(731) Terminé la imagen anterior diciendo
que Rodrigo de Salazar no solo le arrebató la vida a Pedro de Puelles, sino
también el cargo de gobernador de Quito. No se lo dieron de inmediato, porque
tenía que confirmarlo Pedro de la Gasca, pero, según nos cuenta Santa Clara,
muerto Puelles, se hizo con el control de la ciudad: "Rodrigo de Salazar,
ya como cabeza del ejército, habló largamente con los soldados de la venida del
presidente Pedro de la Gasca y de las buenas concesiones que traía, y les pidió
que, como ya se habían puesto todos los leales en manos del presidente, que lo
hicieran ellos también, y así lo hicieron. Hecho esto, Rodrigo de Salazar se
fue con doce arcabuceros al monasterio de San Francisco y sacó de allí a
Francisco de Ovando, al cual, sin admitirle disculpa, le mandó confesar, y
después le hizo cortar la cabeza en medio de la plaza. También hizo que Pedro
Puelles fuese traído a la picota; lo trajeron muerto y medio arrastrando, le
fue cortada la cabeza y le confiscaron todos sus bienes para la Hacienda Real.
Luego le hicieron cuartos, los cuales fueron puestos por los caminos reales, y
las tripas se quedaron allí, junto a la picota, pues ninguno fue osado de
enterrarlas, por el miedo que tenían, y dicen como cosa cierta que fueron comidas
por un perro". Santa Clara lo cuenta tan crudamente porque le parece que
hubo una misteriosa justicia en su destino, pues dice que Puelles fue un hombre
cruel, y pone como ejemplo que él le indicó a Benito Suárez de Carvajal dónde
había quedado herido el virrey, sabiendo que iría de inmediato a matarlo para
vengar la muerte de su hermano Illán Suárez de Carvajal.
Las 'conversiones' de rebeldes
arrepentidos se iban produciendo en cadena, como un presagio fatal del triste
destino de Gonzalo Pizarro: "Rodrigo de Salazar envió a un soldado para
que alcanzara al capitán Juan de Lunar, quien, por mandato de Pedro de Puelles,
iba a castigar a vecinos y soldados de Guayaquil que se habían alzado contra
Gonzalo Pizarro. Partió con un mensaje, en el que Salazar le pedía a Juan de
Lunar que volviese para darle obediencia como a capitán general y justicia
mayor de Su Majestad, porque había sido nombrado por todo el pueblo de Quito.
Cuando recibió el mensaje, Juan de Lunar no se atrevió a seguir adelante, y volvió
a la ciudad rápidamente. El soldado continuó hasta la ciudad de
Guayaquil".
En Guayaquil estaba al mando Pablo de
Meneses. Todos eran leales al Rey y se alegraron mucho con las noticias del
mensajero. Meneses le pidió que fuera hasta Manta, donde estaba entonces Pedro
de la Gasca, para informarle de todo. La reacción del sabio clérigo fue de
entusiasmo, y escribió de inmediato a los de Quito, alabándoles por su
decisión. Al mismo tiempo, enviaba un regalo para Salazar: le confirmaba como
capitán general y justicia mayor de Quito y su comarca. Un año después, Pedro
de la Gasca, en un informe al Consejo de Indias, habla de otro regalo: "Le
he encargado a Rodrigo de Salazar, el que mató a Pedro de Puelles, la conquista
de la zona de Zumaco, que es por donde Gonzalo Pizarro fue a la tierra de la
Canela (en tierras amazónicas). Se le ha hecho capitán general y
justicia mayor de dicha conquista, quedando pendiente del beneplácito de Su
Majestad". Lo que no impedía que siguiera con esos mismos cargos en Quito,
los cuales ejerció hasta el año 1556.
(Imagen) Es posible que MARÍA DE ULLOA, la
amante de Gonzalo Pizarro, tuviera su origen en Ulloa (Lugo), situada en la
profunda Galicia, territorio y ambiente que inspiró a Emilia Pardo Bazán para
escribir su novela 'Los pazos de Ulloa'. Lo que no tiene duda es que sus
ascendientes procedían de allí. En la imagen anterior, supuse que la previsible
boda se malogró por la muerte de Gonzalo Pizarro. Aunque Pedro de Puelles la
valoraba en extremo (le decía a Gonzalo: "Certifico a vuestra señoría que
no ha desembarcado en estas tierras otra señora de tanto merecimiento"), y
daba por hecho que se iban a casar, la pobre María se quedó plantada ('sedotta
e abbandonata'). En una desagradable y tajante carta que le escribió Gonzalo
Pizarro seis meses después, el 18 de abril de 1547, le decía: "Señora: Le
escribo ahora porque me ha parecido que es bueno que vuestra merced se case. No
me había descuidado, pero estaba aguardando a encontrar alguien con quien
estuviese contenta, y lo he hallado; se trata de un hidalgo de mi tierra, que
ha servido mucho en Perú. Se llama Pizarro de la Rúa. Lo he casado (prometido)
con vuestra merced porque es muy buen soldado y tiene mi apellido. Creo que
estará vuestra merced muy contenta con él, porque había otros muchos que
querían esto, pero no habían servido en esta tierra, y yo no tenía ahora en qué
ocuparles. Téngalo vuestra merced por bien, porque es lo que yo quiero, pues sé
que no podría encontrar ninguno que fuese más a mi gusto y a su contento, ya
que, hasta ahora, yo he querido que se hiciese así; y, en esto, no se insista
más, porque así es mi voluntad. Le he escrito al capitán Pedro de Puelles lo
que se ha de hacer. No se exceda vuestra merced nada en lo que él le mandase.
Irá a su casa dentro de tres o cuatro días. A su señora madre y a la hermana de
vuestra merced, deles mis saludos. Me he alegrado mucho de que su hermana esté
casada, aunque no es muy valiente para defender su hacienda. Que Nuestro Señor
le dé a vuestra merced hijos de bendición y contento". Seguro que le ayudó
poco a MARÍA DE ULLOA estar a 1.800 kilómetros de su príncipe azul, él en Lima,
y ella en Quito.
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