martes, 30 de abril de 2019

(Día 818) Alonso de Alvarado parte en campaña hacia el territorio de los indios Chachapoyas. Alonso de Mercadillo (según Cieza, hombre de muy mal carácter) llevará otra expedición próxima a la de Alvarado, a quien envidia de mala manera.


     (408) Ya desde los tiempos en que el desafortunado Diego de Almagro inició las expediciones a Chile, se fueron sucediendo los fracasos en aquellos territorios. Ahora el ‘estrellado’, y de qué manera, es Peransúrez. Quien logró después un triunfo espectacular fue Pedro de Valdivia. Murió en la empresa, pero no sin dejar antes consolidado para la  corona española todo lo que hoy ocupa ese gran país que es Chile. Cieza abandona temporalmente la odisea de Perasúrez, y nos recuerda de forma muy breve que Alonso de Alvarado consiguió otra licencia de Pizarro, en este caso para ir a la zona de los indios chachapoyas (zona amazónica de Perú), donde, como casi siempre, el gran militar tendría fortuna. Cieza se va a extender algo más en los apuros de otro capitán que también andaba en campaña (y del que hablamos anteriormente), Alonso de Mercadillo: “Ya contamos cómo, estando el Gobernador D. Francisco Pizarro en Jauja, vino allí el capitán Alonso de Alvarado, trayendo con él a D. Diego de Almagro el Mozo, hijo del Adelantado. Dicen que el Gobernador le dijo a D. Diego que se fuese a la Ciudad de los Reyes, que él mandaría que le proveyesen de lo necesario, y que no tuviese ninguna congoja, porque no consentiría que matasen a su padre. También escribió para que en su casa (la de Pizarro) se le tuviese todo respeto y le tratasen como a Don Gonzalo, su hijo. Tras obtener Alonso de Alvarado licencia para fundar una ciudad en el territorio que había descubierto donde los chachapoyas, partió hacia allá con la gente que había traído del Cuzco, y mandó a Lima a Juan de Mora para que le trajese más hombres, consiguiendo juntar sesenta”.
     En cuanto a  Alonso de Mercadillo, nos recuerda Cieza que fue enviado por Hernando Pizarro (deseoso de evitar la ociosidad de sus hombres)  a conquistar la tierra de los chuchupachos (o chupacos), cercanos a los chachapoyas. Se encontró con dificultades porque Villahoma, el hermano de Manco Inca, que era sacerdote y general al mismo tiempo,  mantenía vivo el fuego de la rebelión indígena contra los españoles. En las primeras escaramuzas, consiguió someter a bastantes indios con los ciento ochenta y cinco hombres que llevaba. Cieza comenta que no hizo caso a los guías que conocían la zona, quizá interesado en hacerle la competencia a Alonso de Alvarado,  y deja claro que tenía mal carácter: “Le decían los guías  que, para llegar a las zonas pobladas que le correspondía descubrir, debía ir caminando siempre teniendo el río a la derecha, porque, de  lo contrario iría a salir  a las Chachapoyas, donde estaba el capitán Alonso de Alvarado. Mas Alonso de Mercadillo, no queriendo tomar el consejo de los nativos, ni aun el de los españoles, mandó ir por la parte oriental, por caminos tan ásperos y sierras tan altas, que casi todos los caballos se les despeñaran. Este capitán Mercadillo era hombre muy contagioso (¿negativo?) y de condición tan mala que los mismos españoles le cobraron odio; no era nada amoroso con ellos, ni los sabía tatar como convenía. Tenía además el malísimo vicio de jurar y perjurar. Llegaron a una zona llamada Maina. Desde allí fueron  a la parte oriental, donde, según los indios, hallarían gran riqueza y tierras bien pobladas. Mercadillo deseaba seguir ese camino, pero, como los hombres que no actúan con rectitud siempre son maltratados por sus mismos pensamientos, y no se fían de ninguno por más amigo que sea, acaeció que, al saber que por aquella parte estaba el capitán Alonso de Alvarado, que era muy querido, temió que, si estuviesen cerca unos de otros, sus hombres se pasarían a Alvarado. Para evitar este daño, mandó dejar el camino que llevaban y volver por otro tan áspero e lleno de montañas que los caballos no podían andar por él”.

     (Imagen) Hasta los de mala entraña eran unos héroes. De Mercadillo, vimos anteriormente que fundó varias ciudades en Ecuador, entre ellas, la importante Loja, a la que puso el nombre de su granadino lugar de origen. Pero ahora, por tratar de seguir un camino infernal para evitar la competencia del prestigioso Alonso de Alvarado, se va a enfrentar a un motín tan justificado, que ninguna autoridad castigará después a sus promotores. Según el historiador Fernández Duro, “era hombre oscuro, de más puños que cabeza, en el que se juntaban la aspereza y el desabrimiento, la grosería y el mal lenguaje, además de ser caprichoso y jurador”. Gonzalo Pizarro tuvo, durante su rebeldía, a Alonso de Mercadillo como unos de sus capitanes de mayor confianza. Cuando Doña Brianda de Acuña demandó a quienes tuvieron responsabilidades por la muerte de su marido, el virrey Blasco Núñez Vela, puso también en la lista a Mercadillo. Pero más tarde, temiendo que Pedro de la Gasca le quitara sus derechos en la ciudad de Loja, se pasó a su bando, y luchó contra Gonzalo Pizarro en la batalla de Jaquijaguana. Lo que nos enlaza con Alonso de Alvarado porque, como sabemos, fue una sentencia de muerte, que había dictado anteriormente contra Gonzalo Pizarro, la que dio vía libre para que fuera inmediatamente ejecutado tras su derrota. Como solía ocurrir, los herederos de los grandes héroes batallaban también, pero con pleitos. La imagen muestra una apelación de sentencia que  fue presentada por Ana de Velasco, viuda de Alvarado, quien había muerto en 1556 medio trastornado por la derrota sufrida contra el último rebelde, Francisco Hernández Girón, aunque tuvo el consuelo de conocer su decapitación.



No hay comentarios:

Publicar un comentario