lunes, 26 de marzo de 2018

(Día 651) Tras los incendios provocados por los indios en el Cuzco, la situación era desesperada. Los españoles están decididos a morir resistiendo.


     (241) Igual que Inca Garcilaso, el cronista Pedro Pizarro detalla la pesadilla del ataque mediante incendios, pero sin llegar a decir tan abiertamente que se salvaron por un milagro divino: “Pues juntando Manco Inca toda la gente (que se creyó y los indios dijeron que fueron doscientos mil los que vinieron a poner este cerco), una mañana empezaron a poner fuego por todas partes al Cuzco, y con este fuego fueron ganando mucha parte del pueblo, haciendo palizadas y albarradas para que los españoles no pudiésemos salir contra ellos. Nos recogimos en la plaza, a  las casas que junto a ella estaban, porque todo lo demás lo tenían los indios quemado. Y para quemar los aposentos donde estábamos, los indios hacían un ardid, que era tomar unas piedras redondas y echarlas en el fuego, y haciéndolas ascuas, las envolvían en algodón y las tiraban con hondas a las casas, y así nos las quemaban, porque como eran de paja, pronto se encendían”.
    “Estando en esta confusión, acordó Hernando Pizarro dividir en tres partes la gente de a caballo bajo el mando de tres capitanes: su hermano Gonzalo Pizarro, Gabriel de Rojas y Hernando Ponce de León. Mandó también que la gente de a pie, ayudada por los de a caballo (porque la mayor parte era flaca y ruin), fuesen de noche a las órdenes de Pedro del Barco (ya vimos que era de Trujillo y volvió rico a su pueblo; enseguida le van a dar una gran pedrada los indios), Diego Méndez y Villacastín a desbaratar, con los indios amigos que teníamos de servicio, las empalizadas que los de Manco Inca hacían de día; también ayudaron unos sesenta indios cañaris, pues eran muy enemigos de Manco Inca”.
     A toro pasado, también dirá Pedro Pizarro que “usó Nuestro Señor con nosotros de su misericordia para librarnos de tanta gente”. Pero cuenta muy bien la manera en que los españoles decidieron salir a la desesperada de aquella encerrona: “Estando así con harta congoja, pues eran tantos los alaridos que daban los indios y las bocinas que tocaban que parecía que temblaba la tierra, Hernando Pizarro y los capitanes se juntaban muchas veces para tener acuerdo sobre lo que harían, y  ninguno de los acuerdos que se proponían era bueno, porque si saliéramos del Cuzco, nos matarían a todos por el camino en los muchos malos pasos que hay, y si nos recogiésemos en el cercado, nos tapiarían en él con adobes y piedras, porque eran muchos los indios. Pero Hernando Pizarro nunca estuvo en ese pensamiento, y les respondía que habíamos de morir sin desamparar el Cuzco”.
     En estas consultas, Hernando recurría sobre todo a sus hermanos, a Gabriel de Rojas, al tesorero Riquelme y a Hernando Ponce de León, a quien casi habíamos olvidado y nos lo volvemos a encontrar; era el que, juntamente con su socio en la trata de esclavos, el gran Hernando de Soto, decidió unirse a las tropas de Pizarro, llegando los dos después con sus barcos a Perú.
     Pedro Pizarro hace previamente referencia a una fortaleza que había en el lugar: “El Cuzco está arrimado a una sierra por la parte donde hay una fortaleza, y por esta parte   bajaban los indios hasta unas casas que están junto a la plaza, y desde aquí nos hacían mucho daño”.

     (Imagen) PIZARRO contesta a una carta que le envió el peculiar y valioso DON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN desde el asediado Cuzco. Resumo el texto: “Magnífico señor: Cuando llegué a Lima, me dieron unas cartas de Vuestra Merced y de mis hermanos, que me hacen saber cómo se ha rebelado ese traidor Manco Inca. De lo que he recibido gran pesar por el deservicio del Emperador, peligro de los que allá estáis y desasosiego mío a mi vejez, aunque mucho me consuela que Vuestra Merced esté ahí. Mediante la voluntad de Dios socorreremos a los de allá. Hecha a 4 de mayo de 1536. Francisco Pizarro”. Luego Enríquez habla muy bien de Pizarro, a pesar de que no ‘tragaba’ a su hermano Hernando: “Fue este un caballero hijo de otro muy honrado en Trujillo (evita mencionar su condición de bastardo). Su madre fue de Sanlúcar de Alpechín (la actual Sanlúcar la Mayor; este origen de la madre de Pizarro era desconocido por los cronistas). Vino a las Indias, y trabajó tanto, que, aunque a su vejez, fue Adelantado y Gobernador de esta próspera tierra. Pero ni las riquezas ni los favores del emperador le ensoberbecieron para dejar de ser buen cristiano y muy buen compañero. Fue muy amado de la gente que gobernó y muy temido de los que sojuzgó, porque era muy afable y sin presunción, sin ceder en lo que tenía razón, y muy esforzado contra los que conquistó”. 



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