(409) Ya hemos visto que, tanto Alonso de Alvarado
como Alonso de Mercadillo tenían un largo historial de valientes militares,
pero, en cuanto personas, eran completamente diferentes. Alvarado, un ejemplo
de sensatez y bonhomía. Mercadillo, un mezquino avinagrado, que ahora va a
pasar un mal trago: “Hallaron ríos muy grandes, despoblados y sin topar ninguna
comida. Los españoles se decían que fue mala decisión seguir a un hombre de tan
malas mañas como era Mercadillo. Después de haber andado siete jornadas por
malos caminos, llegaron a una sierra tan áspera que no la pudieron pasar.
Asentaron allí su real, y, aunque procuraron buscar comida por muchas partes,
no la pudieron hallar”. Tenían noticia de que había una región digna de ser conquistada,
la de Iscaicinga: “Los indios que en ella vivían eran de cuerpos grandes y tenían las narices
rasgadas por las ventanas, y por ello los llamaban iscaicingas, que quiere
decir dos narices”. Los guías le dijeron a Mercadillo que pasar a través de las
montañas era tan imposible que morirían todos si lo intentaban: “Pero el
capitán, por no volver atrás ni ir hacia donde estaba Alonso de Alvarado, no
quería dejar de proseguir por aquella parte”.
Su absurda terquedad va a provocar un motín
general: “Viendo un español llamado Cazalla que Mercadillo quería seguir por
aquel camino, y habiendo oído lo que decían los guías indios, pensó que, para
atajar tan gran daño, sería cordura dar de ello parte a los más principales que
venían en la armada. Dijo al maestre de campo, Hernando Garzón, a Lope Martín,
a Francisco de Santillana y a otros lo que había oído a los indios, y que
Mercadillo determinaba pasar adelante. Al saberlo, temieron perderse, y decidieron
persuadir a Mercadillo a que fuese por otra parte más segura, y, si no les
diera razones, hacerle volver aunque no quisiese. Luego fueron todos juntos
adonde estaba Mercadillo y le dijeron que, puesto que era capitán y cristiano,
diese la vuelta a la provincia de Maina, para allí informarse de cuál era el
mejor camino para ir a Iscaicinga. Les respondió que no pensaba volver atrás,
ni le hablasen de ello. Viendo cuán porfiado estaba en pasar por aquella tierra
tan dificultosa, se fueron a sus tiendas. Después de saber todos los del real
que Mercadillo quería caminar por allí, vinieron muy tristes adonde los
principales, a los cuales les decían que, pues eran hombres tan entendidos en
la guerra, no permitiesen que todos ellos se perdiesen por el loco parecer de
Mercadillo. Y, tomando un escribano, le hicieron un requerimiento protestando
de los daños que resultarían de no volver a la provincia de Maina, e
implorándole lo que veían que convenía”.
La terquedad de Mercadillo era suicida:
“Les respondió que no le requiriesen cosa ninguna, pues no había de volver
atrás. No obstante, le hicieron otro requerimiento de la misma manera. Viendo
Mercadillo que ya la cosa iba de veras, les pidió que firmasen con sus nombres
los que aquello le requerían, y bastó que lo dijera para que todo el real se
juntara allí para firmar. Mas no tenía intención de volver, y, viendo que todos
querían firmar, les dijo que se dejasen de aquello, y que, si no, a todos los
castigaría”.
(Imagen) Apenas hay datos de Cazalla,
Garzón, Martín y Santillana, los cuatro héroes que evitaron la insensatez del
capitán Alonso de Mercadillo. Así que diremos algo más del brillante y ejemplar Alonso de Alvarado, con
quien Mercadillo (avanzando por las mismas tierras) no quería competir. Hay un documento de los
herederos de Alvarado (año 1557) que nos muestra la importancia que tenía ser
descendiente de un personaje ilustre. Adornaba ser hidalgo (hijo de algo), pero
era un verdadero privilegio ser ‘hijo de mucho’. En el texto (el de la imagen)
se ve que el Consejo de Indias le envía al Rey una petición presentada por la
mujer y los hijos del fallecido Mariscal Alonso de Alvarado, amparándose en sus
brillantes logros. Solicitan, para su hijo mayor, Don Alonso, que conserven él
y sus herederos a perpetuidad la encomienda de indios que ya posee, y el título
de Mariscal que tenía su padre, Alonso de Alvarado, y que le concedan el Hábito
de Santiago, como lo tuvo él; para el segundo, Don García, un repartimiento de
indios con el que pueda vivir bien; y, para el tercero, Don Juan, otra merced y
un Hábito de Calatrava. Luego, los del Consejo de Indias, aun pareciéndoles
bien las peticiones, le proponen al Rey alguna matización. Consideran que el
título de Mariscal lo podría ejercer Don Alonso en la Nueva Toledo (hacia
Chile) porque convendría nombrar Mariscal de la Nueva Castilla (Perú) a Don
Martín de Avendaño, y que, asimismo, lo de la perpetuidad de la encomienda
debería posponerse hasta que estuviesen las tierras sin disturbios. Dicen,
además, que sería oportuno asignarles por añadidura a sus otros dos hijos una
generosa pensión. Y hacen, de paso, grandes elogios de los extraordinarios
méritos de DON ALONSO DE ALVARADO al servicio de Su Majestad.
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