(246) Lo que sigue pone de relieve el
temple decidido y heroico de Juan Pizarro: “Entrando los que iban a pie,
empezaron a desbaratar muy despacio la primera puerta, que estaba tapada con
una albarrada de piedra seca, y ya deshecha, subieron un callejón adelante;
llegados a otra albarrada de otra puerta, fueron sentidos de los indios, y empezaron a echar tanta piedra, que cuajaba
el suelo, lo que fue causa de que los españoles se entibiaran y no pasaran
adelante. Estando así, un español dio voces diciendo a Juan Pizarro que los
españoles se entibiaban y se retraían. Juan Pizarro, tomando una adarga en el
brazo, se arrojó dentro, mandándonos a los de a caballo que fuésemos en su
seguimiento, y así lo hicimos. Con la llegada de Juan Pizarro y los que con él
íbamos a caballo, se ganó la otra barrera y la puerta, y entramos hasta un
patio de la fortaleza. Desde un terrado grande que había a un lado del patio,
nos daban tantas pedradas y flechazos que no nos podíamos valer, y por esta
causa Juan Pizarro aguijó con algunos que se habían apeado hacia el terrado,
que era bajo, para hacer subir a algunos españoles en él y que echasen a los
indios. Estando batallando con ellos para subir, Juan Pizarro se descuidó de
cubrirse la cabeza con la adarga, y con las muchas piedras que tiraban, le
acertaron en la cabeza con una que le quebró
los cascos, y quince días después murió de esta pedrada; pero así herido,
estuvo forcejeando con los indios hasta que los españoles ganaron este terrado.
Una vez ganado, le bajaron al Cuzco por un camino áspero que llega a una puerta
falsa de la fortaleza que da junto a las casas donde Hernando Pizarro vivía,
porque los indios de guerra que estaban en este camino corto y agro lo
abandonaron después de que los españoles entraron en el patio de la fortaleza.
Por allí se le bajó a Juan Pizarro a su posada, que era la misma de su hermano
Hernando Pizarro”.
Tuvo que ser un golpe durísimo para
Hernando la muerte de Juan porque, además de ser su hermano, había demostrado
grandes virtudes como capitán y se iba a
notar mucho su ausencia en aquellas batallas al límite de lo soportable. Pero
no era el momento de las lamentaciones, sino el de expulsar definitivamente a
los indios de su estratégico emplazamiento: “Viendo Hernando Pizarro el
desastre de su hermano y lo que faltaba para la toma de la fortaleza, subió a
ella dejando a Gabriel de Rojas en el Cuzco. Llegado, pues, Hernando Pizarro
cuando amanecía, estuvimos peleando con los indios, que estaban recogidos en
los dos cubos altos, y no se les podía ganar si no era por la sed; así
estuvimos tres días hasta que la sed los fatigó, y empezaron a desmayar y
despeñarse de las paredes más altas, unos por huir y otros por matarse, y otros
se rendían. De esta manera se ganó el primer cubo”.
Todos sabían que la toma definitiva de la
fortaleza era su única posibilidad de salvación. No les llegaba ayuda desde
ningún sitio, y hasta daban por aniquilada la expedición de Almagro y suponían
que, si no recibían noticias de Pizarro, sería porque la rebelión general de
Manco Inca había acabado con ellos. Es difícil imaginar una situación más
desesperada. Pero solo pensaron en sobrevivir, y arremetieron contra el segundo
cubo de la fortaleza.
(Imagen) Ocurrió algo curioso en la toma
del segundo cubo de la fortaleza. Nos lo cuenta el cronista Pedro Pizarro: “Llegados
al otro cubo, tenían los indios por capitán a un orejón tan valeroso, que
ciertamente era digno de los romanos. Llevaba armas que había tomado de los
españoles que habían matado en los caminos. Andaba, pues, este orejón, que se
llamaba Titu Cusi Gualpa, en lo alto del
cubo, estorbando a los españoles que querían subir con escalas, y matando a los
indios que se rendían, que mató más de treinta, dándoles en las cabezas con la
porra que traía, y se las hacía pedazos. Si subía algún español, aguijaba a él
como un león. Visto esto, Hernando Pizarro mandó a unos españoles que pusieran
varias escalas para subir por él, que era ya el único que peleaba, y que lo
tomasen vivo. Subiendo a una los españoles por distintas escalas, ganaron el
cubo, pues los indios de guerra se habían rendido porque Hernando Pizarro les
había prometido no matar a los que lo hiciesen. Al ver este orejón que le
habían ganado el fuerte, arrojando las armas, se tapó la cabeza y el rostro con
la manta que ellos traen por capa y se arrojó del cubo abajo, y así se hizo
pedazos. A Hernando Pizarro le pesó mucho no haberlo tomado vivo”. Este
valeroso personaje de la nobleza inca se
ha convertido en un héroe nacional de los peruanos. Se le nombra de
varias maneras, pero es conocido sobre todo como CAHUIDE. La imagen nos muestra
una moneda peruana en la que figura a porrazo limpio sobre el cubo de la
fortaleza.
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