(400) Muchos españoles comenzaban a
arrepentirse de haberse enrolado en aquella expedición, lo cual le hace
recordar a Cieza antiguas desventuras suyas: “Y esta experiencia en mí mismo la
he conocido, pues, cuando andaba en algún descubrimiento trabajoso, juraba que
antes moriría que volver a otra jornada si de aquella salía, mas luego se nos
olvida e deseamos ya vernos en otra. Y estos, que se habían arrepentido de
entrar con Candía, volvieron con Peransúrez, y después con Diego de Rojas, y
así han andado y andarán hasta que mueran o tengan de comer”. Ese afán de
continuar siempre adelante esperando
como ludópatas un golpe de fortuna, se refleja también en que fueron
pocos los que, tras haberlo conseguido, hicieron balance de los terribles
riesgos que corrían, y se volvieron para siempre a España.
Siguieron su terrible marcha, “y llegaron a
un río muy grande (el Amazonas) que
iba a salir al mar Océano (el Atlántico)”.
Su inmensa desembocadura estaba a seis mil kilómetros de distancia. Hicieron
doce balsas para atravesarlo, y veían en la otra orilla indios con flechas gritando. Cieza va a mencionar la muerte, muy
posterior, de Peransúrez, un hecho que acabamos de comentar con bastante
detalle aclarando que, si bien la causa fueron las heridas que recibió en un
ataque de piratas franceses, sobrevivió solamente el tiempo necesario para
alcanzar las tierras españolas.
Sigamos con Cieza: “Se metieron en las
balsas el capitán Peransúrez (varón tan animoso como lo mostró al tiempo en que
fue muerto por los franceses), y con él treinta españoles de los más ligeros (dejaban en la orilla al resto de la tropa),
y, al verlos los bárbaros, comenzaron a lanzar muchas flechas. Se defendieron
con las rodelas, pero eran tantas y tan espesas que hirieron a algunos y
mataron a uno que se llamaba Hernando Gallego, porque, según pareció, la punta
de aquella flecha estaba untada con hierba pestífera. Peransúrez, a pesar del
ataque, logró pasar a la otra parte con la ayuda de Juan Alonso Palomino y
otros tan determinados como él, y los indios huyeron”. Atravesó el río el resto
de los hombres, y se vieron en la situación mil veces repetida en las Indias:
se agotaron sus provisiones y hubo que ir a buscar más. Fue de nuevo Peransúrez
quien se encargó, también con treinta hombres, de buscar la salvación. Y hubo
suerte: “Al cabo de seis días, dieron
con una tierra muy llana, en la que no había ninguna sierra”.
Pero hagamos las maletas, porque Cieza
otra vez nos cambia de escenario: “En este punto lo dejaremos (temporalmente), e volveremos a hablar
del viaje de Lorenzo de Aldana, pues es convenible a nuestra crónica, ya que no
puedo continuar unos hechos abandonando los que en el mismo tiempo pasaban,
porque, si así lo hiciese, no se podrían entender ni llevarían el orden que
requieren”. Recordemos que Lorenzo de Aldana fue una de las figuras más
relevantes de la aventura de Perú, y que vimos páginas atrás que Pizarro,
sabiendo que allá en la lejanísima zona de Quito podía haber problemas por las
ambiciones personales del gran capitán Sebastián de Belalcázar, le encomendó a
Aldana que fuera allá con amplísimos poderes para evitar cualquier peligro de
rebelión.
(Imagen) Aparece por primera vez el nombre
del Capitán JUAN ALONSO PALOMINO, otro de los héroes que se labraron una
apasionante biografía. Nació en Andújar (Jaén) el año 1510 y lo veremos morir
en 1553. Acaba de contarnos Cieza que estuvo, bajo el mando de Peransúrez, en
la terrible expedición que llegó al territorio de los indios chunchos. Era un
destierro al que le envió Hernando Pizarro porque Palomino había luchado como
almagrista. Luego, y durante un tiempo, fue un fiel pizarrista, pero más tarde
eligió para siempre la lealtad a la Corona. El texto de la imagen nos muestra
datos muy importantes. Forma parte del expediente de sus méritos y servicios,
enviado al Rey, el mismo año en que murió, por su hijo Luis Palomino. Empieza
contando lo que acabo de mencionar, pero añade un hecho que nunca he visto
publicado. Es conocido que la clave del triunfo del gran Pedro de la Gasca
contra Gonzalo Pizarro radicó en su habilidad para conseguir que Pedro de
Hinojosa se pasara a su bando con la flota de Gonzalo anclada en Panamá. Pero
resulta que, según Luis Palomino, lo que animó a Hinojosa a dar el paso fue que su padre “fue el primero que se puso al
servicio de Vuestra Majestad en Panamá, y así, secretamente, se apoderó de la
nao capitana de la armada de Gonzalo Pizarro”. Para su desgracia, la fidelidad
al Rey le costó cara cinco años más tarde. Aunque el peligro de los Pizarro
acabó, se estaba fraguando la última guerra civil. Su cabecilla, Francisco
Hernández Girón, sabía que muchos leales a la Corona estaban celebrando la boda
de Alonso de Loaysa (un novio poco agraciado, puesto que era aquel a quien un
arcabuzazo le arrancó la mandíbula), y quiso hacer una escabechina con ellos.
Muchos escaparon, pero Hernández Girón acabó con JUAN ALONSO PALOMINO
acribillándolo a puñaladas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario