(433) Cieza, así como le gustaba comentar
cuando se refería al conflicto entre Pizarro y Almagro, insiste ahora en que
solo una cabeza puede mandar (recordando que ya lo decía Alejandro Magno). En
este caso le aplica el cuento a Juan Greciano
y a Luis Bernal. Aunque con apuros y líos entre sus jefes y entre los
dos bandos, los soldados siguieron avanzando, pero Greciano y Bernal quisieron
prenderse el uno al otro, apoyados por sus hombres, y hasta pudo haber muertes
si no fuera porque vieron llegar a Ruy Venegas con varios soldados tras haber
fundado una población. Se encontraron todos con mucha alegría. Venegas le envió
aviso de las andanzas de este grupo de españoles a Robledo, quien, al no saber
las intenciones de aquella tropa, decidió actuar antes de que llegaran, y, tras
mandar a varios hombres que buscaran un sitio llano, hizo talar todo el terreno
y fundó allí la ciudad de San Juan de Anserma el 15 de agosto de1539, nombrando
alcaldes ordinarios a Suero de Nava y a Martín Amoroto, y, como Alguacil Mayor,
a su Alférez, Ruy Venegas. Pronto aparecieron los de Cartagena: “Le dieron
obediencia a Robledo, y el Teniente Greciano dio queja del capitán Bernal y de
otros, los cuales fueron desterrados”. Acto seguido se le envió un informe de
lo ocurrido a Lorenzo de Aldana, quien, a su vez, se lo remitió a Pizarro.
Cieza muestra una vez más su gran aprecio
por Jorge Robledo; valoraba especialmente su buen trato a los indios y su
facilidad para convertirlos en amigos, dándole aún más relieve al subrayar los
abusos que otros cometían: “Entre los caciques que se le acercaron, había dos
principales, llamados Umbruza y Ocuzca, los cuales, andando el tiempo, siendo
Teniente de Belalcázar en esta provincia un Gómez Fernández, fue tan cruel que
los quemó por causa harto liviana, e lo mismo hizo a otros señores e indios sin
ninguna misericordia. Robledo se daba buena maña en pacificar a los principales
y traerlos al servicio del Emperador. Después de mandar al capitán Suero de
Nava que fuese con cincuenta españoles a ver las poblaciones de indios que
había en Caramanta, Robledo partió del pueblo de Ocuzca, volviendo al cabo de
pocos días con más de dos mil indios e muchas mujeres que venían de paz”.
Estando Robledo en Ocuzca, venía hacia el
lugar el cacique Ocuzca. Robledo lo recibió bien, pero lo retuvo preso para que
no huyese. El indio logró escapar y no pudieron encontrarlo. Luego vino de
Caramanta Suero de Nava con buenas noticias, y dejando a los indios amistados, “aunque
primero hicieron algunos castigos, cortando manos y narices a los indios que le
traían sus hombres de las salidas de campaña”. Cieza no hace ninguna crítica al duro castigo que se les
había dado a algunos indios, lo que quiere decir que esas represalias eran
habituales contra los nativos que se revolvían con sus armas para evitar ser
dominados por los españoles. Él era también un soldado, y quizá lo considerara
necesario. Robledo, animado por las noticias, salió hacia aquella zona, dejando
al mando en la nueva ciudad de Anserma a Martín de Amoroto (también Cieza se
quedó allá).
(Imagen) Nos sale sobre la marcha el
nombre de un vasco, Martín de Amoroto. Aunque no he encontrado en PARES ningún
documento que lo mencione, tuvo que ser un buen capitán porque Jorge Robledo le
confió la responsabilidad de proteger Anserma, la ciudad que acababa de fundar.
Su nombre indica, con toda probabilidad, que era natural de Amoroto, un
municipio vizcaíno, cuya parroquia está dedicada a San Martín. Puede servirnos
para reflexionar sobre el papel de sus paisanos en las Indias. Hay una cosa
clara: los vascos jamás tuvieron ningún reparo en servir a la corona española,
salvo en el caso del desquiciado Lope de Aguirre, quien, en realidad, estaba en
rebeldía contra lo divino y lo humano. Muchos de ellos hicieron grandes proezas
que, como decían en sus expedientes de méritos, fueron “para servir a Dios y a
Su Majestad”. Citaré los nombres de algunos de los más famosos: Cristóbal de
Oñate, Pascual de Andagoya, Pedro de Ursúa, Alonso de Ercilla, Domingo Martínez
de Irala, Juan Ortiz de Zárate, Juan de Garay (aunque se crio en Villalba de
Losa, Burgos), Miguel López de Legazpi, Andrés de Urdaneta y el obispo Fray
Juan de Zumárraga. No me olvido de mencionar al gran Juan Sebastián de Elcano. Y lo hago para desagraviarlo. Hay
una placa (la de la imagen), en su guipuzcoana Guetaria natal, dedicada a los
18 que dieron la primera vuelta al mundo. El mármol está intacto (lo vi
personalmente), pero muchos nombres no se pueden leer porque nadie se molesta
en pintar las hendiduras de las letras, cosa bien sencilla. Un descuido que no
parece inocente, sino, más bien, simple politiqueo. Los héroes fueron: Juan
Sebastián de Elcano, Francisco Albo, Miguel de Rodas, Juan de Acurio, Antonio
Lombardo (el cronista Pigafetta), Martín de Yudícibus, Hernando de Bustamante,
Nicolás el Griego, Miguel Sánchez de Rodas, Antonio Hernández Colmenero,
Francisco Rodríguez, Juan Rodríguez, Diego Carmena, Hans de Aquisgrán, Juan de
Arratia, Vasco Gómez Gallego, Juan de Santander y Juan de Zubileta.
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