miércoles, 14 de febrero de 2018

(Día 617) Alonso de Alvarado va a la tierra de los chachapoyas, donde es muy bien recibido. Vuelve adonde Pizarro, a quien le parece bien que pueble en aquel lugar. Alvarado parte de nuevo y se dispone a ayudar a sus amigos contra unos indios que les hacen la guerra. Cieza alaba las virtudes de Alvarado.


     (207) Cuando llegaron a aquellas tierras, los indios les recibieron con mucha cordialidad. Alonso cuidó de que sus hombres no les hicieran daño alguno, y les explicó a los nativos lo que era la religión cristiana: “Lo oyeron con ganas, diciendo que se alegrarían de ser cristianos. Juntáronse con sus mujeres en la plaza e hicieron un baile concertado a su usanza; venían enjaezados con piezas de oro y plata, con las que hicieron un montón y se lo dieron a Alvarado; el cual, al ver cómo en ellos había tan buena voluntad, habló con sus hombres de que convenía poblar, y se alegraron de ello”. Alonso partió rápidamente para presentarse ante Pizarro, que estaba en la Ciudad de los Reyes: “El Gobernador se alegró de que pudiese poblar en aquella comarca una ciudad de cristianos y tuvo a bien que se quedase con el oro y la plata que le habían dado pues sería buena ayuda para aquella empresa”. Los poblados de los chachapoyas estaban en un territorio amazónico que va a tener en el futuro mucha importancia en relación con la búsqueda del mítico El Dorado.
     Alonso de Alvarado era uno de los personajes que más agradaron a Cieza. Fue un hombre muy valioso, y aquí le vemos ya montando el vuelo con bastante autonomía gracias al aprecio que también Pizarro le tuvo. Cieza va a seguir ahora sus andanzas y, cosa poco frecuente en él, comienza a narrarlo dedicándole unos elogios: “Este Alonso de Alvarado es natural de Burgos (no lo precisa bien: era de Secadura, provincia de Cantabria), de gentil presencia y gran autoridad; ha sido muy señalado en este reino porque se ha hallado en todos los negocios importantes, siempre en servicio del emperador, quien, pasado un tiempo, concluida la guerra de Chupas (en la que fue derrotado y ejecutado el hijo de Almagro; año 1542), le hizo merced del título de Mariscal y de un hábito de Santiago”. Seguro que Cieza apreció mucho en él que, en las guerras civiles, fuera fiel a la Corona.
     Así que de la manita de Cieza, nos vamos de campaña con su admirado capitán: “Alonso de Alvarado, teniendo grandes esperanzas de hacer buena hacienda en la provincia de los Chachapoyas,  se despidió de Pizarro y volvió a Trujillo para hacer gentes y caballos destinados a la empresa”. Con los que pudo reunir, inició la  marcha, pero surgió pronto un problema: “Llegaron a Levanto y los indios le dijeron a Alvarado que los moradores de las provincias lejanas se habían indignado  con ellos porque les habían dado favor a los españoles. Estos de Levanto le pidieron a Alvarado que los ayudase para salir contra unos de estos, pues los tenían por enemigos. Se alegró Alvarado de ello, y mandó a Ruy Barba de Coronado que fuese con algunos en auxilio de estos indios confederados (palabra poco empleada para definir a los muchos indios casi anónimos que fueron colaboradores de los españoles)”. Ruy Barba (Cabeza de Vaca) de Coronado estuvo siempre bajo el mando de Alonso de Alvarado. Juntos fueron derrotados en la batalla de Abancay por Almagro, quien  les perdonó la vida generosamente. Fue regidor en la ciudad de Lima y, cosa rara entre los conquistadores, falleció en 1589 de muerte natural y a una edad muy avanzada.

     (Imagen) Como lo hicieron los quiteños cañaris, también los chachapoyas van a luchar al lado de los españoles (‘confederados’ los llama Cieza). Qué misterioso pueblo el de los chachapoyas, asentados en zona amazónica. Eran de piel más blanca que los incas. Lo anotó Cieza: “Vemos hoy día que las indias que han quedado de este linaje son blancas y en extremo hermosas”. A diferencia de los pueblos andinos, que enterraban a sus difuntos, ellos los depositaban en lo más alto de las montañas dentro de sarcófagos de madera con forma humana que, curiosamente, se parecen a las estatuas de la isla de Pascua. Su original cultura era milenaria, y entre sus restos, destaca la impresionante fortaleza de Kuélap, conocida también como ‘el segundo Machu Picchu’. Fueron conquistados por los incas pocos años antes de la llegada de los españoles, sometiéndolos a sus costumbres y al pago de impuestos, pero un grupo desobedeció el mandato del emperador inca y se estableció en la selva amazónica. También lo anota Cieza: “Tiénese por cierto que tierra adentro hay poblados de los descendientes del famoso capitán Ancoallo, el cual se fue con los que le quisieron seguir”. El odio de los chachapoyas a los incas y la amabilidad del sensato ALONSO DE ALVARADO lograron el milagro de una alianza perpetua.



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