(399) La muerte era compañera habitual de
aquellos hombres, que, además, estaban ya absorbidos por el creciente huracán
de las guerras civiles. Pero en esta actitud de Hernando Pizarro, hemos visto
cierta moderación en el castigo, aunque las culpas fueran muy graves. Como
contrapartida, nos encontraremos más tarde, al servicio de Gonzalo Pizarro, a
Francisco de Carvajal, un prototipo de
militar con gran valor y hábil estrategia, pero, al mismo tiempo, de sádica
crueldad sazonada con humor negro. Con razón se le llamaba el Demonio de los
Andes. En este caso concreto, él habría hecho, sin duda alguna, una brutal escabechina
con los dos principales responsables y con gran parte de los implicados.
Hecho lo cual, Hernando Pizarro, siguió
movilizando gente hacia tierras lejanas para librarse de amenazas: “Sabiendo
que Pedro de Candía no tuvo parte en la conspiración, lo dejó libre, y mandó
que sus hombres (los de Candía) fueran
hasta una provincia que se llama Ayavire. Viendo que, para tan larga jornada,
que se consideraba de mucho provecho, convenía proveer un capitán que
entendiese las cosas de guerra y fuese temido de sus soldados, prescindió de
Pedro de Candía porque, aunque había gastado mucha suma de oro en su campaña,
no era hombre bastante para hacer esta. Como Peransúrez, natural de Sahagún,
era hombre muy querido, con maneras de caballero, agradable y muy liberal, Hernando
Pizarro, poniendo los ojos en él, le mandó que hiciese la campaña como capitán,
y que entrara por los Chunchos”. A pesar
de la competencia de Peransúrez, la expedición va a ser un desastre. Le costó
la vida a muchos españoles, pero ahora Cieza, como otras veces, no se olvida de
lamentar la suerte de los nativos que les acompañaban: “Murieron en ella más de
siete mil indios, llegando a tener tanta necesidad que se comían los unos a los
otros (después de muertos, cosa que nunca
se menciona de los españoles); llevaban la flor de las indias hermosas, de
las cuales pocas dejaron de quedar muertas en la montaña, como diremos”. Aunque
lo veremos más tarde, habrá que explicar que Pedro de Candía encajó tan mal la
desposesión de su cargo, que, algún tiempo después, se pasó durante las guerras
civiles al bando de Diego de Almagro el Mozo (quien luego lo mataría por
desconfiar de él).
Peransúrez y sus hombres partieron hacia
su aventura cargados de entusiasmo, “porque tenían noticia de que encontrarían
grandes poblados, en los que hallarían mucha plata y oro, pudiendo volver a
España prósperos”. Llegaron hasta Ayavire, pero no sin pagar el precio de que
se despeñaran algunos caballos. Empezó la amenazante pesadilla: “Todo lo que
veían eran ásperas sierras. Deseando descubrir alguna región fértil, no dejaron
de caminar sin espantarles la espesura. Se abrían camino con hachas y machetes.
Hacían puentes con árboles para que pasaran los caballos por ciénagas y ríos.
Iban trescientos españoles, con más de ocho mil indios, indias y negros, e
mucha de aquella gente de servicio se quedaban muertos por aquellas montañas”.
(Imagen) PEDRO DE ANSÚREZ se hace cargo de los hombres del destituido
Pedro de Candía, y emprenderá una nueva expedición que se va a convertir en un
infierno. Vimos ya datos sobre él. Tuvo una total confianza por parte de
Pizarro, quien lo envió a España para que defendiera sus derechos ante el Rey,
pero la orden que llevó de vuelta a Perú no zanjaba claramente el conflicto
entre Pizarro y Almagro. Sabemos también que se desencadenó la batalla de las
Salinas, Almagro murió, Peransúrez fue después a tierras chilenas y logró
fundar la hoy boliviana ciudad de Sucre. En su biografía aparecen datos
confusos. Aunque nació en Cisneros (Palencia), se le cita como natural de
Sahagún, posiblemente porque la distancia es corta, y porque esta población era
entonces la principal. Hablamos ya de que en 1543 lo mataron piratas franceses
cuando venía hacia España a dar cuenta por orden de Vaca de Castro del curso de
las guerras civiles. En realidad, aunque muy gravemente herido, pudo llegar
hasta España, pero murió pronto en la asturiana Santa María del Puerto. Sus
parientes, entre los que había algunas hijas suyas, reclamaron la herencia.
Quedó al margen un hijo que tuvo en Perú, llamado Diego de Ansúrez. Vivía en
México, y he dado con dos datos tardíos sobre él. El primero parece algo
denigrante, porque, en 1583, “los hijos
y herederos de Francisco de Oro reclamaban a Diego de Ansúrez, su tutor y
curador, la mala administración de sus bienes”. En el texto de la imagen vemos
que, un año antes, se indicaba que “Diego de Ansúrez, Alférez de la ciudad de
Los Angeles (la mexicana e importante
Puebla), pide licencia para renunciar a su oficio en favor de Francisco
Torres Dávila”. Al parecer, proponía servirle al Rey en España con el mismo
cargo y un salario mucho más bajo. Resulta todo mucho más burocrático que la
trepidante y heroica vida de su padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario