(197) Almagro se juntó con sus hombres y
alcanzó después al grupo que iba bajo el mando de Saavedra. Recibieron buen
trato de los indios por todo el camino, ya que, como nos dice el cronista Inca
Garcilaso, iban en la expedición personajes de la nobleza incaica: “Salió para
Chile don Diego de Almagro del Cuzco al principio del año mil quinientos
treinta y cinco; llevó consigo a un hermano de Manco Inca, llamado Paullu, y al sumo sacerdote Villahoma. Llevó asimismo
muchos indios nobles y otros muchos de servicio, que llevaron las armas y los
bastimentos, que entre los unos y los otros pasaron de quince mil indios,
porque el príncipe Manco Inca, con las esperanzas de la restitución de su
imperio, se esmeraba mucho en el servicio de los españoles. Y así mandó a su
hermano y al sumo sacerdote que fuesen con ellos para que los indios los
respetasen y sirviesen mejor”. Además, Inca Garcilaso, aclara que Manco Inca
llegó a darle orden a sus enviados de que mataran a los españoles, pero no
entonces: “Los historiadores anteponen los sucesos, y dicen que mandó a sus
hombres que matasen a don Diego de Almagro y a todos los suyos en Charcas o donde
más aparejo hallasen, pero lo hizo después por medio de mensajeros, cuando
comprobó que los españoles no querían restituirle su imperio. Juan de Saavedra,
que iba delante, llegó a Charcas, que está a doscientas leguas del Cuzco, sin
que por el camino acaeciese cosa que sea digna de contar, siendo todo paz y
regalo que los indios le hacían a él y a los suyos”.
Entonces ocurrió un incidente que muestra lo que parece una fea maniobra de
Pizarro con la que no se entiende muy bien qué pretendía: “Saavedra halló en
Charcas a Gabriel de Rojas, a quien días antes había enviado el Marqués con
sesenta soldados para que, como capitán, asistiese por él en aquella provincia.
Quiso Saavedra prenderle, porque la discordia se metía entre los españoles a
encender los fuegos que pretendía. Gabriel de Rojas, siendo avisado, se ausentó
disimuladamente y se fue a la ciudad de los Reyes por diferente camino del que
don Diego de Almagro llevaba, por no encontrarle; la mayoría de sus sesenta
compañeros se fueron a Chile”.
Cieza nos habla de que Almagro fue bien
acogido por los caciques de la provincia de Paria, que le llevaron buenos
regalos: “Recibioles con alegría, honrando a los indios con buenas palabras.
Rogoles con clara intención que le contasen lo que había en la tierra de Chile,
porque en el Cuzco le habían informado de su riqueza en oro y plata.
Desengañáronle de tal noticia, afirmando que eran dichos vanos y que en Chile
no hubo tales grandezas, y añadieron que los caminos eran muy difíciles. Fue
muy enojoso el dicho de estos señores al Adelantado y a los que iban con él”. Para
que el ánimo no decayera, se consolaron pensando, o fingiendo que creían, que los
indios estaban mintiendo para que abandonasen sus tierras. Almagro, pues,
llevaba un gran ejército y multitud de indios. Los españoles habían partido
enardecidos por sus fantasías, pero con la angustia de la incertidumbre, lo que
acababan de oír tuvo que hacerles mella.
(Imagen) Ahora que parte ya DIEGO DE
ALMAGRO con tremendas ilusiones de encontrar en Chile tantas riquezas como las
de Perú, habrá que hacer de profeta a toro pasado. Era la única esperanza de
que él y Pizarro, su socio (teóricamente a partes iguales), continuaran siendo
fieles amigos como acababan de jurar religiosamente (mientas asistían a misa y
poniendo a Dios por testigo y juez). Pero en un espanto de campaña, Almagro y
sus hombres van a andar durante dos años por Chile a la deriva entre indios belicosos
y por tierras desérticas. Volvieron tan decepcionados, machacados y arruinados,
que sus hombres le impulsaron a Almagro para que se dejara de contemplaciones
de manera que, interpretando a su favor las dudas sobre los límites de su
gobernación y la de Pizarro, se decidiera a tomar posesión del Cuzco, la
histórica capital del imperio incaico. Eso es lo que va a ocurrir, dando así
inicio a las terribles guerras civiles de Perú. En la imagen vemos el motivo
del conflicto, aunque después se demostró que la razón la tenía Pizarro
(gobernador de Nueva Castilla). Nueva Toledo era la gobernación de Almagro. (Con
el tiempo, los portugueses ampliaron mucho, ‘por la cara’, lo que les
correspondía en Brasil). Tal y como figura en el plano, en 1539 todavía estaba
fatalmente confusa la situación del Cuzco. Si no les hubiese comido la
impaciencia, todo se habría resuelto con la decisión del Consejo de Indias,
pero las pasiones explotaron, y buscaron la solución en un duelo sin cuartel en
el que murieron los dos gobernadores y muchos españoles.
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