jueves, 29 de marzo de 2018

(Día 654) Inca Garcilaso de la Vega recuerda que Francisco Rodríguez de Villafuerte (uno de los ’13 de la fama’) le contó, como testigo presencial, muchos detalles del cerco que soportaron en el Cuzco. El cronista relata la trágica muerte de Juan Pizarro.


     (244) Inca Garcilaso dice que el símil es suyo, pero que hubo alguien, un mítico personaje de la aventura de Perú testigo de los hechos, que lo expresó mejor, y nos cuenta que se lo oyó decir cuando era él era muy joven. Siendo un niño que vivió rodeado de tipos tan novelescos (como su propio padre), tuvo que saborear miles de anécdotas apasionantes: “Francisco Rodríguez de Villafuerte, uno de los trece que se quedaron con don Francisco Pizarro cuando los demás compañeros lo desampararon, iba por el camino de Arequipa con otros muchos caballeros acompañando a ciertas personas nobles que se venían a España. Yo iba con ellos, aunque muchacho, pues fue a final del año mil quinientos cincuenta y dos (tenía trece años). El Francisco de Villafuerte fue dando cuenta por el camino de los sucesos de aquel cerco, y con el dedo señalaba los lugares donde habían pasado tales hazañas, y nombraba a los que las habían hecho, y decía, ‘aquí hizo fulano esta valentía y allá zutano esta otra’, y todas eran de gran admiración, y lo contó de pie sobre el mismo puesto donde sucedió, y habiendo contado gran número de ellas, dijo, ‘no hay que asombrarse de estas cosas  aunque sean tan grandes, porque Dios nos ayudaba milagrosamente; y uno de los milagros que veíamos era que nuestros caballos andaban y corrían tan ligeros y con tanta facilidad por aquellas sierras como va ahora por ellas aquella banda de palomas’. Yo me alegraría de no haber olvidado cosas de lo que aquel día le oí, para escribir ahora muchas hojas de las hazañas que los españoles hicieron en aquel cerco; pero baste decir que ciento setenta hombres resistieron a doscientos mil indios de guerra (casi siempre las cifras de las crónicas son exageradas) sufriendo el hambre, el sueño, el cansancio, las heridas sin cirujano ni medicinas y los demás trabajos e incomodidades que en los cercos se pasan. Todo lo cual lo dejo a la imaginación del que leyere esta historia, pues es imposible escribir por entero los trabajos tan grandes que pasaron. Y los sufrieron y vencieron porque Dios los había escogido para que predicaran su Evangelio en aquel imperio”. A pesar de su mestizaje, Inca Garcilaso se siente feliz por ser cristiano y tiene una fe inquebrantable en la providencia divina.
     Toca ahora ver el episodio de la toma de la fortaleza, en cuya batalla morirá Juan Pizarro. Veamos primero cómo lo cuenta Inca Garcilaso, copiando a Agustín de Zárate: “Habiendo hecho retroceder a los indios, decidieron los españoles acometer la fortaleza porque allí estaba la mayoría de los enemigos, y si no les ganaban aquel lugar, les parecía no haber hecho nada. Con este acuerdo subieron hacia ella y no pudieron someter a los indios durante seis días. Una noche de aquellas, tras haber peleado durante todo el día, se retiraron a sus puestos, donde Juan Pizarro, que de días atrás andaba herido y sufría mal la celada que traía, se la quitó antes de tiempo, y nada más quitada, llegó una piedra tirada  con honda y le dio una mala herida en la cabeza, de la que murió tres días después. La cual muerte fue gran pérdida en aquella tierra porque era muy valiente y experimentado en la guerra contra los indios, y muy querido de todos sus compañeros”.

     (Imagen) Nunca sabremos cuál habría sido la trayectoria de JUAN PIZARRO ALONSO (hermano de Francisco Pizarro) si hubiera sobrevivido a la tremenda pedrada que le dieron los indios. Se perdió, en plena juventud, un gran hombre con capacidad de mando y extraordinaria valentía. Pagó, además, el precio de quedar  oscurecido por el olvido. Nadie ha escrito su biografía, y en los archivos apenas aparece documentación sobre él. Murió como un valiente y a consecuencia de un acto de generosidad, tratando de ayudar al herido Pedro del Barco en la angustiosa pelea por la fortaleza de Sacsahuamán. Lo más probable es que, de no haber  muerto, habría acabado tan trágicamente como su hermano Gonzalo, triturado por las guerras civiles. Ejecutado este, una hija suya y otra de Juan, ambas mestizas, fueron enviadas a España por el virrey Pedro de la Gasca para que vivieran más protegidas en su entorno familiar de Trujillo. Juan Pizarro dejó un testamento que algunos eruditos mencionan y en el que estableció un mayorazgo. Ese es su último rastro, porque alguien pleiteó por él ¡142 años después! Con el tiempo, se fue perdiendo la línea directa de la sucesión de todos los hermanos Pizarro. Pero todavía había una heredera que resistía en 1678: BEATRIZ JACINTA PIZARRO. Siendo ya una anciana, reclamó, entre otros, los mayorazgos de Francisco Pizarro y de Juan Pizarro. Tenía buenos argumentos para hacerlo: su padre fue Francisco Pizarro Pizarro, hijo de Hernando Pizarro y Francisca Pizarro Yupanqui, la hija mestiza del gran Francisco Pizarro. Es una lástima que solo se conserven tan raquíticos recuerdos del excepcional JUAN PIZARRO ALONSO.



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