(385) Cieza nos hace saber que también se
pusieron en marcha otras expediciones. El capitán Pedro de Vergara iría a
Bracamoros, y Alonso de Mercadillo a la tierra de los chupacos. Y añade: “Más
adelante contaremos en qué acabaron estas conquistas, e hablaremos ahora de la
de Pedro de Candía, que fue la primera”. Dice que Candía sacó ochenta y cinco
mil pesos de oro, y gastaba tanto que muchos mancebos nobles se enrolaron
“pensando que sería cordura hacerlo, por no tener que gastar ni otra cosa que
aventurar más que su tiempo. Candía les pagó sus aderezos, y no solamente gastó
con ellos lo que tenía, sino que se adeudó otro tanto”. Nombró cinco capitanes
y un maestre de campo. Llevaba gente, no solo de los de Pizarro, sino también
de los de Almagro. “Partió hacia su destino, siendo mucho el servicio de bagaje
que llevaba, e mucho de ello se perdió”. Habla, como otras veces, del calvario
de los indios en estas expediciones: “Estas provincias no se pueden conquistar
de ninguna manera sin la ayuda de los nativos, y por eso se lleva siempre gran
cantidad de ellos”. Llegó Candía al valle de Pacual, y se detuvo nada menos que
mes y medio para aprovisionarse bien, porque le constaba que la travesía de los
Andes iba a ser muy dura. Al enterarse Hernando Pizarro, le preocupó que su
larga estancia agobiara demasiado a los indios: “Mandó al capitán Garcilaso de
la Vega (el padre del cronista Inca
Garcilaso) que fuese allá y no consintiese que los de Candía hiciesen
ningún daño a los nativos, y que les ordenase a los españoles seguir adonde
debían ir”.
A la vuelta de Garcilaso de la Vega,
empezó Hernando Pizarro a maquinar el montaje jurídico de un terrible propósito:
“Mandó a los escribanos, no porque tuviese intención de dar vida al Adelantado
Almagro, que, tomando testigos, llevasen a cabo un proceso contra él por los
delitos que había cometido. Y, como, por nuestros pecados, los hombres que
están en esta tierra tienen intenciones tan deseosas de vengarse, bastó con
saber que Hernando Pizarro quería hacer proceso contra Almagro, para que muchos
se presentaran diciendo que sabían cosas por las cuales era digno de muerte. Y
los escribanos se daban gran prisa en tomar testigos, pues el proceso tuvo más
de dos mil hojas de pliego de papel. Y, mientras se trataba en esto, se ponía
gran cuidado en mantenerlo preso”.
Respetando el orden sincrónico que le
gusta emplear a Cieza, vemos que, al tiempo que ocurrían estas cosas, se ponían
en marcha otras: “Tomemos un respiro sobre las guerras civiles, porque,
mientras se acerca la de Chupas, es necesario contar lo que estos capitanes
hicieron, y lo que le sucedió al teniente general Lorenzo de Aldana, quien iba,
como ya dijimos, a la ciudad de Quito por mandato de D. Francisco Pizarro; también
conviene saber ahora lo que hizo Manco Inca después de que Rodrigo Orgóñez lo
alcanzó valientemente, liberando a Ruy Díaz y a otros cristianos”. Repite lo
que ya nos contó. Manco Inca decidió refugiarse en los Andes, aunque el sumo
sacerdote Villahoama, ejerciendo también como gran capitán, prefirió quedarse
para seguir luchando contra los españoles.
(Imagen) Nos sale al paso ALONSO DE
MERCADILLO porque Hernando Pizarro le confía una expedición a la tierra de los
chupacos. Resultó un fracaso, y, por tener un carácter irascible, sus propios
hombres lo apresaron y lo denunciaron como blasfemo, pero quedó libre. A pesar
de que apenas existen datos sobre él en los archivos históricos, hizo cosas muy
importantes. Consta que llegó a las Indias en 1535, contando ya con el título
de capitán, prueba de que era entonces un veterano y prestigioso militar.
Después de su fracaso, anduvo por tierras ecuatorianas y fundó Loja (en 1546),
Zamora y Zaruma. Aunque se le atribuyen otros orígenes, no queda duda de que
nació en Loja (Granada). Quizá el despiste venga de que, cuando partió para las
Indias, fue registrado como “el capitán Alonso de Mercadillo, hijo de Luis de
Mercadillo y de Leonor de Villena, natural de Granada”. Salía con destino a la
americana Veragua y bajo el mando del capitán Felipe Gutiérrez, otro conocido
nuestro, a quien, al resultar un fracaso esa expedición, acompañó a Perú para
ayudar a Pizarro contra el cerco de los indios. Gutiérrez, como vimos, quiso
ser imparcial entre Pizarro y Almagro, pero se mantuvo fiel al primero. Lo
mismo hizo Mercadillo. Luego sus vidas se separaron. Gutiérrez murió en 1545.
Mercadillo luchó al lado de Gonzalo Pizarro, hasta el punto de estar implicado
en la muerte del virrey Núñez Vela. Todo cambió cuando Pedro de la Gasca, ese
prodigio de cuerpo contrahecho pero superdotado de inteligencia, ganó a
Mercadillo para la causa del rey, logrando derrotar a Gonzalo Pizarro,
condenarlo a muerte, y ejecutarlo. ALONSO DE MERCADILLO vivió después en la
Loja ecuatoriana hasta el año 1560. Hoy lo hemos sacado del olvido.
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