lunes, 20 de mayo de 2019

(Día 835) Gonzalo Pizarro se enfrenta con setenta hombres (uno de ellos era LOPE DE MENDOZA) contra una multitud de indios, a los que consiguen derrotar. Cieza alaba las virtudes de Gonzalo y lamenta que después se convirtiera en una persona sin escrúpulos.


     (425) Otro regate de Cieza, para llevarnos de  nuevo tras las andanzas de Gonzalo Pizarro por tierras del Collao y de las Charcas. Se encontraba entonces en el valle de Cochabamba, situado en lo que es hoy el norte de Bolivia: “Los bárbaros de aquellas regiones, como aún no estaban domados ni sabían cuán fuertes eran los cristianos, acordaron juntar el mayor poder e ir a matarlos. Gonzalo Pizarro venía por el valle muy precavido, pues, aunque no eran más de setenta los españoles que con él andaban, venían entre ellos hombres de mucho ser e muy esforzados, entre los cuales estaban el capitán Diego de Rojas, D. Pedro de Portocarrero, Gabriel de Rojas, el capitán Garcilaso de la Vega, el Capitán Pedro de Castro, Lope de Mendoza, Diego López de Zúñiga, e otros, hasta la cantidad que hemos dicho (los recuerda a todos con admiración). Se habían juntado treinta mil indios, viniendo por caudillo un señor muy principal que se llamaba Trorinaseo”.
     Cuando Gonzalo Pizarro se enteró del plan de los indios, despreció irónicamente su peligro, alardeando de que, en el cerco del Cuzco los españoles eran ciento ochenta y consiguieron la victoria llegando a matar a más de ochenta mil enemigos. Mandó luego que se observara con cuidado si estaban ya acercándose: “Los capitanes indios venían teniendo creído que habían de matar a todos e que habían de hacer un vaso con el casco de la cabeza de Gonzalo Pizarro. Llegaron e cercaron a los cristianos por todas partes. Los indios aquella noche hicieron grandes fuegos, e, como son tan viciosos en el comer y beber, no hicieron otra cosa en toda aquella noche más que vaciar en sus vientres vasijas de su chicha. No era aún bien de día cuando el capitán Gonzalo Pizarro estaba armado (equipado con su defensa corporal), y encima de un caballo con una lanza en la mano”.
     Cieza se imagina la escena y se lamenta de cómo iba a cambiar todo por el curso de las guerras civiles: “Y bien con razón, cuando yo escribo de las cosas hechas por Gonzalo Pizarro en aquellos tiempos, y de la voluntad tan firme con la que servía al Rey, me angustio y entristezco en gran manera, maldiciendo el mundano mandar que así hace perder a  los hombres su primer ser e los lleva a hacer cosas muy feas e detestables. Harto mejor le fuera a Gonzalo Pizarro morir en ese tiempo, que no vivir hasta que por él fueron hechas cosas tan feas e tan grandes traiciones que anularan las buenas, y él quedara para siempre tenido por traidor, como después lo fue”.
     Tras desahogarse por un momento, explica que Gonzalo dividió a sus hombres en tres partes, capitaneadas respectivamente por él,  por el capitán Garcilaso de la Vega y por el capitán Oñate, con el cual iban también, como guerreros amigos, el siempre fiel Paullo Inca y sus indios. Se produjo el enfrentamiento: “Con la fortaleza que los españoles suelen pelear, arremetieron contra los indios y mataron a muchos, por lo que perdieron el ánimo para sostener la batalla, y huyeron con la mayor prisa que pudieron. Los cristianos, dando muchas gracias a Nuestro Señor por la victoria, siguieron al alcance de los indios, e mataron a más de ochocientos. Paulo Inca, con los suyos, también hizo harto daño en los enemigos”.

     (Imagen) Resulta frustrante ver que van apareciendo nombres de capitanes que, aunque tuvieron biografías impresionantes, apenas dejaron rastro en los archivos. Digamos algo de uno que estamos viendo en campaña junto a Gonzalo Pizarro: LOPE DE MENDOZA. Es un nombre que se presta a confusiones, pero creo que sé de quién se trata. Nació el año 1492 en Mérida (Badajoz), y ni allí se acuerdan de él. Tuvo la peculiaridad de volverse de Perú tras una corta estancia y publicar un texto sobre lo que ocurría en aquellas tierras. Pero no tardó en regresar y sumergirse en el revuelto mundo de las guerras civiles, donde, quisieras o no, era casi inevitable dar bandazos entre pizarristas y almagristas, según aumentara el riesgo de que te cortaran la cabeza. Permaneció fiel a los Pizarro varios años, luchando incluso contra Diego de Almagro el Mozo en la batalla que este perdió, siendo después ejecutado. Pero todo se le complicó a Mendoza cuando Gonzalo Pizarro se alzó en rebeldía contra el Rey. Por cálculo o por noble lealtad a la Corona, abandonó sus tropas, y, como veterano capitán, tuvo después un protagonismo muy importante. El Mendoza que estamos viendo en 1539 como capitán de confianza de Gonzalo Pizarro, va a pelear encarnizadamente  contra él ocho años más tarde. El destino hará que tropiece en su camino con el sanguinario Francisco de Carvajal (el llamado Demonio de los Andes), el cual mandaba las tropas de Gonzalo Pizarro. En un enfrentamiento, Mendoza se vio acorralado. Se defendió como pudo pero recibió varias lanzadas, y Carvajal ordenó que le cortaran la cabeza. Un año después, las cabezas que rodaron fueron la del propio Carvajal y la de Gonzalo Pizarro.



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