lunes, 12 de febrero de 2018

(Día 615) Fray Tomás de Berlanga sale de Lima para Panamá llevándose una mala impresión de las rencillas entre los españoles. Soto y algunos otros parten para España. Rada se dispone a ir a Chile llevando consigo al hijo de Almagro.


     (205) Cieza se refiere también a la mala impresión que le hicieron al obispo fray Tomás de Berlanga los españoles de Lima: “El obispo de Tierra Firme (su jurisdicción llegaba hasta Panamá), después de haber estado unos días en la Ciudad de los Reyes, determinó volverse a su obispado, diciendo previamente que los hombres de esta tierra eran muy cautelosos y de poca verdad, porque veía que, como unos estuviesen ausentes de otros, se criticaban, y estando juntos, se adulaban con gran fingimiento”. Fue entonces cuando el gran Hernando de Soto abandonó definitivamente la campaña de Perú (no menciona al que también partió, siendo luego compañero de Soto en su expedición a la Florida, Luis Moscoso, sobrino y yerno de Pedro de Alvarado): “Algunos hubo que, como eran ricos, pidieron licencia al gobernador (aquello tenía esencialmente una estructura militar) para irse a España, entre los cuales estaban el capitán Hernando de Soto, Tello de Guzmán, Luis de Guzmán y el doctor Loaysa. Mandó  Pizarro que les proveyeran a todos de lo necesario, habiéndoles dado antes a la mayoría de ellos cantidades de oro y plata. Quiso hacer al obispo fray Tomás de Berlanga algún regalo de estos metales, y no lo quiso recibir, sino solamente una caja de cucharas que podían valer poco más de dos marcos. Pizarro le rogó que, puesto que no quería ninguna otra cosa para él, le aceptase para el hospital de Panamá setecientos castellanos (unos tres kilos de oro), y cuatrocientos para el de Nicaragua. Cuando partió el obispo, Pizarro y la mayoría de los vecinos le acompañaron hasta la mar”.
     Por entonces se reclutaban hombres en Lima para enviarle refuerzos a Almagro, que ya iba camino de Chile: “Juan de Rada y Benavides estaban en la Ciudad de los Reyes juntando gente. Juan de Rada había de llevar consigo al hijo de Almagro. Dioles prisa Pizarro en la salida para que alcanzasen a Almagro antes de que estuviese muy metido en la tierra de Chile”. Cuando lleguen adonde Almagro, lo encontrarán decepcionado de la campaña de Chile y decidido a volver al Cuzco. Al ver que  el casi adolescente Diego de Almagro el Mozo  se incorpora con Rada a la campaña de su padre en Chile, se siente un escalofrío pensando en el trágico futuro de los tres. Como ya comenté, Rada tuvo después un papel muy importante en las guerras civiles, y cuando murió Almagro, una gran influencia en su hijo, lo que dio origen a la confabulación contra Pizarro en la que el propio Rada le asestó la decisiva estocada que acabó con su vida, cuando faltaba poco para que él y el Mozo murieran también.
     Vuelve Cieza a decirnos algo de la llegada de Hernando Pizarro: “El Gobernador recibió mucho contentamiento por la visita de su hermano Hernando Pizarro. Hablaron en secreto sobre lo que le había pasado en España y de lo bien que fue recibido por Su Majestad, y de cómo no pudo evitar traer los derechos de gobernación concedidos a Almagro, pero que el emperador le añadía (a Pizarro) setenta leguas de costa a partir de las doscientas que tenía ya de gobernación, donde a razón entraba el Cuzco y lo mejor de las provincias”.

    (Imagen) Acabamos de ver que el dominico FRAY TOMAS DE BERLANGA (el mencionado descubridor de las Islas Galápagos) rechazó un regalo de Pizarro, demostrando que era una persona sin rastro de codicia. Si Cieza lo señala es por el gusto de destacar la honradez donde tan poco abundaba. Añadiré algo a lo que ya conté de su vida. Nació en Berlanga de Duero, a un paso de la poco conocida y preciosa Caleruega, cuna de otro grande de nuestra historia del que casi nadie se acuerda, Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos. Eso marcaría su vida porque ingresó en un convento de esta orden. Llegó a América en 1511, casi recién ordenado sacerdote. Fue un hombre progresista al que le interesaron todos los saberes. Era tan cabal e inteligente que el rey no solo le confió mediar entre Pizarro y Almagro, sino también hacer una inspección sobre el funcionamiento administrativo en Perú, y luego, por consejo suyo, se creó una nueva gobernación en la zona de Quito. Fue un gran protector de los indios. Seguro que con gran satisfacción, presidió la ceremonia en la que  Bartolomé de las Casas profesó como dominico, pasando de ser un clérigo mundano y avaricioso (fue el primer sacerdote ordenado en las indias) a convertirse en un ascético fraile y un crítico implacable e incendiario de los abusos que sufrían los indígenas. Llevó nuevas plantas a las Indias, como  la del plátano, que dio un tipo de fruto llamado en su honor ‘dominico’. En 1544,  enfermo y renunciando a su obispado, volvió a su pueblo natal, donde murió en 1551. Sacando fuerzas de donde no quedaban, todavía le dio tiempo para preparar la fundación de un  nuevo monasterio. No le hizo falta conseguir fama para ser UN HOMBRE MUY GRANDE.



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