(434) Con otra anécdota, Cieza nos muestra el buen hacer del Capitán
Robledo: “En la población de Garma, el capitán Ruy Venegas fue a buscar a los
caciques, que estaban escodidos en un templo. Encontraron allí muchas mujeres
hermosas, gran cantidad de mantas muy pintadas y más de doce mil pesos en oro,
lo cual los cristianos tomaron (se
refiere solamente al oro); y, para tener segura la provincia, el Capitán
Robledo mandó devolver la mayor cantidad de ellos a los indios”.
Sin embargo, el cacique huido quiso vengarse en la poblacion de Anserma:
“Ocuzca, el que se había soltado, viendo que el Capitán Robledo estaba ausente,
juntando a otros caciques y a mucha gente, vino a destruir la ciudad de Anserma.
Pero el capitán Amoroto había preparado su defensa porque una india que yo
tenía me contó que los bárbaros llegarían en breve a la ciudad, e yo avisé
enseguida al Alcalde, e todos estábamos armados de noche e de día aguardando a
los enemigos, los cuales, después de habernos dado algunas malas noches,
deshicieron la junta y cada uno se fue a su tierra”. Lo que cuenta Cieza de la
india es muy verosímil. Hubo muchos casos de nativas que, teniendo ocasión de
volver con su gente, prefirieron seguir con los españoles y ayudarlos.
Jorge Robledo, sabiendo que Ocuzca y Umbruza estaban creando problemas
en la zona de Anserma, volvió hacia allá, logrando hacer amistad con otros
caciques. Tuvo noticias de que al norte de la ciudad, en la zona de Choco,
había poblados con mucha riqueza, y, para confirmalo, envió a Gómez Hernández con cincuenta soldados.
Robledo, que salió a acompañarlos durante un trecho, hizo algo que a Cieza no
le gustó nada: “Le vino un indio diciendo que era el señor Umbruza, e, cuando
supo que no era él, mandó quemarlo, lo que fue un castigo harto cruel”.
Gómez y sus hombres iban sin caballos porque la ruta era abrupta y
montañosa. Vieron poblaciones de indios desnudos que colocaban sus moradas en los
árboles y mantenían luchas unos contra otros. Ocurrió algo que muestra la
compasión de Cieza y, al mismo tiempo, la rigidez de su fe religiosa: “Un
soldado, que se llamaba Alonso Pérez, tomó a una india, la cual sintió tanto
dolor y aborrecimiento de verse en poder del cristiano, que, dejándose caer por
unos riscos abajo, hizo su cuerpo pedazos, enviando el ánima al infierno (por no estar bautizada)”.
Más adelante encontraron otros poblados de mayor importancia. Cieza
comenta que sus mujeres eran hermosas y el oro abundante. Los indios, al verlos
sin caballos (a los que temían sobremanera), atacaron con fiereza. Los
españoles tuvieron algunos problemas con sus ballestas, por rotura de las
cuerdas, y se vieron en serios apuros. En el ataque, los indios hirieron con
flechas a varios, entre ellos a un francés al que luego apresaron. Gómez
Hernández ordenó la retirada, “y al francés que habían tomado los indios le
dieron muerte terrible e de grandes tormentos” (mal oficio el de ‘conquistador’).
Cuando regresaron a Anserma, dieron cuenta a Jorge Robledo de lo ocurrido. Pero,
si algo caracterizaba a aquellos hombres, era la determinación. Así que, inasequible
al desaliento a pesar de las malas noticias, mandó al capitán Ruy Venegas que
volviera al poblado y procurase pacificar a los caciques. Y al bueno de Cieza
le tocó participar en tan azarosa misión.
(Imagen) GOMEZ HERNÁNDEZ fue otro importante personaje sepultado en el
olvido. En aquellos tiempos todo andaba revuelto en Perú y en las zonas
colindantes. Por si fuera poco drama el de las guerras civiles, en las lejanas
tierras colombianas los conflictos no cesaban entre ambiciosos conquistadores
que se disputaban los territorios. Eran muchos los gallos en un solo aunque
extensísimo corral: Pedro de Heredia, Juan de Vadillo, Jorge Robledo (bajo cuyo
mando estaba Gómez Hernández), Belalcázar y Pascual de Andagoya (entre otros).
Hay que añadir a GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, pero, afortunadamente, se
distinguió por ser un caballeroso y sensato rival que supo resolver sus asuntos
pacíficamente. El Capitán Gómez Hernández, uno de los más notables conquistadores
de la provincia de Popayán, fundó la ciudad de CARAMANTA, muy cerca de donde,
algo más tarde, su jefe, jorge Robledo, estableció otra en el territorio de
Antioquia (sin acento), lo que dio origen a constantes disputas, alternándose
en el poder distintos capitanes, hasta quedar incorporado al Reino de la Nueva
Granada. Ese era el nombre de la actual Colombia, y se llamó así en honor a su
definitvo conquistador, el granadino Gonzalo Jiménez de Quesada. En un
documento del año 1559, vemos que entonces ya estaba todo bajo el control de la
autoridad central. Indica que se reunieron en Caramanta (la ciudad fundada por
Gómez Fernández) Juan Balle, obispo de Popayán (a 500 km de distancia), y Tomás
López, oidor de la Audiencia radicada en Bogotá (a 400 km), porque había
problemas para censar a los habitantes debido a que los indios del lugar
andaban muy enfrentados entre sí.
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