jueves, 1 de marzo de 2018

(Día 630) Cieza expone con total crudeza la brutalidad inhumana que solía haber en el trato a los indios que llevaban de servicio o como porteadores.


      (Día 220) Continuaron su avanzada por Chile, y siente uno vergüenza ajena por tener que escribir lo que cuenta Cieza, pero es lo que dice y su palabra es digna de todo crédito: “La gente que iba con Almagro serían ciento noventa y tres españoles, llevando por maese de campo a Rodrigo Núñez y por alférez a Maldonado. Para cargar el bagaje y para el servicio, llevaban tantos indios e indias que era lástima decirlo, todos puestos en cadenas y sogas, a los cuales por nada les daban grandes palos y azotes sin les dar tiempo de tomar respiro; si alguno se quejaba por ir cansado o estar enfermo, no era creído ni tenía otra cura que los golpes, tanto que, perdiendo el vigor y el aliento, dejaban los cuerpos sin ánimos en las cadenas y prisiones. Al llegar al real así cansados como estaban, les hacían ir por leña y todo lo que era menester; comían malamente; venida la noche, los juntaban a todos dándoles para cama el suelo; y si alguno quería usar de su persona, los veladores les hacían estar quedos con los pomos de las espadas. Estas cosas y otras más ásperas, por mis ojos he yo viso hacer a esta gente desventurada, muchas y muchas veces. Y los que lo leyeren sepan que me corto en lo que cuento, y aprovéchense de lo leer para suplicar a nuestro Señor que perdone tan graves pecados”. Total: un espanto. Cieza lo sabe porque participó en muchas campañas y esa brutalidad con los porteadores debía de ser frecuente. Los utilizaban como esclavos. Hay una razón para que los llevaran encadenados: evitar su fuga. No es fácil entender por qué los trataban peor que a los animales, ya que, por propio interés, los necesitaban sanos para que fueran útiles. Por otra parte y en situación completamente diferente, iban también con los españoles indios amigos que voluntariamente luchaban a su lado. En cualquier caso, es una prueba evidente de que no se cumplía la ley, puesto que había disposiciones bien claras que prohibían la esclavitud (salvo la de los negros, raza que, basándose en los datos históricos, tendría razones suficientes para incendiar el mundo).
     Seguiré comentando sobre las ya últimas páginas del libro Cieza titulado el “Descubrimiento y conquista del Perú”, y después recurriré a otros cronistas. Se debe a una dificultad que pone de relieve el poco interés con que se  nos ha hablado en la enseñanza escolar sobre estas historias tan importantes en nuestro patrimonio cultural. La dificultad mencionada consiste en que resulta muy difícil conseguir algunas de estas maravillosas crónicas, casi siempre porque no se han reeditado por falta de lectores. Baste un chusco ejemplo: logré que me enviaran ¡desde Estados Unidos! (lo que clama al cielo: otra opción era ¡La India!) el siguiente tomo de Cieza, y para sorpresa mía (en la referencia no se indicaba nada), el texto estaba traducido al inglés. Queda otro recurso que tendré que utilizar. Hay bibliotecas virtuales, como la “Miguel de Cervantes”, que, aunque no lo tienen todo, sí dan acceso a muchas obras digitalizadas. Pero es incomprensible que no se puedan conseguir en papel en España.
  
  (Imagen) Hoy toca hablar de lo peor de las Indias: la explotación de los nativos. Cieza nos describe con una crudeza que parte el corazón la innecesaria brutalidad con que se los trataba. No eran casos aislados sino frecuentes, sobre todo en campaña, y Cieza, que también fue soldado, lo conocía bien. A veces tiene uno la impresión de que es demasiado crítico con los españoles, pero admiró su grandeza y se sintió orgulloso de serlo. Me ha llegado un libro suyo que tuve que pedir a ¡La India! (para vergüenza nuestra). Trata del comienzo de las guerras civiles y es evidente que, con la experiencia, su estilo, siempre muy bueno, fue mejorando. Era, sin duda, el más grande de los cronistas. Resulta gratificante que hubiera en las Indias españoles con esa sensibilidad humana. Quizá, tras participar personalmente en campañas tan heroicas y tan implacables al mismo tiempo, le quedara en el alma un remordimiento crónico. Aunque el gran pintor mexicano Diego Rivera resulte odioso por centrarse, casi exclusivamente y exagerando mucho, en los abusos de los españoles, en el cuadro de la imagen (donde no prescinde de una injusta crítica al religioso) mostró hechos reales: indios trabajando como bestias de carga, uno al que lo están marcando como esclavo, comerciantes que mercadean con seres humanos… Cosas que se fueron corrigiendo a través de la leyes promulgadas como resultado de las quejas apocalípticas de los frailes.



No hay comentarios:

Publicar un comentario