(418) Luego Cieza nos da una muestra de la
preocupación de Aldana por el bienestar de los españoles y de los indios:
“Llegando a la ciudad de Cali, entendió que, estando los indios repartidos
entre muchos, los españoles padecerían
necesidad, y los indios acabarían consumidos por el trabajo. Por lo cual, hizo
el repartimiento de indios entre los que le pareció que mejor lo merecían, y,
entre los demás, miró quién pudiese ir a poblar las provincias que había
descubierto el capitán Belalcázar”.
En
ese tiempo, al enterarse Pedro de Añasco de que Aldana estaba en Popayán, fue a
verle. Aldana no solo lo recibió bien, sino que tuvo el detalle de complacerle
nombrándolo teniente de la villa de Timaná, quizá con intención de restarle
protagonismo a Belalcázar, que había sido quien le envió a Añasco a conquistar
aquella zona. Luego Cieza muestra todo su rigor religioso y puritano, juzgando
duramente: “Un tal Cristóbal Orejón, natural de Mérida, había dicho antes de
aquellos días cierta herejía sobre Nuestra Señora, tan fea que en mí mismo me
turbo al acordarme ahora de ella, y había quedado sin castigo. El General
Aldana, queriendo que la tierra quedase limpia de toda maldad, lo prendió y
envió preso a la ciudad de Lima, donde le fueron dados públicamente cien
azotes. Tiempo después, lo mataron los indios porque pidió un pueblo que le
correspondía a Nuestra Señora de la Merced, y, estando envuelto (curioso eufemismo) con la cacica de
aquellos indios, vino su marido con otros, y lo mataron. Cosa muy bien hecha,
pues quería tener para sí los indios del servicio de la Madre de Dios”. El caso
es que Cristóbal Orejón tenía hecha la concesión legalmente. Pero Cieza, que lo
consideraba un atropello a los derechos del convento, hace una última
aclaración que retrata a dos personajes muy diferentes: “Los indios no se los
concedió Lorenzo de Aldana, sino Belalcázar (que no respetaba nada) después de llegar como gobernador”.
Como siempre, era un problema que los
turbulentos conquistadores estuviesen ociosos. Así que Aldana preparó un grupo
de hombres para que fuesen a poblar en la colombiana zona de Anserma,
descubierta por Belalcázar. Y, como capitán suyo, escogió a un hombre que fue
de gran importancia para el propio Cieza (y al que mucho apreció): “Mirando
Aldana a quién nombraría, puso los ojos en JORGE ROBLEDO, porque no halló otro
que tuviese tan buenas cualidades como él. Lo llamó y le dijo cuál era su
voluntad, e que se aderezase para ir por capitán de la gente que quisiese ir a
poblar las provincias de Anserma, que el capitán Belalcázar había descubierto,
e que la ciudad había de llamarse Santa Ana de los Caballeros. Robledo le
respondió que haría lo que le mandaba y que procuraría darse tal maña que Su
Majestad se tuviese por bien servido de su persona. Y así, de los hombres que
vinieron de Cartagena (entre los que
estaba Cieza), hicieron los
capitanes gente para sus conquistas”.
Dicho lo cual, nos lleva Cieza de nuevo
tras las andanzas de Alonso de Alvarado que estaban ocurriendo al mismo tiempo.
(Imagen) He mencionado ya los vaivenes del
gran LORENZO DE ALDANA en sus fidelidades, y lo veremos más veces. Fue
almagrista y se pasó al bando de Pizarro, quien lo tenía en alta estima y le
confió la difícil tarea de controlar al ambicioso Belalcázar en Quito. Lo hizo
‘de cine’. Pero en ese tiempo asesinaron a Pizarro (año 1541), y Aldana mantuvo
la fidelidad a su hermano Gonzalo Pizarro, cuando este fue fiel a la Corona y
cuando se rebeló, hasta el punto de que, una vez sublevado, lo nombró
gobernador de Lima. Pero llegó Pedro de
la Gasca, y este genial negociador consiguió
que Aldana abandonara a Gonzalo y se uniera al ejército del Rey, y le permitió
seguir siendo gobernador dentro de la legalidad monárquica. Sin embargo, unos
meses después de que Gonzalo Pizarro fuera ejecutado, ocurrió algo extraño: Pedro
de la Gasca dio orden de que se
procesase a Lorenzo de Aldana, como consta en el documento de la imagen,
aunque aún debía de conservar las astutas habilidades de un viejo zorro, ya
que, si hubo castigo, tuvo que ser menor porque él siguió viviendo veintidós
años más. La imagen (resumida) dice: “Cargo que le hace al capitán Lorenzo de
Aldana el licenciado Pedro de la Gasca, Presidente de su Majestad en estos
Reinos de Perú, sobre los pesos de oro que recibió de la Caja de las Tres
Llaves de la Real Hacienda en esta Ciudad de los Reyes (por mandato de) Gonzalo Pizarro, cuando en ella quedó (Aldana) por Teniente del dicho Gonzalo
Pizarro”. En el encabezamiento del expediente se dice que Lorenzo de Aldana
había destinado esos pesos de oro a sostener la rebelión de Gonzalo Pizarro. El
cargo se hizo en Lima el día 6 de febrero de 1549, estando presentes Pedro de
la Gasca y Lorenzo de Aldana.
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