sábado, 20 de abril de 2019

(Día 810) Tras reemplazar Peransúrez a Candía en la nueva expedición, nos habla Cieza de las enormes dificultades con las que se encontraron. Luego el cronista cambia de tema para que sepamos cómo le iba a Lorenzo de Aldana en la zona de Quito.


     (400) Muchos españoles comenzaban a arrepentirse de haberse enrolado en aquella expedición, lo cual le hace recordar a Cieza antiguas desventuras suyas: “Y esta experiencia en mí mismo la he conocido, pues, cuando andaba en algún descubrimiento trabajoso, juraba que antes moriría que volver a otra jornada si de aquella salía, mas luego se nos olvida e deseamos ya vernos en otra. Y estos, que se habían arrepentido de entrar con Candía, volvieron con Peransúrez, y después con Diego de Rojas, y así han andado y andarán hasta que mueran o tengan de comer”. Ese afán de continuar siempre adelante esperando  como ludópatas un golpe de fortuna, se refleja también en que fueron pocos los que, tras haberlo conseguido, hicieron balance de los terribles riesgos que corrían, y se volvieron para siempre a España.
    Siguieron su terrible marcha, “y llegaron a un río muy grande (el Amazonas) que iba a salir al mar Océano (el Atlántico)”. Su inmensa desembocadura estaba a seis mil kilómetros de distancia. Hicieron doce balsas para atravesarlo, y veían en la otra orilla indios con flechas  gritando. Cieza va a mencionar la muerte, muy posterior, de Peransúrez, un hecho que acabamos de comentar con bastante detalle aclarando que, si bien la causa fueron las heridas que recibió en un ataque de piratas franceses, sobrevivió solamente el tiempo necesario para alcanzar las tierras españolas.
     Sigamos con Cieza: “Se metieron en las balsas el capitán Peransúrez (varón tan animoso como lo mostró al tiempo en que fue muerto por los franceses), y con él treinta españoles de los más ligeros (dejaban en la orilla al resto de la tropa), y, al verlos los bárbaros, comenzaron a lanzar muchas flechas. Se defendieron con las rodelas, pero eran tantas y tan espesas que hirieron a algunos y mataron a uno que se llamaba Hernando Gallego, porque, según pareció, la punta de aquella flecha estaba untada con hierba pestífera. Peransúrez, a pesar del ataque, logró pasar a la otra parte con la ayuda de Juan Alonso Palomino y otros tan determinados como él, y los indios huyeron”. Atravesó el río el resto de los hombres, y se vieron en la situación mil veces repetida en las Indias: se agotaron sus provisiones y hubo que ir a buscar más. Fue de nuevo Peransúrez quien se encargó, también con treinta hombres, de buscar la salvación. Y hubo suerte: “Al cabo de seis días,  dieron con una tierra muy llana, en la que no había ninguna sierra”.
     Pero hagamos las maletas, porque Cieza otra vez nos cambia de escenario: “En este punto lo dejaremos (temporalmente), e volveremos a hablar del viaje de Lorenzo de Aldana, pues es convenible a nuestra crónica, ya que no puedo continuar unos hechos abandonando los que en el mismo tiempo pasaban, porque, si así lo hiciese, no se podrían entender ni llevarían el orden que requieren”. Recordemos que Lorenzo de Aldana fue una de las figuras más relevantes de la aventura de Perú, y que vimos páginas atrás que Pizarro, sabiendo que allá en la lejanísima zona de Quito podía haber problemas por las ambiciones personales del gran capitán Sebastián de Belalcázar, le encomendó a Aldana que fuera allá con amplísimos poderes para evitar cualquier peligro de rebelión.

     (Imagen) Aparece por primera vez el nombre del Capitán JUAN ALONSO PALOMINO, otro de los héroes que se labraron una apasionante biografía. Nació en Andújar (Jaén) el año 1510 y lo veremos morir en 1553. Acaba de contarnos Cieza que estuvo, bajo el mando de Peransúrez, en la terrible expedición que llegó al territorio de los indios chunchos. Era un destierro al que le envió Hernando Pizarro porque Palomino había luchado como almagrista. Luego, y durante un tiempo, fue un fiel pizarrista, pero más tarde eligió para siempre la lealtad a la Corona. El texto de la imagen nos muestra datos muy importantes. Forma parte del expediente de sus méritos y servicios, enviado al Rey, el mismo año en que murió, por su hijo Luis Palomino. Empieza contando lo que acabo de mencionar, pero añade un hecho que nunca he visto publicado. Es conocido que la clave del triunfo del gran Pedro de la Gasca contra Gonzalo Pizarro radicó en su habilidad para conseguir que Pedro de Hinojosa se pasara a su bando con la flota de Gonzalo anclada en Panamá. Pero resulta que, según Luis Palomino, lo que animó a Hinojosa a dar el paso fue  que su padre “fue el primero que se puso al servicio de Vuestra Majestad en Panamá, y así, secretamente, se apoderó de la nao capitana de la armada de Gonzalo Pizarro”. Para su desgracia, la fidelidad al Rey le costó cara cinco años más tarde. Aunque el peligro de los Pizarro acabó, se estaba fraguando la última guerra civil. Su cabecilla, Francisco Hernández Girón, sabía que muchos leales a la Corona estaban celebrando la boda de Alonso de Loaysa (un novio poco agraciado, puesto que era aquel a quien un arcabuzazo le arrancó la mandíbula), y quiso hacer una escabechina con ellos. Muchos escaparon, pero Hernández Girón acabó con JUAN ALONSO PALOMINO acribillándolo a puñaladas.



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