lunes, 22 de junio de 2020

(Día 1141) Rodrigo de Salazar, el Corcovado, se hizo con el poder en Quito. Luego, Pedro de la Gasca lo confirmó como gobernador, y le concedió el mando para una futura expedición a las tierras amazónicas.


     (731) Terminé la imagen anterior diciendo que Rodrigo de Salazar no solo le arrebató la vida a Pedro de Puelles, sino también el cargo de gobernador de Quito. No se lo dieron de inmediato, porque tenía que confirmarlo Pedro de la Gasca, pero, según nos cuenta Santa Clara, muerto Puelles, se hizo con el control de la ciudad: "Rodrigo de Salazar, ya como cabeza del ejército, habló largamente con los soldados de la venida del presidente Pedro de la Gasca y de las buenas concesiones que traía, y les pidió que, como ya se habían puesto todos los leales en manos del presidente, que lo hicieran ellos también, y así lo hicieron. Hecho esto, Rodrigo de Salazar se fue con doce arcabuceros al monasterio de San Francisco y sacó de allí a Francisco de Ovando, al cual, sin admitirle disculpa, le mandó confesar, y después le hizo cortar la cabeza en medio de la plaza. También hizo que Pedro Puelles fuese traído a la picota; lo trajeron muerto y medio arrastrando, le fue cortada la cabeza y le confiscaron todos sus bienes para la Hacienda Real. Luego le hicieron cuartos, los cuales fueron puestos por los caminos reales, y las tripas se quedaron allí, junto a la picota, pues ninguno fue osado de enterrarlas, por el miedo que tenían, y dicen como cosa cierta que fueron comidas por un perro". Santa Clara lo cuenta tan crudamente porque le parece que hubo una misteriosa justicia en su destino, pues dice que Puelles fue un hombre cruel, y pone como ejemplo que él le indicó a Benito Suárez de Carvajal dónde había quedado herido el virrey, sabiendo que iría de inmediato a matarlo para vengar la muerte de su hermano Illán Suárez de Carvajal.
     Las 'conversiones' de rebeldes arrepentidos se iban produciendo en cadena, como un presagio fatal del triste destino de Gonzalo Pizarro: "Rodrigo de Salazar envió a un soldado para que alcanzara al capitán Juan de Lunar, quien, por mandato de Pedro de Puelles, iba a castigar a vecinos y soldados de Guayaquil que se habían alzado contra Gonzalo Pizarro. Partió con un mensaje, en el que Salazar le pedía a Juan de Lunar que volviese para darle obediencia como a capitán general y justicia mayor de Su Majestad, porque había sido nombrado por todo el pueblo de Quito. Cuando recibió el mensaje, Juan de Lunar no se atrevió a seguir adelante, y volvió a la ciudad rápidamente. El soldado continuó hasta la ciudad de Guayaquil".
     En Guayaquil estaba al mando Pablo de Meneses. Todos eran leales al Rey y se alegraron mucho con las noticias del mensajero. Meneses le pidió que fuera hasta Manta, donde estaba entonces Pedro de la Gasca, para informarle de todo. La reacción del sabio clérigo fue de entusiasmo, y escribió de inmediato a los de Quito, alabándoles por su decisión. Al mismo tiempo, enviaba un regalo para Salazar: le confirmaba como capitán general y justicia mayor de Quito y su comarca. Un año después, Pedro de la Gasca, en un informe al Consejo de Indias, habla de otro regalo: "Le he encargado a Rodrigo de Salazar, el que mató a Pedro de Puelles, la conquista de la zona de Zumaco, que es por donde Gonzalo Pizarro fue a la tierra de la Canela (en tierras amazónicas). Se le ha hecho capitán general y justicia mayor de dicha conquista, quedando pendiente del beneplácito de Su Majestad". Lo que no impedía que siguiera con esos mismos cargos en Quito, los cuales ejerció hasta el año 1556.

     (Imagen) Es posible que MARÍA DE ULLOA, la amante de Gonzalo Pizarro, tuviera su origen en Ulloa (Lugo), situada en la profunda Galicia, territorio y ambiente que inspiró a Emilia Pardo Bazán para escribir su novela 'Los pazos de Ulloa'. Lo que no tiene duda es que sus ascendientes procedían de allí. En la imagen anterior, supuse que la previsible boda se malogró por la muerte de Gonzalo Pizarro. Aunque Pedro de Puelles la valoraba en extremo (le decía a Gonzalo: "Certifico a vuestra señoría que no ha desembarcado en estas tierras otra señora de tanto merecimiento"), y daba por hecho que se iban a casar, la pobre María se quedó plantada ('sedotta e abbandonata'). En una desagradable y tajante carta que le escribió Gonzalo Pizarro seis meses después, el 18 de abril de 1547, le decía: "Señora: Le escribo ahora porque me ha parecido que es bueno que vuestra merced se case. No me había descuidado, pero estaba aguardando a encontrar alguien con quien estuviese contenta, y lo he hallado; se trata de un hidalgo de mi tierra, que ha servido mucho en Perú. Se llama Pizarro de la Rúa. Lo he casado (prometido) con vuestra merced porque es muy buen soldado y tiene mi apellido. Creo que estará vuestra merced muy contenta con él, porque había otros muchos que querían esto, pero no habían servido en esta tierra, y yo no tenía ahora en qué ocuparles. Téngalo vuestra merced por bien, porque es lo que yo quiero, pues sé que no podría encontrar ninguno que fuese más a mi gusto y a su contento, ya que, hasta ahora, yo he querido que se hiciese así; y, en esto, no se insista más, porque así es mi voluntad. Le he escrito al capitán Pedro de Puelles lo que se ha de hacer. No se exceda vuestra merced nada en lo que él le mandase. Irá a su casa dentro de tres o cuatro días. A su señora madre y a la hermana de vuestra merced, deles mis saludos. Me he alegrado mucho de que su hermana esté casada, aunque no es muy valiente para defender su hacienda. Que Nuestro Señor le dé a vuestra merced hijos de bendición y contento". Seguro que le ayudó poco a MARÍA DE ULLOA estar a 1.800 kilómetros de su príncipe azul, él en Lima, y ella en Quito.



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