jueves, 16 de mayo de 2019

(Día 832) Tras su victoria en Las Salinas, los pizarristas se dedicaron al desenfreno, y Pizarro lo consentía. Tampoco quiso reconocer a Almagro el Mozo como heredero de la gobernación de su padre. Diego de Alvarado consigue escapar a España.


     (422) Cieza se despacha a gusto en su crítica: “Terminada la batalla de las Salinas, muchos de los que habían sido de la parte de Pizarro se derramaron por las provincias, e robaban a los indios todo lo que podían. Les daban tormento apretándoles con cordeles hasta que les daban las ovejas que habían escondido, e, sacando grandes manadas, las llevaban a vender a la ciudad de Lima. Yendo los indios a pedirle justicia al Marqués, los echaba de sí diciéndoles que mentían. Las mujeres de los caciques e las indias hermosas eran llevadas en cadena para tenerlas por mancebas, e, si sus maridos las pedían quejándose, los mataban o les daban golpes. Algunos vecinos hicieron cosas más feas, siendo los más señalados un Gonzalo de los Nidos, que fue ahorcado por traidor en el Cuzco, e un Alonso de Orihuela, que sigue vivo este año de 1550. Se hacían cosas crueles en una parte y en otra, e se quedaban sin castigo”.
     Luego Cieza nos muestra que empezó pronto el desamparo de Diego de Almagro el Mozo: “Como hemos contado, Diego de Alvarado había quedado como albacea de Don Diego de Almagro, el cual, por virtud de una provisión del Rey, había nombrado Gobernador de Nueva Toledo (cuando él muriera) a Don Diego, su hijo, dejando por administrador (hasta su mayoría de edad) al mismo Diego de Alvarado, el cual, con gran mansedumbre e mucha crianza, compareció delante del Gobernador e le pidió que desembarazase (dejase libre) la Gobernación de Nueva Toledo (con excepción del Cuzco), pues D. Diego de Almagro se la dejaba a su hijo, e a él para que la gobernase hasta que fuese de edad. El Gobernador Pizarro le respondió desabridamente, e le dijo que su gobernación no tenía término, e que llegaba hasta Flandes”.
     La respuesta fue brutal, y Cieza saca sus conclusiones: “No quiso, pues, desembarazar la provincia de Nueva Toledo, mostrando así que la codicia, y no la justicia, había sido la causa de la guerra pasada. E Diego de Alvarado procuró ir a la Ciudad de los Reyes, adonde el Gobernador envió orden de que lo detuviesen, temiendo que su ida a España le haría daño. Mas, aunque mucho lo procuró, Diego de Alvarado se dio tal maña, que se embarcó en el puesto del Callao, de Lima, e salió del Perú para España”.
     Vencedores y vencidos quedaron en situación muy distinta. Cieza lo critica como una injusticia: “El Gobernador Don Francisco Pizarro se mostraba en ese tiempo muy generoso con los que habían seguido su partido, mientras que los de Chile (los almagristas) procuraban derramarse por otras tierras, conociendo cuán enojosa era su presencia para el Gobernador Pizarro, el cual, a muchos de los que vinieron con sus hermanos a darle la batalla a D. Diego de Almagro, dio ricos repartimientos, teniendo en más lo que en aquella guerra se había hecho, que lo que habían padecido e trabajado en conquistas e descubrimientos”.  Cieza siempre dice que, ya de por sí, la conquista de las Indias tuvo un pesado lastre de injusticias, pero también que en el balance general aparecían muchas cosas positivas y de gran valor, y se entusiasma con la heroicidad de los españoles. Pero le amarga profundamente el deterioro social que se produjo por culpa de las guerras civiles, llenas de vileza, de odio y de crueldad. De paso, insisto en que no tiene fundamento el que algunos historiadores opinen que adornaba la figura de Pizarro. Lo admiraba en su justa medida, que era bien grande, pero no son caricias lo que le dedica en lo que acabamos de leer.

     (Imagen) Cieza habla de que, con las guerras civiles, llegaron muchas brutalidades, como si aquello fuera ya una tierra sin ley, y pone de ejemplo extremo a un tal GONZALO DE NIDOS, especialista en maltratar a los indios para extorsionarlos. En los archivos de PARES se lo menciona varias veces. Fue un capitán de larga experiencia, que llegó a las Indias en 1528. Curiosamente, hacía el viaje con su paisano Francisco de Godoy, del que ya contamos que fue de los pocos que, ya ricos, volvieron a España, y, en su tierra natal, Cáceres, construyó un precioso palacio que sigue adornando el magnífico casco viejo de la ciudad. Consta que Gonzalo de los Nidos legitimó en 1544 a un hijo, Francisco de Figueroa, y una hija, Beatriz de Nidos. Ese mismo año había vuelto a España por un asunto turbio, que, al mismo tiempo, se mezclaba con un gesto noble hacia los indígenas. En una Real Cédula, se decía: “Que se imparta justicia a Gonzalo de Nidos, regidor del Cuzco, que sirvió en Nicaragua,  en Perú con Diego de Almagro, y pasó a Cuzco con Francisco Pizarro, sirviendo al Rey muchas veces; también luchó contra Diego de Almagro, donde murió su hermano. En un altercado, por defender a unas indias, mató a uno de los maltratadores, por lo que vino a España para pedir perdón a los parientes del muerto  y a Su Majestad”. Fue perdonado por el Rey, pero no le duro mucho la alegría. En el documento de la imagen (que ya conocemos), fechado en 1549, se ve que fue uno de los condenados a muerte (con sus bienes confiscados) por formar parte del ejército rebelde capitaneado por Gonzalo Pizarro. El hecho de que su nombre aparezca en los primeros lugares denota que GONZALO DE NIDOS era uno de sus principales capitanes. Sus legitimados hijos quedarían, probablemente, en la pobreza.



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