(234) Superada la prueba, tuvo
Almagro noticia de que se encontraba
cerca un personaje singular y de enorme valía. Se trataba de Francisco Noguerol
de Ulloa, un extraordinario navegante cuya vida se suele ‘desdoblar’, como si otro
llamado Francisco de Ulloa fuera una persona distinta, aunque toda apunta a que
fueron, como veremos, ‘un solo crack verdadero’: “Así caminaron hasta que
llegaron a Atacama, donde supo Almagro que cerca de allí estaba Noguerol de
Ulloa. El cual había ido en un navío por orden del Marqués don Francisco
Pizarro a descubrir los puertos que en aquella costa hubiese, y que llegase
hasta Chile y supiese cómo le iba a don Diego de Almagro para enviarle socorro
si lo hubiese menester. Almagro escribió a Noguerol de Ulloa para verse y que
le informase de lo que en su ausencia había pasado en el Perú. Se vieron los
dos y hablaron largo, y por tener más que hablar de los sucesos de ambas
gobernaciones sin que su ejército dejase de caminar, así como por contentar a
Noguerol de Ulloa, que era muy amigo suyo, le dijo que quería entrar en su
navío y ser su soldado y marinero por tres o cuatro días”.
Dicho
lo cual, Inca Garcilaso de la Vega nos va a explicar con detalle el proceso
íntimo que lo empujó a Manco Inca hacia la rebelión sin vuelta atrás contra los
españoles, contándolo desde que Almagro
partió del Cuzco para ir a Chile: “Viendo Manco Inca sosegado a Pizarro después
de la partida de Almagro, le pidió por segunda vez el cumplimiento de las
capitulaciones de la restitución de su imperio, como había prometido, para que
los nativos acudiesen a servir a los españoles. El gobernador y sus hermanos se
hallaron confusos por no encontrar razones consistentes para aplazar las
demandas y esperanzas del inca. Le dijeron que querían cumplirlo, pero que
esperaban en breve la respuesta de su
emperador, a quien habían dado larga cuenta de todo, y que la traería su
hermano Hernando Pizarro, y que siendo su Alteza tan gran príncipe, tan justo y
tan religioso, ratificaría las capitulaciones. Con estas esperanzas vanas,
entretuvieron al Inca algunos días”.
Tratando de quitarse de encima a Manco
Inca, Pizarro aprovechó la noticia de que su hermano Hernando había llegado a
Tumbes para marcharse con prisas de la ciudad: “El Marqués, viendo la buena ocasión que se le
ofrecía para salir del Cuzco, que lo deseaba tanto por huir de la petición del
Inca como por volver a la nueva población de la Ciudad de los Reyes, que por
haberla fundado él deseaba verla perfeccionada, le dijo que necesitaba ir a
recibir a su hermano, y que a su vuelta se trataría de lo que a todos convenía.
Manco Inca, aunque vio que aquello no eran buenos pronósticos, y disimulando lo
que sentía para no provocar al Marqués a que le hiciera mayores agravios, consintió
en lo que le decía y se fue a su fortaleza subiendo aquella larga cuesta a pie
(se nota que Inca Garcilaso vivió allí),
sin querer ir en andas para mostrar más llaneza. En cuanto lo vieron dentro,
los españoles le echaron prisiones. Los indios sintieron grandemente la prisión
de su Inca y que las esperanzas que les habían dado se les volviesen en contra”.
(Imagen)
Vemos llegar al gran navegante FRANCICO NOGUEROL DE ULLOA con un barco a
Chile, enviado por PIZARRO para ayudar a ALMAGRO, en parte para fisgar lo que
hacía y también con sincero deseo de que le fuera bien, ya que era
importante para evitar el enfrentamiento entre los dos. La carrera de Noguerol
estuvo llena de éxitos. Tres años más tarde, en 1539, surcaba bajo las órdenes
de Cortés las aguas de California, y tuvo la genialidad de darse cuenta de
que no era una isla sino una península.
Al servicio de Valdivia, Noguerol también navegó hasta el Estrecho de
Magallanes, y su nombre es ahora familiar para los chilenos. Pero nos va a
servir como ejemplo de dos comportamientos frecuentes entre los conquistadores:
uno reprochable y el otro ejemplar. Eran muchos los que partían para las Indias
dejando a su joven esposa en España y
“si te he visto no me acuerdo”. La mayoría evitaban la bigamia porque era
un delito. El gran Pedro de Valdivia fue
obligado a renunciar a Inés Suárez y
recibir en Perú a su legítima esposa (que llegó cuando ya lo habían matado los indios).
La mujer de Noguerol, Beatriz de Villasur, lo denunció por bígamo, y fue
condenado a destierro. El libro de la imagen (que además es barato) lo cuenta
magníficamente. La parte buena es que Noguerol, como otros muchos, se acordó en
su testamento, hecho en Medina del Campo, de los indios que tenía en Perú, y
les dejó la mayor parte de la gran fortuna que poseía en Arequipa (para ellos y
para sus esposas e hijos).
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