(401) Oigamos a Cieza: “Con la provisión
que Pizarro le había otorgado, Lorenzo
de Aldana comenzó a reunir gente para ir a Quito, y, estando en Tumbes, se
enteró de que, en la provincia de los cáñaris, un tal Diego de Sandoval, al que
Pizarro le había dado allí un repartimiento de indios, procuraba
disimuladamente juntar gente para mandarla a Popayán, donde estaba Belalcázar.
Sabiéndolo Aldana, le pareció que convenía ir con mucha presteza a Tomebamba,
para impedir que Belalcázar, que tenía intención de quitarle el gobierno de
aquella provincia al Gobernador Pizarro, se hiciese más poderoso de lo que estaba”.
Durante las complicadas intervenciones que
Aldana va a tener, actuará con suma prudencia. Y uno de sus principales cuidados
será el de no mostrar en su totalidad los importantísimos poderes que le había
dado Pizarro. Lo hará gradualmente, en la justa medida que convenga a cada
circunstancia: “Lorenzo de Aldana daba a entender que solo iba con poder de
juez de comisión y como capitán particular. En el camino encontró a algunos que
se iban a juntar con Diego de Sandoval, quien, cuando llegó adonde los cáñaris,
tenía más de ciento veinte españoles, entre los cuales estaba un Cristóbal
Daza, muy amigo de Belalcázar, y un Benito Méndez, los cuales deseaban que la
gente le fuese llevada al capitán Belalcázar, y procuraban hacerlo porque ya se
lo habían comunicado”.
Luego explica muy bien Cieza que estaban
colaborando con la ambiciosa estrategia de Belalcázar para esquivar la autoridad
de Pizarro: “Su intención era llevarle hombres a Belalcázar para que pudiera
poblar provincias y fundar nuevas ciudades, y, dejando en ellas sus
lugartenientes, salir al mar Océano e ir a España a pedírselo todo a Su
Majestad como gobernación. Pero, habiéndolo sabido Lorenzo de Aldana, deseaba
tener pronto a Sandoval a su alcance para impedirle que hiciera daño a la
misión que le había confiado Pizarro. Prosiguiendo su camino, llegó a
Tomebamba, y disimuló con Sandoval, con Cristóbal de Daza y con los demás que
allí estaban, haciendo muestra de que no sabía lo que ellos pensaban. Mandó
pregonar la provisión de capitán que traía, y, como no mostró otra cosa,
quitaban valor a su venida, diciendo que había sido gran simpleza la suya al
haber venido con poder tan corto para un camino tan largo”. Pero había cierto
‘mosqueo’, y la presencia de Aldana les imponía respeto. También les mostró la
provisión de juez de comisión, que era otra autoridad añadida, aunque les
ocultó el resto de sus poderosas competencias: “A pesar de estas dudas y
pensamientos que la gente tenía, todos le obedecían e cumplían sus
mandamientos”. Está claro que el prestigio de Aldana tenía mucho peso.
Aldana siguió desarrollando su plan.
Escribió al cabildo de Quito para que los españoles que iba a enviar a la
ciudad no saliesen de ella con intención de unirse a Belalcázar. Incluso tomó
la precaución de que, para evitar lo mismo, los hombres fuesen hacia Quito en
grupos tan pequeños, que dificultaran cualquier
brote de rebeldía.
(Imagen) Otro capitán de espectacular biografía, aunque Cieza lo va a
calificar de irresponsable: DIEGO DE SANDOVAL. Nació el año 1505 en Santa
Olalla (Toledo). Tenía que ser de familia bien situada (y muy temerario)
porque, con solo 17 años, llegó a México teniendo ya un caballo. Estuvo después
batallando con el gran Pedro de Alvarado por Guatemala, y con él se trasladó a
Perú, quedándose en la zona de Quito, junto a otros compañeros, cuando su jefe
abandonó la campaña y apareció por aquellas tierras el duro y casi rebelde Sebastián
de Belalcázar. En la imagen vemos que Diego da estos datos en su expediente de
méritos y servicios. Por entonces vivió con Francisca Coya, una hermana del
fallecido Atahualpa. Tuvieron dos hijas, y, tras morir ella en 1544, se casó
con la española Catalina Calderón, aumentando su descendencia. Ahora le vemos
entregado en cuerpo y alma a Belalcázar, y de manera harto imprudente, porque
su desobediencia le habría costado la cabeza si, quien representaba al Gobernador
Pizarro, no fuera el prudentísimo Lorenzo de Aldana. Tuvo una larga y ajetreada
vida. Murió en 1580, y debió de volverse muy sensato, porque, en todas las
guerras civiles posteriores, batalló siempre en el bando leal a la Corona. Aunque
en su expediente de méritos le dramatizaba al Rey su precaria situación
económica, para que premiara sus (en verdad) valiosos méritos, era, sin duda,
un hombre muy rico, como lo demostraba que su casa fuera la más lujosa de Quito,
y el hecho de que, de vuelta de un viaje a España, llegó a Perú con bienes tan
ostentosos como, entre otros, dos cuadros de Tiziano.
Que gran blog tiene, un gusto leer información de mi antepasado Diego de Sandoval
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