lunes, 15 de junio de 2020

(Día 1135) Gonzalo Pizarro seguía perdiendo desertores, y, mal aconsejado, quemó 5 navíos para que no huyera nadie más. Sin embargo, Pedro de la Gasca tenía tantos soldados, que pidió al virrey de México que no le enviara más. Luego partió hacia Lima.


     (725) Los dos cronistas que estamos siguiendo, Inca Garcilaso y Santa Clara coinciden en mostrarnos que a Gonzalo Pizarro se le estaban desmoronando todos sus apoyos, por los éxitos espectaculares que iba teniendo Pedro de la Gasca y la magnífica propaganda que hacía de las promesas del Rey en cuanto a la suavización de las Leyes Nuevas y al perdón a quienes abandonaran la rebeldía. Dice Inca Garcilaso: "Según iban sabiendo Gonzalo Pizarro y los suyos las malas noticias, se alarmaban al ver que toda la tierra los rechazaba, y temían que los que estaban con ellos hicieran lo mismo. Discutían sobre lo que les convenía hacer, pero con tanta confusión, que más erraban que acertaban en su provecho. Y así, una de las cosas que hicieron fue quemar cinco navíos muy buenos que en el puerto tenían. Lo cual mandó Gonzalo Pizarro por persuasión del licenciado Cepeda y del licenciado Benito Suárez de Carvajal, que eran los que más influencia tenían con él, pero eran más letrados en leyes que en la milicia, diciendo que era cosa buena para impedir que los que quisiesen abandonarle, huyeran. La quema la hicieron en ausencia de Carvajal. Cuando volvió y supo lo que habían hecho, lloró tiernamente la pérdida de los navíos, diciéndole a Gonzalo Pizarro que había quemado cinco ángeles que tenía para defensa de la costa de Perú y destrucción de sus enemigos".
     Le dijo también que él, con una sola nave, habría rechazado a los enemigos, porque llegarían cansados y enfermos del duro y largo viaje desde Panamá, y con las armas y la pólvora deterioradas: "Los dos licenciados le dijeron en secreto a Gonzalo Pizarro que se podía sospechar que a Francisco de Carvajal le pesase la quema de los navíos por haberle quitado el medio de poder huir. Pero más adelante veremos cuánto mejor era el consejo de Carvajal que el de los letrados, y cómo lo pudo comprobar Gonzalo Pizarro por propia experiencia".
      Sigue diciendo el cronista: "El presidente Pedro de la Gasca, después de haber partido Lorenzo de Aldana y sus compañeros en los cuatro navíos, juntó toda la gente que pudo en la comarca, para ir en pos de los suyos. Entre los alistados estaba un soldado llamado Pedro Bernardo de Quirós, natural de Andújar, veterano de las Indias, que había estado en las Islas de Barlovento (zona caribeña), Cartagena de Indias y Panamá. Le dieron el oficio de alférez porque no hubo entonces plaza para otro capitán, y sirvió muy bien en la guerra contra Gonzalo Pizarro. Después luchó como capitán contra los rebeldes Sebastián de Castilla y Francisco Hernández Girón, siendo premiado con una encomienda de indios en la ciudad del Cuzco (a quien, sin duda, el cronista vería allí a menudo durante su adolescencia). Con este caballero, acudieron otros muchos, en tanto número que pasaron de quinientas personas. Al presidente le pareció no tener necesidad de más personas, y volvió a escribirle al virrey Don Alonso de Mendoza y a los gobernadores que había en México, diciéndoles que no le enviasen la gente que les había pedido. Después de dejado organizado todo lo necesario para el gobierno de de Panamá y de Nombre de Dios, partió con toda la armada para el Perú. Según navegaba, encontró a Pedro Hernández de Paniagua, que le llevaba la respuesta de Gonzalo Pizarro (era amenazante y ya conocemos), quien le habló de que muchos de los que estaban con Gonzalo Pizarro querían servir a su Majestad. Con el regocijo de esta noticia, Pedro de la Gasca no quiso leer la carta de Gonzalo Pizarro, por si decía alguna inconveniencia, y la mandó quemar. Siguió luego con bonanza su navegación, hasta que llegó a Tumbes".

     (Imagen) Hemos hablado de DIEGO DE MORA, padre e hijo. Pero qué harto debía de estar el padre teniendo que fingir adhesión inquebrantable a Gonzalo Pizarro, hasta que vio una oportunidad, le echó valor, y se marchó de Trujillo con bastantes vecinos para unirse a Pedro de la Gasca. En las guerras civiles, todo el mundo tiene encima de la cabeza la espada de Damocles. Los que se quedaron en Trujillo le escribieron el 15 de abril de 1547 a Gonzalo Pizarro mostrándole su adhesión. Resumo el texto: "Le hacemos saber a vuestra señoría que hace dos días Diego de Mora se alzó con la mayoría de los vecinos para ir a servir al Rey, porque supo que la armada estaba en poder de Pedro de la Gasca. Fueron con él su hermano Marcos de Escobar, Miguel de la Serna, Francisco de Fuentes, Bernardino de Valderrama, Rodrigo Lozano, Andrés Chacón, Blas de Atienza, Pedro Gómez, Rodrigo de Paz, Diego de Vega, Alonso Gutiérrez, Lorenzo de Ulloa Lezcano y unos sesenta soldados. Los servidores de vuestra señoría no pudimos impedírselo porque estábamos desarmados. Se fueron en el navío de Andrés de Ariaza, y no hicieron daño a ninguno de esta ciudad, en la que nos hemos quedado unos cincuenta hombres. Diego de Mora entregó la vara de la autoridad a Pedro de Villlanueva, el cual la cogió por miedo, y después la abandonó. Hemos elegido para el mando a Martín de Olarte, hasta que vuestra señoría disponga lo que le conviene. Nuestro Señor guarde y prospere la muy ilustre persona de vuestra señoría, como todos deseamos". Firmaron Antonio de Faria, fray Pedro de Málaga, Andrés Núñez Daza, Alonso Vázquez, García Holguín, Antonio de Villa, Antón Cuadrado, Martín de Olarte, Cristóbal de Angulo, Pedro de Villanueva, Pedro de Ojeda y Juan de Villafranca Lezcano. Lo hicieron ante Antonio de Paz, escribano de Su Majestad. Todos estos se negaron a marchar de Trujillo, pero no debía de ser muy firme su lealtad a Gonzalo Pizarro, porque, como ya sabemos, Diego de Mora y los suyos, después de hablar con Lorenzo de Aldana, volvieron a la ciudad, y toda ella se declaró fiel a la corona. Recordemos que el hijo de Diego de Mora declaró que fue la primera que dio ese paso.



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