(205) Cieza se refiere también a la mala
impresión que le hicieron al obispo fray Tomás de Berlanga los españoles de
Lima: “El obispo de Tierra Firme (su
jurisdicción llegaba hasta Panamá), después de haber estado unos días en la
Ciudad de los Reyes, determinó volverse a su obispado, diciendo previamente que
los hombres de esta tierra eran muy cautelosos y de poca verdad, porque veía
que, como unos estuviesen ausentes de otros, se criticaban, y estando juntos,
se adulaban con gran fingimiento”. Fue entonces cuando el gran Hernando de Soto
abandonó definitivamente la campaña de Perú (no menciona al que también partió,
siendo luego compañero de Soto en su expedición a la Florida, Luis Moscoso,
sobrino y yerno de Pedro de Alvarado): “Algunos hubo que, como eran ricos,
pidieron licencia al gobernador (aquello
tenía esencialmente una estructura militar) para irse a España, entre los
cuales estaban el capitán Hernando de Soto, Tello de Guzmán, Luis de Guzmán y
el doctor Loaysa. Mandó Pizarro que les
proveyeran a todos de lo necesario, habiéndoles dado antes a la mayoría de
ellos cantidades de oro y plata. Quiso hacer al obispo fray Tomás de Berlanga
algún regalo de estos metales, y no lo quiso recibir, sino solamente una caja
de cucharas que podían valer poco más de dos marcos. Pizarro le rogó que,
puesto que no quería ninguna otra cosa para él, le aceptase para el hospital de
Panamá setecientos castellanos (unos tres
kilos de oro), y cuatrocientos para el de Nicaragua. Cuando partió el
obispo, Pizarro y la mayoría de los vecinos le acompañaron hasta la mar”.
Por entonces se reclutaban hombres en Lima
para enviarle refuerzos a Almagro, que ya iba camino de Chile: “Juan de Rada y
Benavides estaban en la Ciudad de los Reyes juntando gente. Juan de Rada había
de llevar consigo al hijo de Almagro. Dioles prisa Pizarro en la salida para
que alcanzasen a Almagro antes de que estuviese muy metido en la tierra de
Chile”. Cuando lleguen adonde Almagro, lo encontrarán decepcionado de la
campaña de Chile y decidido a volver al Cuzco. Al ver que el casi adolescente Diego de Almagro el Mozo se incorpora con Rada a la campaña de su padre
en Chile, se siente un escalofrío pensando en el trágico futuro de los tres. Como
ya comenté, Rada tuvo después un papel muy importante en las guerras civiles, y
cuando murió Almagro, una gran influencia en su hijo, lo que dio origen a la
confabulación contra Pizarro en la que el propio Rada le asestó la decisiva
estocada que acabó con su vida, cuando faltaba poco para que él y el Mozo
murieran también.
Vuelve Cieza a decirnos algo de la llegada
de Hernando Pizarro: “El Gobernador recibió mucho contentamiento por la visita
de su hermano Hernando Pizarro. Hablaron en secreto sobre lo que le había
pasado en España y de lo bien que fue recibido por Su Majestad, y de cómo no
pudo evitar traer los derechos de gobernación concedidos a Almagro, pero que el
emperador le añadía (a Pizarro)
setenta leguas de costa a partir de las doscientas que tenía ya de gobernación,
donde a razón entraba el Cuzco y lo mejor de las provincias”.
(Imagen) Acabamos de ver que el dominico
FRAY TOMAS DE BERLANGA (el mencionado descubridor de las Islas Galápagos)
rechazó un regalo de Pizarro, demostrando que era una persona sin rastro de
codicia. Si Cieza lo señala es por el gusto de destacar la honradez donde tan
poco abundaba. Añadiré algo a lo que ya conté de su vida. Nació en Berlanga de
Duero, a un paso de la poco conocida y preciosa Caleruega, cuna de otro grande
de nuestra historia del que casi nadie se acuerda, Santo Domingo de Guzmán,
fundador de los dominicos. Eso marcaría su vida porque ingresó en un convento
de esta orden. Llegó a América en 1511, casi recién ordenado sacerdote. Fue un
hombre progresista al que le interesaron todos los saberes. Era tan cabal e
inteligente que el rey no solo le confió mediar entre Pizarro y Almagro, sino
también hacer una inspección sobre el funcionamiento administrativo en Perú, y
luego, por consejo suyo, se creó una nueva gobernación en la zona de Quito. Fue
un gran protector de los indios. Seguro que con gran satisfacción, presidió la
ceremonia en la que Bartolomé de las
Casas profesó como dominico, pasando de ser un clérigo mundano y avaricioso
(fue el primer sacerdote ordenado en las indias) a convertirse en un ascético
fraile y un crítico implacable e incendiario de los abusos que sufrían los
indígenas. Llevó nuevas plantas a las Indias, como la del plátano, que dio un tipo de fruto
llamado en su honor ‘dominico’. En 1544, enfermo y renunciando a su obispado, volvió a
su pueblo natal, donde murió en 1551. Sacando fuerzas de donde no quedaban,
todavía le dio tiempo para preparar la fundación de un nuevo monasterio. No le hizo falta conseguir
fama para ser UN HOMBRE MUY GRANDE.
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