martes, 28 de mayo de 2019

(Día 842) Los indios matan a un cruel portugués. Al ver los caciques que Robledo trataba bien a los indios, se acercaron amistosamente. Llegaron otros españoles enviados por Pedro de Heredia para detener al licenciado Vadillo.


     (432) Tras el pequeño desvío, Cieza quiere que le sigamos acompañando en la aventura de la que también él fue protagonista. Robledo nombró como Teniente suyo a Ruy Venegas. Bajaban por el gran río de Santa Marta (el río Magdalena). Y nos revela un drama: “Un portugués llamado Roque Martín, que vivía casado con una negra, la mató a puñaladas. Fue hacia Timaná para huir de la justicia, y los indios, tras matarlo, lo comieron”. Lo que le sirve al cronista para mostrarnos, y censurarlo nuevamente, un ejemplo de  extrema crueldad (se supone que excepcional): “Se vio en esto claro el castigo de Dios, porque el portugués tenía trozos de carne de los indios para cebar a sus perros, con el fin de que despedazaran a los naturales. Y así, aunque se deleitó en matar a tantos indios, vino al cabo a morir en sus manos y ser sepultado en sus vientres”.
     Como contrapartida, Cieza irá dejando constancia del mucho aprecio que le tuvo al capitán Jorge Robledo: “Salieron a buscar gente de los naturales, y prendieron a más de doscientos. A todos les habló el Capitán con mucha mansedumbre por medio de tres intérpretes que llevaba, que eran las indias Barbola, Antonia y Catalina (la cual, como el Capitán sabía que yo era curioso de saber secretos de los indios, me la dio para que más fácilmente los alcanzase). Les decía que diesen la obediencia al Rey y que tuviesen por amigos a los cristianos. Y, para que entendiesen que los trataría siempre con verdad, los soltó a todos, diciéndoles que hablasen a sus caciques y que viniesen a verse con él”.
      Al saberse en los pueblos próximos que el capitán había liberado a los presos, los caciques de la zona se acercaron amistosamente. Le contaron a Robledo que venían españoles desde la zona del Atlántico apresando y matando indios. Inquieto por la noticia, Robledo aceleró el asentamiento de la población de Anserma. 
     Para explicar quiénes eran los tales españoles, Cieza se siente obligado a hacer una digresión. Vuelve a hablar de cómo apareció por aquellas tierras el licenciado Vadillo (con el que llegó Cieza). Pero desde el mismo momento en que salió pitando de Cartagena de Indias por temor a ser enjuiciado, el gobernador de aquellas tierras, Pedro de Heredia, denunció su escapada, y el Rey nombró como nuevo Juez, para que interviniera en el caso, al licenciado Santa Cruz, quien gobernó bien la zona de Cartagena y fundó Mompox. Y añade Cieza: “Como Vadillo no respondía a sus mensajes de que volviera, Heredia mandó preparar gente, y envió con ella como Teniente a Juan Greciano, dándole poder para hacer justicia de la gente que Vadillo había llevado y para enviarla de vuelta a Cartagena. Y, cuando sus hombres iban a partir, Heredia hizo un error muy grande, que fue nombrar como Capitán a un Luis Bernal para que pudiese hacer la guerra a los indios por donde fuese. Y así, siendo uno Teniente y el otro Capitán, salieron de Cartagena, e, llegados al puerto de Urabá, a principios de 1538, comenzaron a caminar, y, en las primera jornadas, empezó a haber bandos y a querer cada uno de los capitanes ser superior, y los soldados se ponían de parte del que más ofrecimientos les hacía”.

     (Imagen) El madrileño PEDRO DE HEREDIA llegó joven a las Indias, y por motivos que ponen en evidencia su carácter valiente y violento. En una disputa con seis espadachines, le cortaron la nariz. El cronista Fray Pedro Simón escribe que un cirujano le hizo un ‘arreglo’ manteniendo la herida pegada a la parte blanda del brazo durante dos meses. Y dice con mucho optimismo: “Así le fue formando otras narices que, por ser remedio del mismo paño, diferenciaban poco de las primeras”. Lo que sí le quedó bien fue la venganza: tras ir de nuevo a su encuentro, logró matar  a tres de los atacantes. Huyendo, pues, de la justicia, partió para las Indias. Fue uno más de los que no paraban en su ajetreo por aquella zona tan confusa de las costas atlánticas colombianas, donde surgieron las primeras poblaciones de españoles en el continente americano. Se hizo rico negociando, pero también consiguió gran relevancia como militar, llegando a ser gobernador de la ciudad que fundó: Cartagena de Indias. Tuvo muchos líos con Belalcázar (y muy duros, pues eran igual de bravos) disputándose la colombiana ciudad de Antioquia, a la que, finalmente, renunció. Se vio envuelto en muchas demandas, que siempre lograba superar. Para defenderse de su último pleito, se embarcó hacia España, y murió en 1555 naufragando cerca de Sevilla, pero volvió a resultar absuelto; esta vez después de muerto. Veamos un último detalle de fuerte contraste. En Cartagena de Indias dejó el triste recuerdo de su brutalidad con los indios, y el glorioso de haberla fundado. Unos ochenta años después, hubo allí alguien que ‘pecó’ de lo contrario: SAN PEDRO CLAVER. Ha pasado a la Historia como uno de los hombres que más se ha entregado a la lucha contra la esclavitud de los negros, en un tiempo en el que solo teóricamente eran considerados seres humanos. Cartagena de Indias era la puerta por la que llegaban a aquellas tierras, y donde Claver los esperaba para acogerlos.



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