(213) Algunos de los indios que
acompañaron a Pedro Martín de Moguer en el viaje volvieron al Cuzco a contar lo
que había pasado: “Juan Pizarro fue a hablar con Manco Inca creyendo que lo
había ordenado. Lo negó, porque no lo mandó ni lo supo”. Lo cual merece una
‘paradiña’ para comparar a los dos cronistas, el ‘bueno’ y el ‘malo’. Por
sistema, Cieza se convierte en defensor de los indios: da por hecho que Manco
Inca no tenía nada que ver con aquella muerte. Por sistema también, Pedro
Pizarro defiende a los españoles y, en particular, a los Pizarro: no tiene la
menor duda de que Manco Inca ordenaba estas muertes. Es fácil simpatizar con Cieza,
pero el que estaba allí era Pedro Pizarro.
Juan Pizarro ordenó a su hermano Gonzalo que saliera a castigar a
los que mataron al español: “Se habían refugiado en un peñol grande, de rocas,
que solo tenía una puerta cercada con su muralla; hicieron dentro algunas
chozas donde pusieron a sus mujeres y a sus hijos. Avisó Gonzalo Pizarro a Juan
Pizarro de la fuerza del peñol y de que no podía ganarlo. Salió del Cuzco con
más gente y muchos orejones que le ayudasen (como se verá, no les quedó más remedio que acompañarlo), porque
decía Juan Pizarro que, por ser aquel el primer cristiano al que mataban los
indios, convenía hacer en ellos gran justicia para escarmentar a los demás”.
Cuando llegó Juan Pizarro, encontró las mismas dificultades que su hermano
Gonzalo y les pidió a los orejones que animaran a los indios a rendirse. “Los
orejones, que habían venido por orden de Manco Inca (obligado, como preso, a un doble juego), deseaban que los del peñol
ganaran, pero respondieron que lo harían. Y se dice que el capitán de los orejones
habló con los indios del peñol esforzándolos para que no desmayaran y
diciéndoles que ellos matarían a los caballos de los cristianos; y que, además,
le contó a Juan Pizarro que los indios le habían pedido seis días de plazo para
determinar lo que habían de hacer”.
Pero el asunto se complicó aún más: “Un
indio amigo alcanzó a saber este trato y
dio aviso a Juan Pizarro, el cual, muy enojado, mandó quemar al principal de
los orejones, y mandó un mensajero al Cuzco para decir al que había quedado al
mando que amenazase a Manco inca por la traición que su capitán había intentado
hacer. Lo cumplió Gabriel de Rojas, y Manco Inca se excusaba de la culpa que le
echaba. Estando temeroso de que lo matasen, mandó a un valiente capitán orejón llamado
Paucara Inca que fuese a juntarse con los cristianos y les ayudase en todo lo
que mandasen”. Por si acaso, Juan Pizarro, en cuanto lo vio le advirtió que, si
resultaba un traidor, lo iba a quemar como al otro orejón. Pero no era el caso
porque, tratando de proteger la vida de Manco Inca, había llegado dispuesto a
ser lo más útil posible para los españoles, e incluso pagará un alto pecio. El
intrépido Paucara se fue directamente a donde estaban los indios rebeldes,
confiando en que lo iban a obedecer puesto que su autoridad era indiscutible.
Pero su intención era traicionarlos. Para convencerlos de que estaba de su
parte, echaba pestes de los españoles (motivos no le faltaban) y les dijo que
Manco Inca le enviaba para ayudarles contra los cristianos.
(Imagen). A medida que crecía la extensión
del dominio, el control era más difícil. A Juan y Gonzalo Pizarro (hermanos de
padre y madre) les tocó lo más difícil: permanecer
con pocos españoles en el lejano Cuzco, la mítica ciudad del imperio incaico,
donde quedaban muchos notables miembros de la familia de Huayna Cápac, el padre
de Atahualpa. Lo peor era que el más importante, Manco Inca, aunque preso,
estaba decidido a destruir por completo a los españoles. Va aumentando la
tensión, y al ser asesinado por los indios el joven PEDRO MARTÍN DE MOGUER, la reacción de Juan
Pizarro será terrible, como siempre ocurría cuando mataban a un español
solitario e indefenso. A los indios derrotados se les perdonaba, pero en estos
casos se les ejecutaba sin contemplaciones. Salieron a buscar a los culpables,
acompañados por orejones mandados por Manco Inca, que se hacía el inocente. En
lugar de colaborar, quisieron traicionar a los españoles, pero Juan Pizarro no
estaba para bromas y quemó vivo al principal responsable. Veremos que la muerte
de un solo español (asesinado traidoramente) va a provocar un episodio
espantoso que recuerda la resistencia heroica de los numantinos y su trágico
final. También Pedro Martín de Moguer triunfó después de muerto, pero ¡a qué
precio!
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