(199) Cieza enlaza de nuevo con Pizarro: “Habiendo partido el Adelantado
para la jornada de Chile, el Gobernador determinó volver a la Ciudad de los
Reyes. Quedó, según creo, por teniente Juan Pizarro, su hermano, encomendándole
mucho el buen tratamiento de los indios, despidiéndose de todos, y también de
Manco Inca con los demás señores principales que estaban en el Cuzco. En la
Ciudad de los Reyes salieron los regidores y vecinos a le recibir con mucha
alegría, y entre ellos los hermanos don Alonso Enríquez y don Luis, bien
doblados y mañosos (lo dice porque
después lo traicionaron pasándose al bando de Almagro). Halló también en la
ciudad al obispo de Tierra Firme (Panamá)
fray Tomás de Berlanga, que venía por comisión del rey a marcar los límites de
las gobernaciones de él y de Almagro”. Parece ser que Pizarro boicoteó la
misión del obispo por temor a que le otorgara algún derecho a Almagro sobre el
Cuzco, de manera que consiguió que fray Tomás
llegara después de la salida de su socio hacia Chile. No era cuestión de
quedarse hasta que Almagro volviera de su largo viaje, y tras entregarle a
Pizarro el documento de la partición de las dos gobernaciones, regresó a su
obispado. Por una fatalidad del destino, aunque finalmente se le reconoció a
Pizarro que sus derechos abarcaban la ciudad del Cuzco, en aquel momento cabían
interpretaciones opuestas, y al no contar con un juez imparcial, lo iban a
resolver a la brava. Almagro iba a aceptar la ampliación de setenta leguas que
le había concedido el rey a Pizarro y también a renunciar a su pretensión de
medir la distancia por la sinuosa línea costera (no le quedaba otro remedio
porque el documento lo establecía claramente), pero por desgracia el Cuzco
parecía estar demasiado cerca de un límite ‘tambaleante’ para los ojos de unos
inexpertos. Fatal panorama que estallará a la vuelta de su decepcionante viaje
a Chile.
Probablemente,
todo se habría arreglado si fray Tomás hubiera podido resolverlo
en presencia de Pizarro y Almagro, ya que era un buen cartógrafo y les dejaría claro que el Cuzco estaba
situado dentro de la demarcación de Pizarro. Veamos un resumen del encargo que
había recibido del emperador: “Que atento el Rey a que había dado a don
Francisco Pizarro la gobernación de 200 leguas hasta el pueblo de Chincha, y
después se la alargó otras setenta, y que así mismo hizo merced al mariscal
Almagro de otras 200 leguas de gobernación que comenzasen desde donde acababa
la de don Francisco Pizarro; y porque podría suceder, que por no ser la costa
derecha, hubiese alguna diferencia sobre la medida de las dichas leguas,
mandaba al Obispo que hiciese tomar la altura y grados, y que tomados, contase
por derecho las dichas 270 leguas, sin contar la vuelta que hiciese la costa, según
las leguas que a cada grado corresponden, de manera que, donde se comprendiesen las dichas 270 leguas,
fuese el término de la gobernación de don Francisco Pizarro; y que desde allí
comenzase la gobernación de don Diego de Almagro hasta cumplir otras 200
leguas. Que hecha esta declaración del Obispo, cada uno guardase los términos
de su gobernación, y que en solos ellos hiciese su oficio sin entrar ni usurpar
cosa alguna de los límites y jurisdicción el uno del otro, so pena de privación
de oficio”.
(Imagen)
Los religiosos de Indias tuvieron vidas intensas y de gran riesgo, y los hubo
absolutamente excepcionales. Hemos visto hoy que el obispo FRAY TOMÁS DE BERLANGA,
enviado por Carlos V para mediar entre Pizarro y Almagro, se volvió de vacío
porque, desgraciadamente, le estorbaron la misión a un hombre tan sensato.
Resumamos su grandeza. Era extraordinariamente culto e inteligente, defensor a
ultranza de los indios, maestro de Bartolomé de las Casas, testigo presencial (y
regocijado) de la apocalíptica bronca que su compañero, el dominico fray
Antonio Montesino, les echó desde el púlpito a sus feligreses españoles por
explotar a los nativos, promotor de nuevos cultivos, con tanta visión de futuro que le mostró al
rey un proyecto de canal en Panamá por el mismo río, el Chagres, que fue
utilizado para construirlo siglos después, y también un observador nato, como lo
demostró en un informe que envió al monarca por una circunstancia sumamente
curiosa (que Cieza no comenta, quizá por desconocerla). Según navegaba para
llegar adonde Pizarro, la caprichosa naturaleza del mar desvió tanto la ruta de
su barco que convirtió al buen obispo en el descubridor de las islas Galápagos
(a 1.100 km de la costa) un 10 de marzo
de 1535. Tomó detallada nota de la curiosa fauna que allí existía,
especialmente de las tortugas gigantes, señalando además con precisión de
experto cartógrafo la situación geográfica del archipiélago. A un hombre de ese
calibre, solo lo recuerdan como se merece en su pueblo natal, Berlanga de
Soria, donde murió en 1551.
No hay comentarios:
Publicar un comentario