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Visto ya lo referente a la guerra de las Salinas, que supuso la derrota y
triste muerte de un gran hombre, Don Diego de Almagro, seguiremos sumergidos en
la zozobra continuada de los enfrentamientos civiles. Al terminar aquella
tenebrosa tormenta, se produjo el silencio que trae consigo la paz, pero era un
efecto engañoso, como el de un volcán aparentemente apagado que en su interior,
invisible para todos, estaba generando una acumulación de odios imposibles de
contener. Traerán como consecuencia el
asesinato de Francisco Pizarro, en venganza por la ejecución de Almagro. El
trágico remate de este proceso será la guerra de Chupas, en la que será
derrotado y ejecutado su hijo, Diego de Almagro el Mozo. Aun así, continuará el
fatal curso de otras guerras civiles.
Como nos dijo Cieza al terminar su libro
de la guerra de las Salinas, Pizarro se disponía a salir de la villa de la
Plata. Resulta asombroso que aquellos conquistadores estuvieran siempre,
incluso a avanzada edad, como es ahora el caso de Pizarro, inmersos en una actividad
frenética, ya fuera luchando o administrando. Fue mucho lo que destruyeron,
pero incomparablemente más lo que crearon. Y, así, nos sigue contando el
cronista (otro del mismo ‘pelaje’, pues hasta robaba tiempo al sueño para
escribir cuando no empuñaba las armas): “Puestas en razón allí las cosas por el
Capitán Peransúrez, que se daba buena maña en gobernar la población, y los
indios le temían y servían bien, Don Francisco Pizarro tenía determinado ir a
fundar una ciudad en Arequipa (que sigue en pie y ha sido el lugar de
nacimiento del peruano Mario Vargas Llosa), e, con los españoles que le
seguían, partió luego para allá, y fue tan ligero, que llegó pronto a la
comarca donde se había de fundar el pueblo”.
Tuvo
entonces una inesperada visita: “Allí le vinieron mensajeros de Manco Inca
diciendo que quería la paz, lo cual no era verdad. Pero el Gobernador Pizarro,
como deseaba tanto atraer al servicio de Su Majestad a Manco Inca, determinó
volver al Cuzco para tratarlo. Réstanos ahora decir que, sabiendo que las cosas
de Quito, donde ya estaban pobladas tres o cuatro ciudades, eran de mucha
estima, y había noticia de que se podrían fundar otras tantas, decidió también
enviar a ellas al capitán Gonzalo Pizarro, su hermano, sirviéndose de una provisión
del Emperador. Y, cuando Gonzalo Pizarro vio el mandamiento del Marqués, partió
con alguna gente para ir a Quito, determinado a hacer la entrada en la tierra
de la Canela, de la cual se tenía noticia de que había en ella mucha riqueza”.
Era territorio del Amazonas, cuyo primer descubrimiento lo había realizado
Gonzalo Díaz de Pineda. Gonzalo iba a encontrar árboles de la entonces muy
preciada canela, aunque menos de los esperados, y nada de los metales preciosos
de los que tanto hablaban los indios. Para mayor calamidad, nunca más volvió a
ver a Francisco Pizarro, porque lo mataron durante su viaje. Y dado que
Hernando Pizarro no volvió nunca de España, le tocó liderar, sin ningún hermano
que le acompañara, otra guerra civil, perdiéndola en Jaquijaguana, y siendo
ejecutado.
(Imagen) Diego de Almagro el Mozo
merecería una biografía (incluso una obra teatral) de su corta, intensa, llena
de angustias y trágica vida. Va a ser el
protagonista principal (junto a su oponente, Vaca de Castro, representante de
Rey) de la guerra de Chupas. Fue hijo del también trágico Diego de Almagro y de
su criada, Ana Martínez, una india bautizada. Se da por hecho que el Rey le
concedió al Mozo su legitimación. Su caso nos sirve como muestra de que, en las
Indias, los hijos mestizos reconocidos tenían el mismo estatus que los
españoles, e incluso rango aristocrático cuando sus padres también habían
alcanzado la nobleza. Nació en Nuestra Señora de la Antigua del Darién, la
primera población europea de todo el continente americano. Era tan insalubre
que fue sustituida por la capital de Panamá, donde, curiosamente, se conservó
la vieja devoción española de la Virgen de la Antigua (hoy patrona de todo el
país). Igual que la Virgen, también el Mozo pasó siendo muy niño del Darién a
Panamá. Llegó a Perú en 1535 con Francisco Martín de Alcántara, hermanastro de
Pizarro (a cuyo lado murió), quien lo envió hasta Chile con Juan de Rada al
encuentro con su padre. Cuando este fue ejecutado, lo acogió durante un tiempo
Pizarro (qué situación) en sus aposentos de Lima, pero terminó por echarlo
debido al constante trato que el Mozo tenía con los derrotados y desesperados
almagristas. Aunque Rada se convirtió en el organizador del asesinato de
Pizarro, no hay duda de que los conspiradores contaban con el apoyo del Mozo.
Sirva esto como preámbulo de todo lo que vamos a ver. Así que, murió
injustamente Diego de Almagro, fue asesinado Francisco Pizarro, y será
ejecutado Diego de Almagro el Mozo. Una encadenada Ley del Talión.
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