viernes, 2 de febrero de 2018

(Día 607) Saavedra, con gran sorpresa, ve que el capitán de Pizarro Gabriel de Rojas iba por delante de la expedición de Almagro. Rojas da la vuelta para evitar que lo detenga. Los indios tratan bien a los españoles, pero les dicen que Chile no tiene la riqueza que ellos esperan.


     (197) Almagro se juntó con sus hombres y alcanzó después al grupo que iba bajo el mando de Saavedra. Recibieron buen trato de los indios por todo el camino, ya que, como nos dice el cronista Inca Garcilaso, iban en la expedición personajes de la nobleza incaica: “Salió para Chile don Diego de Almagro del Cuzco al principio del año mil quinientos treinta y cinco; llevó consigo a un hermano de Manco Inca, llamado Paullu,  y al sumo sacerdote Villahoma. Llevó asimismo muchos indios nobles y otros muchos de servicio, que llevaron las armas y los bastimentos, que entre los unos y los otros pasaron de quince mil indios, porque el príncipe Manco Inca, con las esperanzas de la restitución de su imperio, se esmeraba mucho en el servicio de los españoles. Y así mandó a su hermano y al sumo sacerdote que fuesen con ellos para que los indios los respetasen y sirviesen mejor”. Además, Inca Garcilaso, aclara que Manco Inca llegó a darle orden a sus enviados de que mataran a los españoles, pero no entonces: “Los historiadores anteponen los sucesos, y dicen que mandó a sus hombres que matasen a don Diego de Almagro y a todos los suyos en Charcas o donde más aparejo hallasen, pero lo hizo después por medio de mensajeros, cuando comprobó que los españoles no querían restituirle su imperio. Juan de Saavedra, que iba delante, llegó a Charcas, que está a doscientas leguas del Cuzco, sin que por el camino acaeciese cosa que sea digna de contar, siendo todo paz y regalo que los indios le hacían a él y a los suyos”.
     Entonces ocurrió un incidente que  muestra lo que parece una fea maniobra de Pizarro con la que no se entiende muy bien qué pretendía: “Saavedra halló en Charcas a Gabriel de Rojas, a quien días antes había enviado el Marqués con sesenta soldados para que, como capitán, asistiese por él en aquella provincia. Quiso Saavedra prenderle, porque la discordia se metía entre los españoles a encender los fuegos que pretendía. Gabriel de Rojas, siendo avisado, se ausentó disimuladamente y se fue a la ciudad de los Reyes por diferente camino del que don Diego de Almagro llevaba, por no encontrarle; la mayoría de sus sesenta compañeros se fueron a Chile”.
     Cieza nos habla de que Almagro fue bien acogido por los caciques de la provincia de Paria, que le llevaron buenos regalos: “Recibioles con alegría, honrando a los indios con buenas palabras. Rogoles con clara intención que le contasen lo que había en la tierra de Chile, porque en el Cuzco le habían informado de su riqueza en oro y plata. Desengañáronle de tal noticia, afirmando que eran dichos vanos y que en Chile no hubo tales grandezas, y añadieron que los caminos eran muy difíciles. Fue muy enojoso el dicho de estos señores al Adelantado y a los que iban con él”. Para que el ánimo no decayera, se consolaron pensando, o fingiendo que creían, que los indios estaban mintiendo para que abandonasen sus tierras. Almagro, pues, llevaba un gran ejército y multitud de indios. Los españoles habían partido enardecidos por sus fantasías, pero con la angustia de la incertidumbre, lo que acababan de oír tuvo que hacerles mella.

     (Imagen) Ahora que parte ya DIEGO DE ALMAGRO con tremendas ilusiones de encontrar en Chile tantas riquezas como las de Perú, habrá que hacer de profeta a toro pasado. Era la única esperanza de que él y Pizarro, su socio (teóricamente a partes iguales), continuaran siendo fieles amigos como acababan de jurar religiosamente (mientas asistían a misa y poniendo a Dios por testigo y juez). Pero en un espanto de campaña, Almagro y sus hombres van a andar durante dos años por Chile a la deriva entre indios belicosos y por tierras desérticas. Volvieron tan decepcionados, machacados y arruinados, que sus hombres le impulsaron a Almagro para que se dejara de contemplaciones de manera que, interpretando a su favor las dudas sobre los límites de su gobernación y la de Pizarro, se decidiera a tomar posesión del Cuzco, la histórica capital del imperio incaico. Eso es lo que va a ocurrir, dando así inicio a las terribles guerras civiles de Perú. En la imagen vemos el motivo del conflicto, aunque después se demostró que la razón la tenía Pizarro (gobernador de Nueva Castilla). Nueva Toledo era la gobernación de Almagro. (Con el tiempo, los portugueses ampliaron mucho, ‘por la cara’, lo que les correspondía en Brasil). Tal y como figura en el plano, en 1539 todavía estaba fatalmente confusa la situación del Cuzco. Si no les hubiese comido la impaciencia, todo se habría resuelto con la decisión del Consejo de Indias, pero las pasiones explotaron, y buscaron la solución en un duelo sin cuartel en el que murieron los dos gobernadores y muchos españoles.




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