martes, 23 de abril de 2019

(Día 812) Diego de Sandoval sigue maniobrando para ayudar a Belalcázar, a tal punto que Lorenzo de Aldana casi decide ahorcarlo. Finalmente, tras apresarlo, se lo envía a Pizarro. Aldana, allá por donde pasaba, dejaba a la gente pacificada, indios incluidos.


     (402) Estas medidas alteraron a Diego de Sandoval, y estuvo  a punto de costarle la vida: “Viendo Sandoval que no tuvo efecto el deseo que tenía, como era hombre de poco juicio y hablaba sueltamente, animaba a los soldados para que se fuesen desde Quito a servir a Belalcázar, e a los caciques les decía que diesen ruines provisiones a la gente que enviaba Aldana”. Trataba de convencerlos diciendo que, según los poderes que había mostrado, tenía menos autoridad que Belalcázar, que era general. Era tan indiscreto, que le pudo salir caro: “Al saberlo Aldana, determinó aguardar a que Sandoval cesara en aquellas cosas, y, viendo que, a pesar de su disimulación, no dejaba su propósito, estuvo a punto de mandarlo ahorcar, lo cual no hizo para que en las ciudades no dijesen que entraba con rigurosidad, matando a los hombres. E por entonces, ningún castigo hizo en él, salvo el de quitarle el mando que tenía sobre los caciques y los indios. Llegados a Quito, Sandoval seguía sin querer sosegar su ánimo ni dejar de promover que la gente se fuese a Popayán (para unirse a Belalcázar), como si tuviese autoridad para ello. Sabiendo Lorenzo de Aldana estas cosas, habló con el capitán  Gonzalo Díaz de Pineda, y  le dijo que, puesto que era en todo tan partidario del Gobernador Pizarro, les prendiese a Sandoval y a Cristóbal Daza, ya que él (Aldana), de momento, no quería entender directamente en aquellos negocios por entonces”. La solución del caso fue de lo más sensato: “Gonzalo Díaz ordenó al alguacil mayor que los prendiese, e, sin más aguardar, los metieron en dos hamacas, e Aldana los envió a la Ciudad de los Reyes, adonde el Gobernador D. Francisco Pizarro”. Una vez más, Aldana solamente presentó su poder de juez de comisión, y la gente creía que ocultaba otros más importantes: “Pero también pensaban muchos que no los traía, porque, de tenerlos, favorecería a sus amigos y no rehusaría el oficio de mandar, pues por todos los mortales era tan deseado. Y, después de estar veinte días en Quito, el capitán Lorenzo  de Aldana partió para la ciudad de Popayán (actualmente en territorio colombiano), que está de allí a ochenta leguas”.
     El capitán Aldana había permanecido veinte días en Quito, haciendo hábiles equilibrios para lograr sus propósitos: “Algunos decían que quien tenía todo el poder en aquellas tierras era Belalcázar, y que Aldana no traía ninguno de Pizarro, porque, de tenerlos, los habría mostrado. Para que estas pláticas cesasen, Lorenzo de Aldana fingió querer ahorcar a los dos hombres que más se metían en aquellos dichos. Y así, cuando algunos caballeros honrados rogaron por ellos, los soltó. Ocasiones tuvo para hacer grandes castigos, e siempre fue clemente y moderado, en tanta manera que le tuvieron por blando en algunos casos”. Salió, pues, de Quito: “Al llegar  a Pasto, se encontró con que  los caciques más principales estaban en guerra (contra los españoles), y dejándolo todo en paz, se partió para Popayán”.

     (Imagen) Saquemos del anonimato a otro capitán lleno de méritos: el asturiano GONZALO DÍAZ DE PINEDA. Hemos visto que Lorenzo de Aldana confió en él porque, al ser muy fiel a Pizarro, podía poner obstáculos a las ambiciones de Sebastián de Belalcázar. Díaz de Pineda fue el primer hombre que se atrevió a dirigir una durísima expedición hacia el Amazonas, tratando de descubrir los míticos territorios de la Canela y del Dorado. Resultó un fiasco, pero abrió caminos nuevos, que luego quiso recorrer también Gonzalo Pizarro, fracasando asimismo, pero dando pie a que Francisco de Orellana navegara el Amazonas entero. Luchó más tarde bajo las órdenes de Gonzalo Pizarro contra el virrey Núñez Vela, tuvo que salir huyendo en un ataque imprevisto, y unos días después falleció al ingerir unas plantas venenosas. Le hemos visto ahora como sustituto provisional de PEDRO DE PUELLES, que era su suegro y Teniente Gobernador de Quito. Demos un salto hacia delante de 9 años. El documento de la imagen es de 1547, se lo envió al Príncipe Felipe el obispo de Panamá, fray Pablo de Torres, dándole buenas noticias de la guerra civil promovida por Gonzalo Pizarro, y nos muestra el horror de lo que era aquello. Le dice que Quito y toda la costa del Pacífico estaba ya a favor del Rey, ocurriendo de esta manera: “Andando ciertas mujeres por las calles de Quito con una bandera diciendo ¡viva Pizarro!, otra mujer respondió ¡viva el Rey!; PEDRO DE PUELLES, que se hallaba en aquella ciudad como aliado de  Gonzalo Pizarro con 400 hombres, la hizo ahorcar y estar colgada de la horca dos días; a la mañana siguiente, el capitán Pedro Salazar mató a puñaladas a Puelles, y el pueblo se alzó proclamando a Su Majestad”. El informe del obispo era fiable, pero todavía faltaban unos meses para la derrota definitiva y la muerte de Gonzalo Pizarro.



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