martes, 7 de mayo de 2019

(Día 824) Mueren diecinueve hombres de Belalcázar por flechas envenenadas. Decide retirarse hacia el Magdalena, el gran río colombiano. Cieza, que había andado por allí varias veces, comenta que era una zona muy rica.


     (414) En cuanto a Vadillo, de nuevo Cieza, que es el que manda, interrumpe el relato: “Necesario será que dejemos por un poco de hablar de Vadillo e de Aldana, y concluyamos con la campaña del capitán Sebastián de Belalcázar, quien, llegado al valle de Neiva (Colombia), teniendo por principal intento salir al mar Océano (el Atlántico), determinó enviar a poblar Timaná y los Yalcones (que él había descubierto) al capitán Pedro de Añasco, natural de Sevilla (ya hablé hace tiempo de su terrible muerte a manos de la cacica Gaitana).
     Muchas veces hablaban los cronistas de las flechas envenenadas, y ahora Cieza nos explica su terrible efecto: “Cuando partió Pedro de Añasco, el capitán Belalcázar anduvo caminando hacia el Mediodía. Llegó a unas poblaciones de indios belicosos y grandes flecheros que viven al final de la muy grande cordillera de los Andes. Los cuales salieron a darles guerra, cogiendo a los españoles descuidados, e hirieron a veinte con sus flechas. Como en el Perú no hay cosa más dañosa que aquella hierba, es muy doloroso oír de qué arte morían aquellos tristes, y con la pena que sus ánimas salían de los trabajados cuerpos. No se piense que las heridas eran muy grandes. Bastaba que las flechas oliesen la sangre para que el furor de la ponzoña subiese a su corazón, y los tocados mordían con grandes vascas sus propias manos; aborreciendo el vivir, deseaban la muerte. Tan encendidos estaban en aquella llama ponzoñosa que les abrasaba las entrañas, y, semejantes al que rabia, daban voces como locos. Tenían tanta congoja en sí mismos que en breve les llevaba a la sepultura. El capitán Belalcázar y los demás españoles se admiraban de ver las súbitas muertes de sus compañeros. De veinte que fueron heridos, se escapó solamente uno que se llamaba Diego López. Y no murió  porque, antes de que la hierba penetrase, asió fuertemente con un anzuelo de pescar la carne de su pantorrilla, y, sacando un cuchillo, se lo dio a un compañero llamado Trujillo, y le dijo que sin piedad cortase toda la carne que estaba alrededor de la herida, y que  no tardase, porque ya le parecía sentir lo que sentían quienes habían muerto con tales heridas. Tomando el cuchillo, cortó sin ninguna piedad lo que pareció convenir, con tanta presteza que la ponzoña quedó en la carne cortada”.
     Ante semejante peligro, los españoles retrocedieron: “El capitán Sebastián de Belalcázar decidió volverse al valle de Neiva y llegar desde allí al gran río que llaman Santa Marta (el actual Magdalena), un brazo del cual nace junto a Popayán, y el otro a poco más de cuarenta leguas, yendo divididos hasta cerca de la ciudad de Mompox, donde, juntándose, se hace tan grande como se lo ve al salir al mar Océano o del Norte. Entre estos ríos hay por descubrir provincias muy ricas, y sé harto de ello porque he ido tres o cuatro veces con  capitanes que iban a conquistarlo”. Resulta curiosa la imprecisión de Cieza al hablar de ‘tres o cuatro veces’. Es posible que no fuera muy memorioso, o sencillamente, que no se detuviera a pensar cuando escribía.
    
     (Imagen) Sigamos familiarizándonos con SEBASTIÁN DE BELALCÁZAR (fundador de Quito), ese duro, pero gran personaje. Como era habitual entre herederos de conquistadores, en este caso vemos (en el folio de la imagen) que un nieto suyo, vecino de Popayán y también llamado Sebastián de Belalcázar, solicita del Rey (¡el año 1582!) alguna merced por los méritos de su padre, Francisco de Belalcázar, por los de su abuelo y también por los suyos. Expone lo siguiente: “Él (el solicitante) sirvió a Vuestra Alteza imitando al Adelantado Don Sebastián de Belalcázar, su abuelo, vuestro Gobernador que fue de Popayán, y al capitán Don Francisco de Belalcázar, su padre. El dicho Adelantado fue poblador, conquistador y descubridor de muchos pueblos de la Isla Española (Santo Domingo), del (territorio del) Río Darién, de Panamá, del descubrimiento de la Mar del Sur (el Pacífico), de la gobernación de Nicaragua, y de estos vuestros reinos del Perú, siendo el capitán que pobló la ciudad de Quito y la gobernación de Popayán”. Luego nos descubre la trayectoria de alguien apenas conocido, su padre: “En la mayor parte de ello, (participó) el capitán Don Francisco de Belalcázar, su hijo legítimo”. Habla después del comportamiento de Belalcázar en las guerras civiles. No miente, pero oculta que le costó decidirse a colaborar con las fuerzas del Rey. Manifiesta que luchó junto al virrey Núñez Vela, resultando herido, y que fue apresado por Gonzalo Pizarro. Termina diciendo: “Cuando vino vuestro Presidente, Pedro de la Gasca, salió con gente el dicho Adelantado Belalcázar,  se unió a él, y estuvo acompañándolo hasta que, habiéndose dado la batalla, Gonzalo Pizarro fue desbaratado y preso, y, los reinos de Perú, resurgidos para vuestro real servicio”.


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