos, matando a algunos y
castigando a otros. Después volvimos a la ciudad de Panamá con la presa y la
victoria". Añade que no se ha premiado su esfuerzo, que es persona de
mucha calidad y que tiene familia y casa, sustentándolas con mucho lustre y gastando
al año más de seis mil pesos de oro. Los cimarrones eran esclavos negros
rebeldes, y da la sensación de que ayudaban a los piratas contra los españoles,
El capitán pirata se llamaba Juan Ojen Kan. Lo llevaron a Lima y lo ahorcaron,
seguro que por dos delitos: ser pirata y ser hereje.
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