martes, 13 de febrero de 2018

(Día 616) La llegada de Hernando Pizarro con las concesiones reales no sirvió para aclarar los límites de las gobernaciones de Pizarro y Almagro. Por orden de Pizarro, parte Alonso de Alvarado hacia la tierra de los chachapoyas.


     (206) Este simple párrafo dedicado a lo que Hernando le comunica a su hermano Francisco Pizarro toca de lleno el desgraciado origen de la tragedia de las guerras civiles de los españoles en Perú. Clama al cielo que una falta de claridad en cuanto a dónde estaba situado exactamente el límite (cosa bien fácil de señalar) de las gobernaciones de Pizarro y Almagro, sirviera de espoleta para que el rencor y la rivalidad que se venían incubando en sus corazones reventara desenfrenadamente. Ya lo comenté antes, pero conviene ver todos los matices de lo que dio origen a un conflicto único en La Indias. Hubo otros enfrentamientos entre españoles, pero ninguno de esta envergadura.
     Así como el historiador  norteamericano Charles Lummis (del que ya vimos que era un admirador incondicional de la heroicidad española en las Indias) critica sin piedad a Almagro y adora a Pizarro, creo que, en este asunto, los villanos fueron todos los hermanos Pizarro. Es indudable que Francisco Pizarro tuvo más mérito que Almagro, pero no se puede olvidar que fueron socios a partes iguales. Y también es indudable que Francisco Pizarro y su hermano Hernando le estafaron abusando de su buena fe. Recordemos que, primeramente, fue Francisco Pizarro el que en España consiguió del rey casi todos los poderes para él solo, y que ahora vuelve el maniobrero Hernando Pizarro lamentando que no haya podido evitar que le concedan a Almagro una gobernación, pero contento porque ha logrado que le amplíen a Pizarro setenta leguas de dominio añadidas a las doscientas que ya poseía.
     Las últimas palabras de Cieza tienen su miga, porque dice: “…donde, a razón, entraba el Cuzco y lo mejor de las provincias”. Supongo que ese “a razón” significa que ‘había que entender’ que en las setenta leguas de Pizarro entraban el Cuzco y lo mejor de las provincias. Pues no resultó tan claro, porque, para desgracia de todos, nunca se pusieron de acuerdo, y lo que tenía que haber sido una negociación, fue una guerra en la que solo iba a contar la verdad del vencedor. Más adelante veremos cómo el cronista Inca Garcilaso de la Vega explica magistralmente la tragicomedia de las argumentaciones de ambos bandos, que terminaron  resolviendo el asunto a la brava por no haber tenido un juez imparcial que lo decidiera. Parece ser que  la razón estaba de parte de Pizarro, pero, quedando un margen de duda, deberían haber esperado a que el Consejo de Indias zanjara la cuestión. Tanto Almagro como Pizarro tenían un ejército poderoso y mucha impaciencia, lo que provocó el enfrentamiento buscando la vía de los hechos consumados.
     Cieza, que todo lo abarca, nos vuelve atrás, al punto en que Pizarro envió desde Trujillo a Alonso de Alvarado a la tierra de los chachapoyas: “Había salido de Trujillo Alonso de Alvarado acompañado de Alonso de Chávez, Francisco de Fuentes, Juan Sánchez, Agustín Díaz, Juan Pérez Casas, Diego Díaz y otros, siendo trece en total, camino de los chachapoyas”.

     (Imagen) HERNANDO PIZARRO va a tomar pronto un protagonismo nefasto. Quizá sin la llegada de sus hermanos a Perú, PIZARRO y ALMAGRO hubiesen conservado su amistad, evitándose el horror de las guerras civiles. Ya fue una puñalada la que le dio Pizarro a su socio cuando consiguió del rey en España para él solo los máximos honores y poderes. Ahora es HERNANDO el que vuelve de la Corte lamentando no haber podido hacerle la misma jugada. Dos años después Hernando ejecutará a Almagro, y es absurdo creer que fuera sin permiso de Pizarro. Precisamente para lavar la imagen suya y la de sus hermanos ante el emperador, en 1541 Pizarro (poco antes de que lo asesinen) enviará a HERNANDO a España. El viaje será un fracaso total, porque va a pasar veinte años preso en el castillo de la Mota, especialmente por el asesinato de Almagro. Demostró desde la cárcel su espíritu peleón y soberbio enredándose en innumerables pleitos. Se le prohibió volver a las Indias, y la imagen es una clara prueba del cuidado con el que se le controló en el castillo de la Mota para que su larga mano no continuara aconsejando a su hermano Gonzalo sobre la forma de actuar en las guerras civiles. El texto es del año 1545 y dice: “Lo que yo, Martín de Ramoyn, digo a vuestra merced, señor alcaide, de parte de Su Alteza es que, porque Su Alteza es informado de que agora vienen de las Indias algunas personas que no conviene que visiten ni hablen a Hernando Pizarro ni traten con sus criados, que esté vuestra merced sobre aviso de no consentir que entre ninguna persona a visitar y hablar al dicho Hernando Pizarro hasta que Su Alteza otra cosa mande”.



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