(432) Tras el pequeño desvío, Cieza quiere
que le sigamos acompañando en la aventura de la que también él fue
protagonista. Robledo nombró como Teniente suyo a Ruy Venegas. Bajaban por el
gran río de Santa Marta (el río Magdalena). Y nos revela un drama: “Un portugués
llamado Roque Martín, que vivía casado con una negra, la mató a puñaladas. Fue
hacia Timaná para huir de la justicia, y los indios, tras matarlo, lo comieron”.
Lo que le sirve al cronista para mostrarnos, y censurarlo nuevamente, un
ejemplo de extrema crueldad (se supone
que excepcional): “Se vio en esto claro el castigo de Dios, porque el portugués
tenía trozos de carne de los indios para cebar a sus perros, con el fin de que
despedazaran a los naturales. Y así, aunque se deleitó en matar a tantos
indios, vino al cabo a morir en sus manos y ser sepultado en sus vientres”.
Como contrapartida, Cieza irá dejando
constancia del mucho aprecio que le tuvo al capitán Jorge Robledo: “Salieron a
buscar gente de los naturales, y prendieron a más de doscientos. A todos les
habló el Capitán con mucha mansedumbre por medio de tres intérpretes que
llevaba, que eran las indias Barbola, Antonia y Catalina (la cual, como el
Capitán sabía que yo era curioso de saber secretos de los indios, me la dio
para que más fácilmente los alcanzase). Les decía que diesen la obediencia al
Rey y que tuviesen por amigos a los cristianos. Y, para que entendiesen que los
trataría siempre con verdad, los soltó a todos, diciéndoles que hablasen a sus
caciques y que viniesen a verse con él”.
Al saberse en los pueblos próximos que el
capitán había liberado a los presos, los caciques de la zona se acercaron
amistosamente. Le contaron a Robledo que venían españoles desde la zona del
Atlántico apresando y matando indios. Inquieto por la noticia, Robledo aceleró
el asentamiento de la población de Anserma.
Para
explicar quiénes eran los tales españoles, Cieza se siente obligado a hacer una
digresión. Vuelve a hablar de cómo apareció por aquellas tierras el licenciado
Vadillo (con el que llegó Cieza). Pero desde el mismo momento en que salió
pitando de Cartagena de Indias por temor a ser enjuiciado, el gobernador de
aquellas tierras, Pedro de Heredia, denunció su escapada, y el Rey nombró como
nuevo Juez, para que interviniera en el caso, al licenciado Santa Cruz, quien
gobernó bien la zona de Cartagena y fundó Mompox. Y añade Cieza: “Como Vadillo
no respondía a sus mensajes de que volviera, Heredia mandó preparar gente, y
envió con ella como Teniente a Juan Greciano, dándole poder para hacer justicia
de la gente que Vadillo había llevado y para enviarla de vuelta a Cartagena. Y,
cuando sus hombres iban a partir, Heredia hizo un error muy grande, que fue
nombrar como Capitán a un Luis Bernal para que pudiese hacer la guerra a los
indios por donde fuese. Y así, siendo uno Teniente y el otro Capitán, salieron
de Cartagena, e, llegados al puerto de Urabá, a principios de 1538, comenzaron
a caminar, y, en las primera jornadas, empezó a haber bandos y a querer cada
uno de los capitanes ser superior, y los soldados se ponían de parte del que
más ofrecimientos les hacía”.
(Imagen) El madrileño PEDRO DE HEREDIA llegó
joven a las Indias, y por motivos que ponen en evidencia su carácter valiente y
violento. En una disputa con seis espadachines, le cortaron la nariz. El
cronista Fray Pedro Simón escribe que un cirujano le hizo un ‘arreglo’
manteniendo la herida pegada a la parte blanda del brazo durante dos meses. Y
dice con mucho optimismo: “Así le fue formando otras narices que, por ser
remedio del mismo paño, diferenciaban poco de las primeras”. Lo que sí le quedó
bien fue la venganza: tras ir de nuevo a su encuentro, logró matar a tres de los atacantes. Huyendo, pues, de la
justicia, partió para las Indias. Fue uno más de los que no paraban en su
ajetreo por aquella zona tan confusa de las costas atlánticas colombianas,
donde surgieron las primeras poblaciones de españoles en el continente
americano. Se hizo rico negociando, pero también consiguió gran relevancia como
militar, llegando a ser gobernador de la ciudad que fundó: Cartagena de Indias.
Tuvo muchos líos con Belalcázar (y muy duros, pues eran igual de bravos)
disputándose la colombiana ciudad de Antioquia, a la que, finalmente, renunció.
Se vio envuelto en muchas demandas, que siempre lograba superar. Para
defenderse de su último pleito, se embarcó hacia España, y murió en 1555 naufragando
cerca de Sevilla, pero volvió a resultar absuelto; esta vez después de muerto.
Veamos un último detalle de fuerte
contraste. En Cartagena de Indias dejó el triste recuerdo de su brutalidad con
los indios, y el glorioso de haberla fundado. Unos ochenta años después, hubo allí
alguien que ‘pecó’ de lo contrario: SAN PEDRO CLAVER. Ha pasado a la Historia
como uno de los hombres que más se ha entregado a la lucha contra la esclavitud
de los negros, en un tiempo en el que solo teóricamente eran considerados seres
humanos. Cartagena de Indias era la puerta por la que llegaban a aquellas
tierras, y donde Claver los esperaba para acogerlos.
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