jueves, 23 de mayo de 2019

(Día 838) Salió Diego de Alvarado hacia España y, en Panamá, le habló al oidor Robles de las responsabilidades de Hernando Pizarro, quien, antes de partir, asimismo hacia España, le advirtió a Pizarro de que tomara precauciones contra los almagristas.


     (428) Como de pasada, Cieza deja ver que los derrotados compañeros de Almagro­­ fraguaban algún tipo de revancha: “Don Francisco Pizarro se quedó en el Cuzco descansando de los trabajos pasados, e algunos de los de Chile (los almagristas) se iban a la Ciudad de los Reyes, donde estaba D. Diego de Almagro el Mozo. Diego de Alvarado fue a Tierra Firme (Panamá), donde era Oidor del Rey el doctor Robles, al cual le contó las cosas sucedidas en Perú e la batalla que se había dado entre los dos gobernadores, dando a entender que Hernando Pizarro había sido la causa de que todo viniese a tanta rotura. Le dijo también que Hernando Pizarro andaba juntando dinero para irse a España. Dichas estas cosas, partió para la ciudad de Nombre de Dios, desde donde prosiguió su viaje a España”. Recordemos que Diego de Alvarado, quizá angustiado por que sus consejos de paz le hubiesen costado la vida a Almagro, tenía el firme propósito de que Hernando Pizarro fuera procesado en España como responsable de su ejecución. Allí se encontraron los dos, pero veremos que el viaje de Hernando se retrasó porque tuvo que esquivar las iras del oidor. Ya lo anticipa Cieza: “El doctor Robles, después de escuchar a Diego de Alvarado, pensó en prender a Hernando Pizarro si viniese por Panamá”.
     Va a partir Hernando Pizarro, y Cieza deja claro que había una preocupación general por la vida del Gobernador Pizarro. Tuvieron los dos hermanos una fuerte discusión, sin que sepamos por qué: “Hubo palabras mayores entre ellos sobre algunas cosas privadas, de las cuales se sintió Hernando Pizarro, pero, al fin, como eran hermanos, se tornaron a conformar, y el Marqués le dio cartas para Su Majestad, para los del Consejo y para algunos Grandes de España. Cuando Hernando Pizarro iba a partir, le dijo al Marqués que mirase por su persona, e que anduviese siempre acompañado de  manera que los de Chile no pudiesen hacerle algún mal, e aun que, para evitar inconvenientes, debería enviar a D. Diego de Almagro el Mozo a España, apartándole de la amistad de los de aquel bando, pues marchaba con el temor de que hicieran de él cabeza para ocupar el reino y quitarle a él la vida. El Marqués le respondió que se dejase de aquellos dichos. Vista la intención del Marqués, no habló más sobre aquello Hernando Pizarro, partió de la Ciudad de los Reyes, salió en un navío, e, por la vía de Nueva España (México), se fue a Castilla”.
     Hernando no quiso ir por Panamá temiendo que lo apresara el oidor Robles. Luego Cieza hace un elogio de Hernando que resulta algo chocante, ya que, en bastantes ocasiones, se comportó muy duramente  con los indios, sobre todo cuando quería que le entregaran oro y plata: “Y cierto es que, el tiempo que Hernando Pizarro estuvo en Perú trató bien a los caciques e se mostró celoso del servicio del Rey, y así es público entre los antiguos de acá”. Quizá su conducta general fuera buena.
     Da un último dato: “Llegado que fue a España, se presentó ante los del Consejo Real de las Indias, y estuvo preso muchos años en el Castillo de la Mota, de Medina del Campo. Y, en este año de mil quinientos cuarenta e nueve (mientras Cieza está escribiendo), no sabemos lo que de él se ha determinado”.

     (Imagen) Termina ya Cieza su libro de La Guerra de las Salinas (aunque seguirá narrando las siguientes). Dos años después, en 1551, llegó a España, se casó en Sevilla, y en 1553 publicó el tomo primero de su maravillosa crónica. Murió en 1554, con solo 34 años (qué intensidad de vida). Seguro que, en sus últimos momentos de lucidez, tuvo melancólicos pensamientos sobre el destino del resto de su ingente obra, ya que no consiguió editarla. Nos acaba de decir que Hernando Pizarro estuvo preso muchos años, y que no tenía más noticias de él. Al llegar a Sevilla, se enteraría de que seguía preso, pero, por morir pronto, no pudo saber que iba a estarlo diez años más. En el último párrafo de este libro de la guerra de las Salinas, vuelve a hablar de Pizarro, el inquieto anciano, que andaba visitando algunas zonas para calmar los ánimos de la gente: “Llegando a un pueblo que se llama Chuquito, le dieron una carta de  Hernando Bachicao, en la que le decía que mirase por su persona porque los de Chile (los almagristas) le habían de matar, y así se decía en el Cuzco, mas el Marqués Don Francisco Pizarro hizo burla de ella. E, porque andaban en su compañía muchos caballeros que habían conquistado y se hallaron en el bando de Hernando Pizarro contra Almagro, tomando consejo de ellos, determinó ir en persona a poblar una ciudad en las tierras de Arequipa, pues había allí muchos indios para poder repartir a los vecinos. E así se partió luego para hacer la nueva población (en 1540); e, con esto,  hace fin el libro primero de LAS GUERRAS CIVILES DEL PERÚ”.



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