lunes, 8 de junio de 2020

(Día 1129) Todavía convaleciente de su grave enfermedad, al anciano Carvajal, cuando supo que muchos se habían pasado a La Gasca, la rabia le dio fuerza para seguir hacia Lima.


     (719) A los seis días de la partida de Dionisio de Bobadilla, tuvo fuerzas Francisco de Carvajal para enviarle un mensaje a Vilcas: "En él le decía que continuase con la tropa hasta la ciudad de San Juan de la Frontera, que está en Huamanga, que allí le aguardasen y que, si él muriese, fueran todos juntos a Lima. El maestre de campo (Bobadilla), los capitanes y los soldados fueron a la ciudad de Huamanga, y los del cabildo, con los vecinos, les salieron a recibir, pero no dispararon tiros de arcabuz ni ondearon banderas, sino que entraron mostrando mucha tristeza y con gran silencio, por causa de que el general estaba enfermo. Fueron bien recibidos, y mejor hospedados, en casa de los vecinos. A los pocos días comenzó Francisco de Carvajal a mejorar, y lo llevaron lentamente en una litera hacia Huamanga, yendo muy flaco, desmejorado y con feo aspecto".
     Lograron llegar con él hasta la ciudad, y entraron en ella como si fuera un cortejo fúnebre, mostrando su pesadumbre: "Salieron todos a recibirle con las banderas medio tendidas, los alféreces las bajaron haciéndole su debido acatamiento, y él se humilló a las banderas bajando la cabeza. Todos entraron en la ciudad callados y con demostración de su tristeza. A los tres días, Carvajal empezó a recaer, creyéndose que sus días estaban cumplidos, pero poco después se recuperó de su enfermedad.  Y lo quiso Dios, que es padre misericordioso, para que este hombre se enmendase (tiempos brutales, pero profundamente religiosos)".
     Aún tuvo que permanecer Francisco de Carvajal un mes en Huamanga para poder recuperarse: "Determinó entonces partir para Lima, porque tenía gran deseo de ver a Gonzalo Pizarro, y también a quienes tanto le odiaban. En el camino recibió cartas de Gonzalo Pizarro en las que le decía que Pedro de Hinojosa había entregado toda la flota a Pedro de la Gasca, y que todos sus capitanes dejaron de ser verdaderos amigos para tornarse en enemigos. Con estas noticias se alteró tanto Francisco de Carvajal, que no quiso parar ni una hora, y siguió su camino sentado dentro de la litera. Iba en ella bufando como un toro, con ansia de castigar aquello que los capitanes habían hecho. Rabiaba, gruñía, blasfemaba y amenazaba a todos los que fuesen enemigos de Gonzalo Pizarro. Principalmente amenazaba muy terriblemente al general Pedro Alonso de Hinojosa porque había entregado al licenciado La Gasca aquella tan importantísima fuerza que tenían (está claro que fue un golpe maestro de La Gasca)".
     Sobre la marcha, resolvió a su estilo otro incidente inesperado. Recibió otra carta (sorprendente) de Gonzalo Pizarro en la que le decía que era conveniente que le entregase todos los hombres de su compañía, porque eran muy valiosos, y lo mismo le pedían los capitanes Juan Vélez de Guevara y Juan de Acosta, así como y el licenciado Cepeda, quizá porque hubiera un rumor de desprestigio hacia Carvajal, o porque era ya un anciano. Pero tenía tanta seguridad en sí sí mismo, que casi se lo tomó a risa. Le respondió a Gonzalo Pizarro que él y sus hombres estaban muy compenetrados, y que no quería que le dieran otros soldados desconocidos. Gonzalo aceptó sus razones "y le mandó que fuese pronto a Lima porque le aguardaba impacientemente".

     (Imagen) Hubo capitanes muy importantes que abandonaron a Gonzalo Pizarro. Unos, pronto, y, otros, en el último momento, cuando se dieron cuenta de que estaba al borde del jaque mate. No faltaron los que mantuvieron siempre, hasta en las más difíciles situaciones, la fidelidad al Rey. Un caso paradigmático fue el del gran Alonso de Alvarado. Hagamos un repaso con algunos de los que titubearon. Diego Centeno abandonó la causa de Gonzalo Pizarro cuando Francisco de Almendras, representante de Gonzalo, mató, contra toda justicia, a un compañero suyo. Acabamos de ver que Pedro de Hinojosa y Hernando Mejía fueron convencidos por la habilidad diplomática de Pedro de la Gasca para ponerse a su servicio, entregándole, además, todos los barcos de Gonzalo. En un informe que envió La Gasca al Consejo de Indias el 27 de diciembre de 1547, dice que ALONSO DE MENDOZA se había unido a Diego Centeno para servir al Rey (los dos fallecieron, de muerte natural, tras la derrota de Gonzalo Pizarro). Lo ocurrido se lo explicó a La Gasca alguien que también acababa de abandonar a Gonzalo Pizarro: Alonso Márquez, el clérigo protagonista de la imagen anterior. Gonzalo le envió recado a Alonso de Mendoza para que le llevara toda la gente que tenía en las Charcas. Mendoza se dispuso a cumplir lo que le mandaba, pero recibió una carta de Centeno en la que le pedía que se uniera a él, haciéndole saber que Pedro de la Gasca tenía un poderoso ejército. Mendoza no se lo pensó más, y fue el momento de su cambio de bando, a solo tres meses de la decisiva batalla de Jaquijaguana, en la cual no solo participó él, sino también, espada en ristre cual clérigo medieval, el obispo del Cuzco, Juan de Solano, quien, perdido ya todo miedo a Gonzalo Pizarro, se había unido a las tropas leales al Rey. Un comentario de Pedro de la Gasca echa por tierra la versión del cronista Inca Garcilaso sobre la lealtad de su padre: "Creo que, en estos momentos, Sebastián Garcilaso de la Vega está del lado de Gonzalo Pizarro a más no poder". Le salvó que, como otros muchos, se pasó durante la batalla de Jaquijaguana, en el último momento, al bando de Pedro de la Gasca.



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