(Día 220) Continuaron su avanzada por
Chile, y siente uno vergüenza ajena por tener que escribir lo que cuenta Cieza,
pero es lo que dice y su palabra es digna de todo crédito: “La gente que iba
con Almagro serían ciento noventa y tres españoles, llevando por maese de campo
a Rodrigo Núñez y por alférez a Maldonado. Para cargar el bagaje y para el
servicio, llevaban tantos indios e indias que era lástima decirlo, todos
puestos en cadenas y sogas, a los cuales por nada les daban grandes palos y
azotes sin les dar tiempo de tomar respiro; si alguno se quejaba por ir cansado
o estar enfermo, no era creído ni tenía otra cura que los golpes, tanto que,
perdiendo el vigor y el aliento, dejaban los cuerpos sin ánimos en las cadenas
y prisiones. Al llegar al real así cansados como estaban, les hacían ir por
leña y todo lo que era menester; comían malamente; venida la noche, los
juntaban a todos dándoles para cama el suelo; y si alguno quería usar de su
persona, los veladores les hacían estar quedos con los pomos de las espadas.
Estas cosas y otras más ásperas, por mis ojos he yo viso hacer a esta gente
desventurada, muchas y muchas veces. Y los que lo leyeren sepan que me corto en
lo que cuento, y aprovéchense de lo leer para suplicar a nuestro Señor que
perdone tan graves pecados”. Total: un espanto. Cieza lo sabe porque participó
en muchas campañas y esa brutalidad con los porteadores debía de ser frecuente.
Los utilizaban como esclavos. Hay una razón para que los llevaran encadenados: evitar
su fuga. No es fácil entender por qué los trataban peor que a los animales, ya
que, por propio interés, los necesitaban sanos para que fueran útiles. Por otra
parte y en situación completamente diferente, iban también con los españoles
indios amigos que voluntariamente luchaban a su lado. En cualquier caso, es una
prueba evidente de que no se cumplía la ley, puesto que había disposiciones
bien claras que prohibían la esclavitud (salvo la de los negros, raza que,
basándose en los datos históricos, tendría razones suficientes para incendiar
el mundo).
Seguiré comentando sobre las ya últimas
páginas del libro Cieza titulado el “Descubrimiento y conquista del Perú”, y
después recurriré a otros cronistas. Se debe a una dificultad que pone de relieve
el poco interés con que se nos ha
hablado en la enseñanza escolar sobre estas historias tan importantes en
nuestro patrimonio cultural. La dificultad mencionada consiste en que resulta
muy difícil conseguir algunas de estas maravillosas crónicas, casi siempre
porque no se han reeditado por falta de lectores. Baste un chusco ejemplo:
logré que me enviaran ¡desde Estados Unidos! (lo que clama al cielo: otra
opción era ¡La India!) el siguiente tomo de Cieza, y para sorpresa mía (en la
referencia no se indicaba nada), el texto estaba traducido al inglés. Queda otro
recurso que tendré que utilizar. Hay bibliotecas virtuales, como la “Miguel de
Cervantes”, que, aunque no lo tienen todo, sí dan acceso a muchas obras
digitalizadas. Pero es incomprensible que no se puedan conseguir en papel en
España.
(Imagen) Hoy toca hablar de lo peor de las
Indias: la explotación de los nativos. Cieza nos describe con una crudeza que
parte el corazón la innecesaria brutalidad con que se los trataba. No eran
casos aislados sino frecuentes, sobre todo en campaña, y Cieza, que también fue
soldado, lo conocía bien. A veces tiene uno la impresión de que es demasiado
crítico con los españoles, pero admiró su grandeza y se sintió orgulloso de
serlo. Me ha llegado un libro suyo que tuve que pedir a ¡La India! (para
vergüenza nuestra). Trata del comienzo de las guerras civiles y es evidente
que, con la experiencia, su estilo, siempre muy bueno, fue mejorando. Era, sin
duda, el más grande de los cronistas. Resulta gratificante que hubiera en las
Indias españoles con esa sensibilidad humana. Quizá, tras participar
personalmente en campañas tan heroicas y tan implacables al mismo tiempo, le
quedara en el alma un remordimiento crónico. Aunque el gran pintor mexicano
Diego Rivera resulte odioso por centrarse, casi exclusivamente y exagerando mucho,
en los abusos de los españoles, en el cuadro de la imagen (donde no prescinde
de una injusta crítica al religioso) mostró hechos reales: indios trabajando
como bestias de carga, uno al que lo están marcando como esclavo, comerciantes
que mercadean con seres humanos… Cosas que se fueron corrigiendo a través de la
leyes promulgadas como resultado de las quejas apocalípticas de los frailes.
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