miércoles, 1 de mayo de 2019

(Día 819) Los hombres de Mercadillo quieren ir por un camino viable. Para evitar encontrarse con Alonso de Alvarado, no lo acepta. Su terca oposición a lo que le piden sus capitanes va a desencadenar un motín.


     (409) Ya hemos visto que, tanto Alonso de Alvarado como Alonso de Mercadillo tenían un largo historial de valientes militares, pero, en cuanto personas, eran completamente diferentes. Alvarado, un ejemplo de sensatez y bonhomía. Mercadillo, un mezquino avinagrado, que ahora va a pasar un mal trago: “Hallaron ríos muy grandes, despoblados y sin topar ninguna comida. Los españoles se decían que fue mala decisión seguir a un hombre de tan malas mañas como era Mercadillo. Después de haber andado siete jornadas por malos caminos, llegaron a una sierra tan áspera que no la pudieron pasar. Asentaron allí su real, y, aunque procuraron buscar comida por muchas partes, no la pudieron hallar”. Tenían noticia de que había una región digna de ser conquistada, la de Iscaicinga: “Los indios que en ella vivían  eran de cuerpos grandes y tenían las narices rasgadas por las ventanas, y por ello los llamaban iscaicingas, que quiere decir dos narices”. Los guías le dijeron a Mercadillo que pasar a través de las montañas era tan imposible que morirían todos si lo intentaban: “Pero el capitán, por no volver atrás ni ir hacia donde estaba Alonso de Alvarado, no quería dejar de proseguir por aquella parte”.
     Su absurda terquedad va a provocar un motín general: “Viendo un español llamado Cazalla que Mercadillo quería seguir por aquel camino, y habiendo oído lo que decían los guías indios, pensó que, para atajar tan gran daño, sería cordura dar de ello parte a los más principales que venían en la armada. Dijo al maestre de campo, Hernando Garzón, a Lope Martín, a Francisco de Santillana y a otros lo que había oído a los indios, y que Mercadillo determinaba pasar adelante. Al saberlo, temieron perderse, y decidieron persuadir a Mercadillo a que fuese por otra parte más segura, y, si no les diera razones, hacerle volver aunque no quisiese. Luego fueron todos juntos adonde estaba Mercadillo y le dijeron que, puesto que era capitán y cristiano, diese la vuelta a la provincia de Maina, para allí informarse de cuál era el mejor camino para ir a Iscaicinga. Les respondió que no pensaba volver atrás, ni le hablasen de ello. Viendo cuán porfiado estaba en pasar por aquella tierra tan dificultosa, se fueron a sus tiendas. Después de saber todos los del real que Mercadillo quería caminar por allí, vinieron muy tristes adonde los principales, a los cuales les decían que, pues eran hombres tan entendidos en la guerra, no permitiesen que todos ellos se perdiesen por el loco parecer de Mercadillo. Y, tomando un escribano, le hicieron un requerimiento protestando de los daños que resultarían de no volver a la provincia de Maina, e implorándole lo que veían que convenía”.
     La terquedad de Mercadillo era suicida: “Les respondió que no le requiriesen cosa ninguna, pues no había de volver atrás. No obstante, le hicieron otro requerimiento de la misma manera. Viendo Mercadillo que ya la cosa iba de veras, les pidió que firmasen con sus nombres los que aquello le requerían, y bastó que lo dijera para que todo el real se juntara allí para firmar. Mas no tenía intención de volver, y, viendo que todos querían firmar, les dijo que se dejasen de aquello, y que, si no, a todos los castigaría”.

     (Imagen) Apenas hay datos de Cazalla, Garzón, Martín y Santillana, los cuatro héroes que evitaron la insensatez del capitán Alonso de Mercadillo. Así que diremos algo más del  brillante y ejemplar Alonso de Alvarado, con quien Mercadillo (avanzando por las mismas tierras)  no quería competir. Hay un documento de los herederos de Alvarado (año 1557) que nos muestra la importancia que tenía ser descendiente de un personaje ilustre. Adornaba ser hidalgo (hijo de algo), pero era un verdadero privilegio ser ‘hijo de mucho’. En el texto (el de la imagen) se ve que el Consejo de Indias le envía al Rey una petición presentada por la mujer y los hijos del fallecido Mariscal Alonso de Alvarado, amparándose en sus brillantes logros. Solicitan, para su hijo mayor, Don Alonso, que conserven él y sus herederos a perpetuidad la encomienda de indios que ya posee, y el título de Mariscal que tenía su padre, Alonso de Alvarado, y que le concedan el Hábito de Santiago, como lo tuvo él; para el segundo, Don García, un repartimiento de indios con el que pueda vivir bien; y, para el tercero, Don Juan, otra merced y un Hábito de Calatrava. Luego, los del Consejo de Indias, aun pareciéndoles bien las peticiones, le proponen al Rey alguna matización. Consideran que el título de Mariscal lo podría ejercer Don Alonso en la Nueva Toledo (hacia Chile) porque convendría nombrar Mariscal de la Nueva Castilla (Perú) a Don Martín de Avendaño, y que, asimismo, lo de la perpetuidad de la encomienda debería posponerse hasta que estuviesen las tierras sin disturbios. Dicen, además, que sería oportuno asignarles por añadidura a sus otros dos hijos una generosa pensión. Y hacen, de paso, grandes elogios de los extraordinarios méritos de DON ALONSO DE ALVARADO al servicio de Su Majestad.



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