lunes, 5 de febrero de 2018

(Día 609) Partido Almagro, se va Pizarro a Lima, donde encuentra al obispo fray Tomás de Berlanga, que traía un documento del rey sobre el límite de las gobernaciones. Al saber que Almagro ya había marchado, el obispo le deja el documento a Pizarro y se vuelve a Panamá.


      (199) Cieza enlaza de nuevo con Pizarro: “Habiendo partido el Adelantado para la jornada de Chile, el Gobernador determinó volver a la Ciudad de los Reyes. Quedó, según creo, por teniente Juan Pizarro, su hermano, encomendándole mucho el buen tratamiento de los indios, despidiéndose de todos, y también de Manco Inca con los demás señores principales que estaban en el Cuzco. En la Ciudad de los Reyes salieron los regidores y vecinos a le recibir con mucha alegría, y entre ellos los hermanos don Alonso Enríquez y don Luis, bien doblados y mañosos (lo dice porque después lo traicionaron pasándose al bando de Almagro). Halló también en la ciudad al obispo de Tierra Firme (Panamá) fray Tomás de Berlanga, que venía por comisión del rey a marcar los límites de las gobernaciones de él y de Almagro”. Parece ser que Pizarro boicoteó la misión del obispo por temor a que le otorgara algún derecho a Almagro sobre el Cuzco, de manera que consiguió que fray Tomás  llegara después de la salida de su socio hacia Chile. No era cuestión de quedarse hasta que Almagro volviera de su largo viaje, y tras entregarle a Pizarro el documento de la partición de las dos gobernaciones, regresó a su obispado. Por una fatalidad del destino, aunque finalmente se le reconoció a Pizarro que sus derechos abarcaban la ciudad del Cuzco, en aquel momento cabían interpretaciones opuestas, y al no contar con un juez imparcial, lo iban a resolver a la brava. Almagro iba a aceptar la ampliación de setenta leguas que le había concedido el rey a Pizarro y también a renunciar a su pretensión de medir la distancia por la sinuosa línea costera (no le quedaba otro remedio porque el documento lo establecía claramente), pero por desgracia el Cuzco parecía estar demasiado cerca de un límite ‘tambaleante’ para los ojos de unos inexpertos. Fatal panorama que estallará a la vuelta de su decepcionante viaje a Chile.
      Probablemente, todo se habría arreglado si fray Tomás hubiera podido resolverlo en presencia de Pizarro y Almagro, ya que era un buen cartógrafo  y les dejaría claro que el Cuzco estaba situado dentro de la demarcación de Pizarro. Veamos un resumen del encargo que había recibido del emperador: “Que atento el Rey a que había dado a don Francisco Pizarro la gobernación de 200 leguas hasta el pueblo de Chincha, y después se la alargó otras setenta, y que así mismo hizo merced al mariscal Almagro de otras 200 leguas de gobernación que comenzasen desde donde acababa la de don Francisco Pizarro; y porque podría suceder, que por no ser la costa derecha, hubiese alguna diferencia sobre la medida de las dichas leguas, mandaba al Obispo que hiciese tomar la altura y grados, y que tomados, contase por derecho las dichas 270 leguas, sin contar la vuelta que hiciese la costa, según las leguas que a cada grado corresponden, de manera que, donde se comprendiesen las dichas 270 leguas, fuese el término de la gobernación de don Francisco Pizarro; y que desde allí comenzase la gobernación de don Diego de Almagro hasta cumplir otras 200 leguas. Que hecha esta declaración del Obispo, cada uno guardase los términos de su gobernación, y que en solos ellos hiciese su oficio sin entrar ni usurpar cosa alguna de los límites y jurisdicción el uno del otro, so pena de privación de oficio”.

     (Imagen) Los religiosos de Indias tuvieron vidas intensas y de gran riesgo, y los hubo absolutamente excepcionales. Hemos visto hoy que el obispo FRAY TOMÁS DE BERLANGA, enviado por Carlos V para mediar entre Pizarro y Almagro, se volvió de vacío porque, desgraciadamente, le estorbaron la misión a un hombre tan sensato. Resumamos su grandeza. Era extraordinariamente culto e inteligente, defensor a ultranza de los indios, maestro de Bartolomé de las Casas, testigo presencial (y regocijado) de la apocalíptica bronca que su compañero, el dominico fray Antonio Montesino, les echó desde el púlpito a sus feligreses españoles por explotar a los nativos, promotor de nuevos cultivos,  con tanta visión de futuro que le mostró al rey un proyecto de canal en Panamá por el mismo río, el Chagres, que fue utilizado para construirlo siglos después, y también un observador nato, como lo demostró en un informe que envió al monarca por una circunstancia sumamente curiosa (que Cieza no comenta, quizá por desconocerla). Según navegaba para llegar adonde Pizarro, la caprichosa naturaleza del mar desvió tanto la ruta de su barco que convirtió al buen obispo en el descubridor de las islas Galápagos (a 1.100 km de la costa) un 10  de marzo de 1535. Tomó detallada nota de la curiosa fauna que allí existía, especialmente de las tortugas gigantes, señalando además con precisión de experto cartógrafo la situación geográfica del archipiélago. A un hombre de ese calibre, solo lo recuerdan como se merece en su pueblo natal, Berlanga de Soria, donde murió en 1551.



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