miércoles, 28 de febrero de 2018

(Día 629) El sumo sacerdote Villahoma huye hacia el Cuzco. Almagro, muy enfadado, sospecha de la complicidad de Paullo, quien lo niega. Almagro, que sigue con dudas, le ordena al vasco Mendicote que no lo pierda de vista.


     (Día 219) Luego ocurrió algo que confirma la intención de rebeldía del sumo sacerdote Villahoma (y quizá también la de Paullo, el hermano de Manco Inca): “Villahoma, como había concertado con Manco Inca alzar las provincias del sur contra los cristianos que iban a Chile, de callada y con gran disimulación alborotaba los pueblos y lugares por donde pasaban, diciendo de los españoles muchas blasfemias (en el antiguo sentido de ‘graves injurias’) para que se pusiesen contra ellos. Ni los que le oían tenían ánimo, ni él lo pretendía, por temor de que eran muchos los caballos y los españoles, mas deseaba ausentarse para juntarse con Manco Inca, teniendo por más fácil matar a los que estaban en el Cuzco que a los que iban a Chile. Y así, pareciéndole que Almagro no podría volver con brevedad al Cuzco, determinó de se huir. Como lo pensó, lo puso en obra una noche llevando consigo algunos indios y mujeres. Caminó por caminos secretos que los nuestros no conocían, recibiendo por donde pasaba grandes servicios porque, por la dignidad pontifical del sacerdocio, le tenían gran respeto.
     “Por la mañana, súpose que se había ausentado. Almagro recibió mucho enojo por ello, mandó llamar a Paullo y airadamente le preguntó por qué no le había avisado de la huida de Villahoma. Paullo era muchacho y le respondió con temor que no supo nada. Almagró ordenó que lo vigilasen en adelante para que no hiciese lo que Villahoma, encargándolo a Marticote, un valiente soldado vizcaíno (equivalía a ‘vasco’; era guipuzcoano)”. Un breve comentario sobre Marticote, aunque le veremos más veces. Siempre se mantuvo fiel al bando de Almagro. En las guerras civiles, muerto Pizarro, fue enviado como capitán al Cuzco, con el objetivo de someterlo, por orden del hijo de Almagro, a cuyo lado murió en la batalla de Chupas.
     Siguió Almagro su ruta: “Habló con toda gracia a los naturales de aquella tierra, esforzolos para que tuvieran amistad con los cristianos. Partió para juntarse con Salcedo y Francisco de Chaves, dejando escrito a Noguerol de Ulloa que se diese prisa para alcanzarlo. Llegó al pueblo de Jujuy, donde estuvo más de dos meses aguardando a los que quedaban atrás. Vino entre ellos don Alonso de Montemayor, caballero principal, natural de Sevilla, a quien Almagro recibió muy bien”. Empezaron a encontrar indios en pie de guerra: “Se juntaron muchos y juraron por el Sol alto y poderoso que habían de morir o matar a todos los españoles. Atacaron a los yanaconas, negros y servidores que salían del real a buscar leña y otras cosas necesarias. Después de haber hecho algún daño, se puso Almagro con algunos de a caballo en celada para los matar, mas ellos le mataron el caballo, y huyeron”.

     (Imagen) DON ALFONSO DE MONTEMAYOR partió hacia Perú con un criado en 1534. Era un sevillano de familia noble (merecedor del ‘Don’) y vemos hoy que se incorpora en Chile a las tropas de Almagro, quien se alegra mucho de su llegada. Montemayor se mantuvo fiel a Almagro y a su hijo en situaciones verdaderamente dramáticas. Tras volver de Chile, Almagro sitió a los pizarristas que estaban en el Cuzco, y fue Montemayor quien apresó a Hernando Pizarro. En la inmediata batalla de Las Salinas (año 1538), luchó también al lado de Almagro, que resultaría derrotado y ejecutado, pero a él le perdonaron la vida. Un año después, en aquel mar de confusiones, Diego Almagro el Mozo lo envió a Trujillo para que informase a las autoridades (que eran almagristas) de que Cristóbal Vaca de Castro, representante del rey, había llegado a Perú con la envenenada misión de poner fin a las guerras civiles. En 1541, al llegar Montemayor al Cuzco cumpliendo otro encargo, los almagristas sospecharon que coqueteaba con el bando leal al rey y lo condenaron a tres años de cárcel. Ya libre, en 1544 le envía a Gonzalo Pizarro la carta que vemos en la imagen, justificando su lealtad e insistiendo en que ha sido víctima de difamaciones. Gonzalo (al que solo le quedaban cuatro años de vida) no le creyó, y DON ALONSO DE MONTEMAYOR se fue a México huyendo de un terrorífico mundo de locos en el que ya se sentía amenazado por los dos bandos. Tuvo también el mérito de escribir una crónica de aquellas malditas guerras civiles.



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