(422) Cieza se despacha a gusto en su
crítica: “Terminada la batalla de las Salinas, muchos de los que habían sido de
la parte de Pizarro se derramaron por las provincias, e robaban a los indios
todo lo que podían. Les daban tormento apretándoles con cordeles hasta que les
daban las ovejas que habían escondido, e, sacando grandes manadas, las llevaban
a vender a la ciudad de Lima. Yendo los indios a pedirle justicia al Marqués,
los echaba de sí diciéndoles que mentían. Las mujeres de los caciques e las
indias hermosas eran llevadas en cadena para tenerlas por mancebas, e, si sus
maridos las pedían quejándose, los mataban o les daban golpes. Algunos vecinos
hicieron cosas más feas, siendo los más señalados un Gonzalo de los Nidos, que
fue ahorcado por traidor en el Cuzco, e un Alonso de Orihuela, que sigue vivo este
año de 1550. Se hacían cosas crueles en una parte y en otra, e se quedaban sin
castigo”.
Luego Cieza nos muestra que empezó pronto
el desamparo de Diego de Almagro el Mozo: “Como hemos contado, Diego de
Alvarado había quedado como albacea de Don Diego de Almagro, el cual, por
virtud de una provisión del Rey, había nombrado Gobernador de Nueva Toledo (cuando él muriera) a Don Diego, su hijo,
dejando por administrador (hasta su
mayoría de edad) al mismo Diego de Alvarado, el cual, con gran mansedumbre e
mucha crianza, compareció delante del Gobernador e le pidió que desembarazase (dejase libre) la Gobernación de Nueva
Toledo (con excepción del Cuzco),
pues D. Diego de Almagro se la dejaba a su hijo, e a él para que la gobernase
hasta que fuese de edad. El Gobernador Pizarro le respondió desabridamente, e
le dijo que su gobernación no tenía término, e que llegaba hasta Flandes”.
La respuesta fue brutal, y Cieza saca sus
conclusiones: “No quiso, pues, desembarazar la provincia de Nueva Toledo,
mostrando así que la codicia, y no la justicia, había sido la causa de la guerra
pasada. E Diego de Alvarado procuró ir a la Ciudad de los Reyes, adonde el
Gobernador envió orden de que lo detuviesen, temiendo que su ida a España le
haría daño. Mas, aunque mucho lo procuró, Diego de Alvarado se dio tal maña,
que se embarcó en el puesto del Callao, de Lima, e salió del Perú para España”.
Vencedores y vencidos quedaron en
situación muy distinta. Cieza lo critica como una injusticia: “El Gobernador
Don Francisco Pizarro se mostraba en ese tiempo muy generoso con los que habían
seguido su partido, mientras que los de Chile (los almagristas) procuraban derramarse por otras tierras, conociendo
cuán enojosa era su presencia para el Gobernador Pizarro, el cual, a muchos de
los que vinieron con sus hermanos a darle la batalla a D. Diego de Almagro, dio
ricos repartimientos, teniendo en más lo que en aquella guerra se había hecho,
que lo que habían padecido e trabajado en conquistas e descubrimientos”. Cieza siempre dice que, ya de por sí, la
conquista de las Indias tuvo un pesado lastre de injusticias, pero también que
en el balance general aparecían muchas cosas positivas y de gran valor, y se
entusiasma con la heroicidad de los españoles. Pero le amarga profundamente el
deterioro social que se produjo por culpa de las guerras civiles, llenas de
vileza, de odio y de crueldad. De paso, insisto en que no tiene fundamento el
que algunos historiadores opinen que adornaba la figura de Pizarro. Lo admiraba
en su justa medida, que era bien grande, pero no son caricias lo que le dedica
en lo que acabamos de leer.
(Imagen) Cieza habla de que, con las
guerras civiles, llegaron muchas brutalidades, como si aquello fuera ya una
tierra sin ley, y pone de ejemplo extremo a un tal GONZALO DE NIDOS,
especialista en maltratar a los indios para extorsionarlos. En los archivos de
PARES se lo menciona varias veces. Fue un capitán de larga experiencia, que llegó
a las Indias en 1528. Curiosamente, hacía el viaje con su paisano Francisco de
Godoy, del que ya contamos que fue de los pocos que, ya ricos, volvieron a
España, y, en su tierra natal, Cáceres, construyó un precioso palacio que sigue
adornando el magnífico casco viejo de la ciudad. Consta que Gonzalo de los
Nidos legitimó en 1544 a un hijo, Francisco de Figueroa, y una hija, Beatriz de
Nidos. Ese mismo año había vuelto a España por un asunto turbio, que, al mismo
tiempo, se mezclaba con un gesto noble hacia los indígenas. En una Real Cédula,
se decía: “Que se imparta justicia a Gonzalo de Nidos, regidor del Cuzco, que
sirvió en Nicaragua, en Perú con Diego
de Almagro, y pasó a Cuzco con Francisco Pizarro, sirviendo al Rey muchas
veces; también luchó contra Diego de Almagro, donde murió su hermano. En un
altercado, por defender a unas indias, mató a uno de los maltratadores, por lo
que vino a España para pedir perdón a los parientes del muerto y a Su Majestad”. Fue perdonado por el Rey,
pero no le duro mucho la alegría. En el documento de la imagen (que ya
conocemos), fechado en 1549, se ve que fue uno de los condenados a muerte (con
sus bienes confiscados) por formar parte del ejército rebelde capitaneado por
Gonzalo Pizarro. El hecho de que su nombre aparezca en los primeros lugares
denota que GONZALO DE NIDOS era uno de sus principales capitanes. Sus
legitimados hijos quedarían, probablemente, en la pobreza.
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