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Parece ser que, lo de montar a caballo, solo estaba a disposición de los
indios importantes: “Manco Inca mandó a tres principales de su linaje que
cabalgasen en los otros tres caballos que tenían y que se preparasen para ir
contra los españoles. El capitán Villadiego mandó parar a sus hombres, y solo se
adelantaron seis mancebos diligentes de los que más descansados se hallaban.
Oyeron el ruido de los indios de Manco Inca que venían contra ellos, y se
volvieron para avisar a sus compañeros.
Al saber Villadiego que los indios estaban tan cerca, sacó rápidamente con el
pedernal lumbre bastante para encender las mechas, e dijo a los españoles que
no los temiesen, mas estaban tan cansados, que no les pareció que pudieran
defenderse, aunque no dejó de haber en ellos algún valor del que suelen mostrar los españoles,
porque enseguida tomaron las armas. Manco Inca echó un ala de sus indios para
cercar a los cristianos, e comenzaron a arrojar muchas flechas. Villadiego, con
una pelota de arcabuz mató a un indio, e, aunque los cristianos, con los otros
arcabuces e con ballestas, mataron algunos más, no pudieron hacerlos huir, sino
que, encarnizados en ellos, arremetieron súbitamente contra Villadiego, e le
quebraron el brazo con un bastón”.
El desastre fue inevitable: “Anduvieron
peleando unos con otros dos horas, e, por estar los cristianos tan cansados,
muy cruelmente fueron matados veinticuatro por los indios, y, entre ellos,
Villadiego, después de haberlo hecho bien, porque, antes de que le quebraran el
brazo, mató a tres indios, y luego nunca le vieron tener ninguna flaqueza hasta
que, de los muchos golpes y heridas que le dieron, cayó muerto en tierra.
Solamente escaparon seis cristianos, los cuales, por ser ligeros, llegaron
hasta donde estaba el factor Illán Suárez de Carvajal. Y, aunque su diligencia
fue mucha, no bastara si no fuera por los indios amigos, que encima de sus
hombros y en hamacas los llevaron hasta el campamento”.
La represión de Manco Inca con los
colaboradores nativos fue muy dura, y no respetó los cadáveres de los
españoles: “Mandó que se cortara a muchos de los indios amigos las manos, y a
otros las narices, y que les sacaran los ojos a otros. Envió también algunas
cabezas de los cristianos al valle de Viticos, donde él tenía su asiento”.
El Factor se va a quedar desconcertado:
“Sabida por el capitán Illán Suárez de Carvajal la desgracia acaecida, mucho le
pesó, y en gran manera sintió que fuesen muertos tantos cristianos por no haber
querido Villadiego venir a pedir caballos. Mandó a sus hombres que tuviesen
gran cuidado en rondar e velar para que Manco Inca no los tomase desprevenidos.
Luego envió a la ciudad del Cuzco mensajeros para que diesen aviso de lo
sucedido al Gobernador Don Francisco Pizarro, escribiéndole que le contestase
mandándole lo que debía hacer, pues, entre tanto, él se quedaba en aquellos
pueblos sin salir de ellos a ninguna
parte”.
(Imagen) Seis años más tarde de lo que
vemos ahora, murió Illán Suárez de Carvajal. Quien lo mató, el virrey BLASCO
NÚÑEZ DE VELA, tenía un gran prestigio como militar y marinero, pero con un
carácter intransigente y despiadado. Llegó a las indias para poner orden, y lo
intentó con un rigor desmedido, sin un ápice de habilidad diplomática. La gota
que colmó el vaso fue matar a Suárez sin juicio previo. Quiso imponer a las
bravas límites a los derechos de los encomenderos, con lo que encendió la mecha
de una nueva rebelión, que más tarde Pedro de la Gasca someterá, con firmeza
pero también con prudencia y espíritu negociador. Justo cuando se produjo lo
que podemos llamar el asesinato de Illán Suárez de Carvajal, hasta los
funcionarios del Rey que estaban en Lima decidieron quitarle el poder al
Virrey. El documento de la imagen (noviembre de 1544) tiene un gran valor
porque revela un dato muy llamativo. Los oidores tenían miedo a salirse de la
legalidad suplantando a Núñez Vela. Para ello prepararon una investigación
sobre la forma en que murió Suárez de Carvajal y sobre los tumultos que trajo
como consecuencia. La primera pregunta que les hicieron a los testigos fue la
que aparece en el texto de la imagen: “Se
les preguntará si el Virrey ha tratado de prender y embarcar, o matar si sobre
ello hubiere resistencia, a los oidores de la Real Audiencia de la Ciudad de
los Reyes, y de embarcar asimismo a las mujeres e hijos y haciendas de todos los vecinos de la ciudad,
y tomarles todo el oro y plata, y caballos y mulas, así como si era cierto que
había mucha gente de guerra en la ciudad y que, por tenerles enemistad el Virrey,
los oidores estaban en mucho peligro”.
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