(718) La enfermedad de Francisco de
Carvajal se fue agravando, por lo que tuvieron que permanecer detenidos, aguardando
a que mejorase. Como en Lima se le esperaba con impaciencia, algunos cizañeros
empezaron a quejarse ante Pizarro por su demora: "Le pedían a Gonzalo
Pizarro que lo sancionase porque se detenía adrede en el camino, haciéndose el
enfermo. Pizarro le escribió para que se diese prisa, y, como no llegaba, le
escribió otra vez, que era la tercera, con más cólera. Comprendiendo Francisco
de Carvajal la enemistad que le tenían los licenciados Cepeda y (Benito
Suárez de) Carvajal, y el capitán Juan de Acosta, les respondió con su
acostumbrada manera de escribir, deshaciendo todo lo que contra él habrían
dicho".
Luego le escribió a Gonzalo Pizarro
diciéndole que no pudo cumplir la promesa de llegar de inmediato a Lima, como
le prometía en la carta que le envió con Diego López de Segura, "porque me
dio un dolor muy grande de estómago, que vino a parar en un terrible dolor de
costado, del cual no pensé escapar; y luego, en Andahuaylas, me cargó tanto el
mal, que era una desesperación ponerme en el camino". Y le añade:
"Doy cuenta de ello a vuestra señoría para que nadie piense que estoy en
fiestas y regocijos, sino pensando de día y de noche qué tengo que hacer para
que mis servicios a vuestra señoría sean mejores que los de algunos que andan
durmiendo de día y de noche, y, si no duermen, hablan en perjuicio de otros sin
mirar lo que dicen. Vistos los despachos que me envió, le digo a vuestra
señoría que no se preocupe, porque yo vengo del Cuzco con todo ya bien
remediado. Traigo de allí conmigo a todos los sospechosos que algo podían
hacer, para que conozcan a vuestra señoría y le sirvan": Después le da un
consejo militar, en lo que, sin duda, era un experto: "Las picas que
vuestra señoría me ha mandado que se quemen, he ordenado que se traigan, y
suplico a vuestra señoría que se hierren, porque, para la coronación del
reinado en el que, en tan breves días, hemos de coronar a vuestra señoría,
quiero tenerlas aderezadas como conviene. Yo certifico a vuestra señoría que la
más terrible guerra que se puede hacer para seguridad de los ejércitos y atacar
a los enemigos, son las picas; yo sé lo que digo". No se equivocaba en que
estaba bastante próxima la batalla definitiva, pero sí en el resultado. Un año
después (la carta es del siete de marzo de 1547), Gonzalo Pizarro y Francisco
de Carvajal fueron derrotados y decapitados. Termina haciendo un elogio de un
sacerdote (pues no faltaron los clérigos entusiastas del rebelde Gonzalo
Pizarro): "Suplico a vuestra señoría que haga buen tratamiento al padre
Ortún Sánchez (del que ya hemos hablado), pues en verdad trabaja mucho
cada día, de acá para allá, en servicio de vuestra señoría".
Enviada la carta con Rodrigo Pérez de
Zamudio, un criado de Gonzalo Pizarro que se ocupaba de sus haciendas (junto al
clérigo Ortún Sánchez), la tropa de Carvajal también se encontraba al límite del
aguante por falta de alimentos, "por lo cual, el licenciado Cristóbal
Sánchez (el médico), que entonces mandaba en todo, le dijo al maestre de
campo, Dionisio de Bobadilla, que fuese a Vilcas para conseguir
provisiones".
(Imagen) Da la impresión de que los
clérigos parroquiales eran menos ejemplares que los frailes. Fue el caso de
Bartolomé de las Casas, quien, ya sacerdote, al recibir una sacudida de su
conciencia por los abusos que se cometían con los indios, ingresó de inmediato
en un convento dominico. Hablemos hoy del clérigo ALONSO MÁRQUEZ, el cual vivía
a su aire. Era natural de Vellosillo (Segovia). El año 1541, ejerciendo de
sacerdote en la catedral de Ávila, Carlos V lo propuso como canónigo (véase el
escrito de la imagen) a fray Tomás de Berlanga, el extraordinario obispo de
Tierra Firme (Panamá). Después fue confesor del medio blasfemo Francisco de
Carvajal (aunque da la impresión de que solo lo tenía de adorno), y aparece
también en la correspondencia que guardaba Pedro de la Gasca, donde vamos a
encontrar datos sobre su complicada deriva. Día 8 de febrero de 1547. El
capitán Alonso de Hinojosa le escribe a Gonzalo Pizarro: " Envié dos
clérigos llamados Márquez y Tello. Los dos son muy bulliciosos. Haga con ellos
su señoría lo que quisiese, pues yo al clérigo que aquí no ande a derechas, se
lo enviaré para que lo castigue". Día 24 de febrero. El obispo del Cuzco,
Juan de Solano (sin duda obligado a transigir con los rebeldes) le comunica a
Gonzalo Pizarro: " Le envío a vuestra señoría al padre Márquez. De sus
culpas y de las cosas que haya hecho, quien mejor le podrá informar es el que
lo lleva, el capitán Francisco de Carvajal. El clérigo va desterrado de este
obispado, y con propósito de irse a Roma para que lo absuelvan". Día 24 de
diciembre de 1547. Un informe de Pedro de la Gasca comunica al Consejo de las
Indias datos muy significativos. Dice que se presentó Alonso Márquez (que ya
estaba a su servicio) con cartas que daban cuenta de hechos vitales, ocurridos
a escasos cuatro meses de la derrota final de Gonzalo Pizarro. Por falta de
espacio, los veremos en la próxima imagen. Digamos ahora solamente que ALONSO
MÁRQUEZ, salió bien parado de sus arriesgadas compañías, pues supo abandonar a
tiempo a Francisco de Carvajal, y disfrutar de su holgada existencia (hay
constancia de que tuvo permiso para llevar esclavos negros a las Indias).
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