viernes, 19 de abril de 2019

(Día 809) Hernando Pizarro le quita el mando a Pedro de Candía y le confía una expedición a Peransúrez hacia la tierra de los Chunchos. La campaña será durísima, especialmente para los indios porteadores.


     (399) La muerte era compañera habitual de aquellos hombres, que, además, estaban ya absorbidos por el creciente huracán de las guerras civiles. Pero en esta actitud de Hernando Pizarro, hemos visto cierta moderación en el castigo, aunque las culpas fueran muy graves. Como contrapartida, nos encontraremos más tarde, al servicio de Gonzalo Pizarro, a Francisco de Carvajal, un  prototipo de militar con gran valor y hábil estrategia, pero, al mismo tiempo, de sádica crueldad sazonada con humor negro. Con razón se le llamaba el Demonio de los Andes. En este caso concreto, él habría hecho, sin duda alguna, una brutal escabechina con los dos principales responsables y con gran parte de los implicados.
     Hecho lo cual, Hernando Pizarro, siguió movilizando gente hacia tierras lejanas para librarse de amenazas: “Sabiendo que Pedro de Candía no tuvo parte en la conspiración, lo dejó libre, y mandó que sus hombres (los de Candía) fueran hasta una provincia que se llama Ayavire. Viendo que, para tan larga jornada, que se consideraba de mucho provecho, convenía proveer un capitán que entendiese las cosas de guerra y fuese temido de sus soldados, prescindió de Pedro de Candía porque, aunque había gastado mucha suma de oro en su campaña, no era hombre bastante para hacer esta. Como Peransúrez, natural de Sahagún, era hombre muy querido, con maneras de caballero, agradable y muy liberal, Hernando Pizarro, poniendo los ojos en él, le mandó que hiciese la campaña como capitán,  y que entrara por los Chunchos”. A pesar de la competencia de Peransúrez, la expedición va a ser un desastre. Le costó la vida a muchos españoles, pero ahora Cieza, como otras veces, no se olvida de lamentar la suerte de los nativos que les acompañaban: “Murieron en ella más de siete mil indios, llegando a tener tanta necesidad que se comían los unos a los otros (después de muertos, cosa que nunca se menciona de los españoles); llevaban la flor de las indias hermosas, de las cuales pocas dejaron de quedar muertas en la montaña, como diremos”. Aunque lo veremos más tarde, habrá que explicar que Pedro de Candía encajó tan mal la desposesión de su cargo, que, algún tiempo después, se pasó durante las guerras civiles al bando de Diego de Almagro el Mozo (quien luego lo mataría por desconfiar de él).
     Peransúrez y sus hombres partieron hacia su aventura cargados de entusiasmo, “porque tenían noticia de que encontrarían grandes poblados, en los que hallarían mucha plata y oro, pudiendo volver a España prósperos”. Llegaron hasta Ayavire, pero no sin pagar el precio de que se despeñaran algunos caballos. Empezó la amenazante pesadilla: “Todo lo que veían eran ásperas sierras. Deseando descubrir alguna región fértil, no dejaron de caminar sin espantarles la espesura. Se abrían camino con hachas y machetes. Hacían puentes con árboles para que pasaran los caballos por ciénagas y ríos. Iban trescientos españoles, con más de ocho mil indios, indias y negros, e mucha de aquella gente de servicio se quedaban muertos por aquellas montañas”.

     (Imagen) PEDRO DE ANSÚREZ se  hace cargo de los hombres del destituido Pedro de Candía, y emprenderá una nueva expedición que se va a convertir en un infierno. Vimos ya datos sobre él. Tuvo una total confianza por parte de Pizarro, quien lo envió a España para que defendiera sus derechos ante el Rey, pero la orden que llevó de vuelta a Perú no zanjaba claramente el conflicto entre Pizarro y Almagro. Sabemos también que se desencadenó la batalla de las Salinas, Almagro murió, Peransúrez fue después a tierras chilenas y logró fundar la hoy boliviana ciudad de Sucre. En su biografía aparecen datos confusos. Aunque nació en Cisneros (Palencia), se le cita como natural de Sahagún, posiblemente porque la distancia es corta, y porque esta población era entonces la principal. Hablamos ya de que en 1543 lo mataron piratas franceses cuando venía hacia España a dar cuenta por orden de Vaca de Castro del curso de las guerras civiles. En realidad, aunque muy gravemente herido, pudo llegar hasta España, pero murió pronto en la asturiana Santa María del Puerto. Sus parientes, entre los que había algunas hijas suyas, reclamaron la herencia. Quedó al margen un hijo que tuvo en Perú, llamado Diego de Ansúrez. Vivía en México, y he dado con dos datos tardíos sobre él. El primero parece algo denigrante, porque, en 1583, “los hijos y herederos de Francisco de Oro reclamaban a Diego de Ansúrez, su tutor y curador, la mala administración de sus bienes”. En el texto de la imagen vemos que, un año antes, se indicaba que “Diego de Ansúrez, Alférez de la ciudad de Los Angeles (la mexicana e importante Puebla), pide licencia para renunciar a su oficio en favor de Francisco Torres Dávila”. Al parecer, proponía servirle al Rey en España con el mismo cargo y un salario mucho más bajo. Resulta todo mucho más burocrático que la trepidante y heroica vida de su padre.



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