jueves, 30 de mayo de 2019

(Día 844) Fracasa un intento de ataque a la ciudad de Anserma porque una india le avisó a Cieza. Robledo, para variar, se muestra cruel: quema a un indio. Una india se suicida para no caer en manos de un español.


     (434) Con otra anécdota, Cieza nos muestra el buen hacer del Capitán Robledo: “En la población de Garma, el capitán Ruy Venegas fue a buscar a los caciques, que estaban escodidos en un templo. Encontraron allí muchas mujeres hermosas, gran cantidad de mantas muy pintadas y más de doce mil pesos en oro, lo cual los cristianos tomaron (se refiere solamente al oro); y, para tener segura la provincia, el Capitán Robledo mandó devolver la mayor cantidad de ellos a los indios”.
     Sin embargo, el cacique huido quiso vengarse en la poblacion de Anserma: “Ocuzca, el que se había soltado, viendo que el Capitán Robledo estaba ausente, juntando a otros caciques y a mucha gente, vino a destruir la ciudad de Anserma. Pero el capitán Amoroto había preparado su defensa porque una india que yo tenía me contó que los bárbaros llegarían en breve a la ciudad, e yo avisé enseguida al Alcalde, e todos estábamos armados de noche e de día aguardando a los enemigos, los cuales, después de habernos dado algunas malas noches, deshicieron la junta y cada uno se fue a su tierra”. Lo que cuenta Cieza de la india es muy verosímil. Hubo muchos casos de nativas que, teniendo ocasión de volver con su gente, prefirieron seguir con los españoles y ayudarlos.
     Jorge Robledo, sabiendo que Ocuzca y Umbruza estaban creando problemas en la zona de Anserma, volvió hacia allá, logrando hacer amistad con otros caciques. Tuvo noticias de que al norte de la ciudad, en la zona de Choco, había poblados con mucha riqueza, y, para confirmalo, envió a  Gómez Hernández con cincuenta soldados. Robledo, que salió a acompañarlos durante un trecho, hizo algo que a Cieza no le gustó nada: “Le vino un indio diciendo que era el señor Umbruza, e, cuando supo que no era él, mandó quemarlo, lo que fue un castigo harto cruel”.
     Gómez y sus hombres iban sin caballos porque la ruta era abrupta y montañosa. Vieron poblaciones de indios desnudos que colocaban sus moradas en los árboles y mantenían luchas unos contra otros. Ocurrió algo que muestra la compasión de Cieza y, al mismo tiempo, la rigidez de su fe religiosa: “Un soldado, que se llamaba Alonso Pérez, tomó a una india, la cual sintió tanto dolor y aborrecimiento de verse en poder del cristiano, que, dejándose caer por unos riscos abajo, hizo su cuerpo pedazos, enviando el ánima al infierno (por no estar bautizada)”.
     Más adelante encontraron otros poblados de mayor importancia. Cieza comenta que sus mujeres eran hermosas y el oro abundante. Los indios, al verlos sin caballos (a los que temían sobremanera), atacaron con fiereza. Los españoles tuvieron algunos problemas con sus ballestas, por rotura de las cuerdas, y se vieron en serios apuros. En el ataque, los indios hirieron con flechas a varios, entre ellos a un francés al que luego apresaron. Gómez Hernández ordenó la retirada, “y al francés que habían tomado los indios le dieron muerte terrible e de grandes tormentos” (mal oficio el de ‘conquistador’). Cuando regresaron a Anserma, dieron cuenta a Jorge Robledo de lo ocurrido. Pero, si algo caracterizaba a aquellos hombres, era la determinación. Así que, inasequible al desaliento a pesar de las malas noticias, mandó al capitán Ruy Venegas que volviera al poblado y procurase pacificar a los caciques. Y al bueno de Cieza le tocó participar en tan azarosa misión.


     (Imagen) GOMEZ HERNÁNDEZ fue otro importante personaje sepultado en el olvido. En aquellos tiempos todo andaba revuelto en Perú y en las zonas colindantes. Por si fuera poco drama el de las guerras civiles, en las lejanas tierras colombianas los conflictos no cesaban entre ambiciosos conquistadores que se disputaban los territorios. Eran muchos los gallos en un solo aunque extensísimo corral: Pedro de Heredia, Juan de Vadillo, Jorge Robledo (bajo cuyo mando estaba Gómez Hernández), Belalcázar y Pascual de Andagoya (entre otros). Hay que añadir a GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, pero, afortunadamente, se distinguió por ser un caballeroso y sensato rival que supo resolver sus asuntos pacíficamente. El Capitán Gómez Hernández, uno de los más notables conquistadores de la provincia de Popayán, fundó la ciudad de CARAMANTA, muy cerca de donde, algo más tarde, su jefe, jorge Robledo, estableció otra en el territorio de Antioquia (sin acento), lo que dio origen a constantes disputas, alternándose en el poder distintos capitanes, hasta quedar incorporado al Reino de la Nueva Granada. Ese era el nombre de la actual Colombia, y se llamó así en honor a su definitvo conquistador, el granadino Gonzalo Jiménez de Quesada. En un documento del año 1559, vemos que entonces ya estaba todo bajo el control de la autoridad central. Indica que se reunieron en Caramanta (la ciudad fundada por Gómez Fernández) Juan Balle, obispo de Popayán (a 500 km de distancia), y Tomás López, oidor de la Audiencia radicada en Bogotá (a 400 km), porque había problemas para censar a los habitantes debido a que los indios del lugar andaban muy enfrentados entre sí.



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