(423) Vendrán otras guerras civiles, pero
ahora Pizarro había resuelto su problema más importante derrotando y ejecutando
a Almagro. Aunque en ese sentido estaba aliviado, seguía en pie la amenaza de
Manco Inca, el emperador rebelde, quien aprovechaba cualquier descuido para
atacar a los españoles. Era un peligro viajar de Lima al Cuzco, y veremos que,
para disminuirlo, se establecerá una población a mitad de camino: “Como aún no
se había fundado la ciudad de San Juan de la Victoria de Huamanga, cuando los
contratantes de Lima e de otras partes
iban con sus mercaderías al Cuzco, salían contra ellos los indios de Manco Inca,
e, después de haberles robado su hacienda, los mataban; llevaban vivos a
algunos e les daban grandes tormentos, empalándolos por las partes inferiores
con agudas estacas que les salían por las bocas. Causó tanto miedo saber estas
cosas, que muchos que tenían negocios no osaban ir al Cuzco, si no era
acompañados y bien armados”.
Así que fue necesario meterse en otro tipo
de batalla: “Don Francisco Pizarro mostró que le pesaba mucho que el bárbaro
tirano Manco Inca hiciese tantos males, e, queriéndolo remediar, nombró capitán
al factor Illán Suárez de Carvajal y le encargó aquella guerra, diciéndole que
saliese con gente a desbaratar a Manco Inca para que el camino estuviese
seguro”. Recibida la orden, partieron hacia las tierras de Huamanga, y, al
saber que el gran cacique se había retirado a las montañas, aunque no muy
lejos, Suárez de Carvajal le dijo a un tal Villadiego que se adelantara con treinta hombres de a
pie y lo prendiera, pero cometieron un grave error.
Cieza nos da su opinión sobre lo que
ocurrió: “Villadiego había venido recientemente de España, y no tenía la
experiencia en cosas de la guerra contra los indios que se requiere tener. Sin
mirar lo que le podría ocurrir, por jactancia de honra y fama, y con temeridad
de ánimo de mancebo, le dijo a sus compañeros: ‘¿Se han de llevar toda la
gloria los de a caballo?’. Y les pidió que fuesen a buscar al Inca, pues estaba
cerca y fácilmente le desbaratarían, e tendrían rico despojo. E, como se decía
que Manco Inca tenía gran parte de su tesoro, todos dijeron que fueran a por él
sin aguardar más”.
Se pusieron en marcha temerariamente, sin
pensar siquiera en pedirle ayuda a Illán Suárez de Carvajal, que estaba a tan
solo dos leguas de allí. Además, no
midieron sus fuerzas, agotándolas en una marcha acelerada bajo un sol abrasador;
iban muertos de sed, “cayéndose, y levantándose a medida que subían por la
sierra con la esperanza de encontrar agua para volver a descansar, mas no la
pudieron hallar”.
Aquello se les iba a complicar a los
españoles: “Manco Inca, sabiendo de la venida de los treinta españoles, de la
fatiga tan grande que traían, e que venían sin caballos, cabalgando en uno de
los cuatro caballos que él tenía (un caso
muy raro entre aquellos indios), dijo a los bárbaros que con él estaban,
que no eran más de ochenta, que se preparasen para luchar contra ellos, pues el
calor e falta de agua los traía casi muertos”.
(Imagen) Le vemos ahora en apuros con los indios a ILLÁN SUÁREZ DE
CARVAJAL. Fue una muestra de que los funcionarios reales eran también a veces
hombres de armas. Iba como capitán al frente de una tropa, pero, como Factor
del Rey, era quien se encargaba de administrar todo lo relativo a la Hacienda
Real. Ya di anteriormente algunos datos sobre su biografía. Estaba en Perú con
su hermano Benito Suárez de Carvajal, y Pizarro los tenía muy favorecidos para
que un tercer hermano, el obispo de Lugo Juan Suárez de Carvajal, hiciera algo
por Hernando Pizarro en el juicio a que estaba sometido en España por la muerte
de Almagro (Diego de Alvarado recusó al obispo, que era miembro del jurado).
Por esa razón, Pizarro les dio cargos muy importantes a los dos hermanos, pero,
tanto uno como otro, murieron de forma trágica. Durante mucho tiempo fueron
fieles pizarristas, hasta que el curso de las guerras civiles los obligó a
disimular sus querencias, o cambiarlas sin más. Ese titubeo le resultó fatal a
Illán Suárez de Carvajal, porque el virrey Blasco Núñez Vela empezó a dudar de
su lealtad, y terminó convencido de que era un traidor. Algunos autores dicen
que lo mató por su propia mano. Pero, en el documento de la imagen, se ve lo
que realmente ocurrió a través de la declaración de Alonso de Argüello, un
testigo presencial: “Blasco Núñez de Vela se había levantado de la cama, y
tomado una daga, y dado con ella a Illán Suárez, y mandado a sus criados que lo
matasen, y así amaneció muerto". Recordemos que su hermano,
Benito, se vengó matando después al virrey, y que, a su vez, fue víctima de un
romanticismo temerario, ya que murió al caer desde una ventana en el transcurso
de un lance amoroso.
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